Los reciben como si estuvieran en un aeropuerto, con tecnología de seguridad. A los niños y jóvenes que viven cerca de la frontera, del lado venezolano, los requisan cuando entran y cuando salen por el corredor humanitario que fue habilitado este lunes 7 de septiembre para que pudieran volver a sus colegios en Cúcuta.

“Les hacen meter sus bolsos en una correa de rayos X y por una pantalla los funcionarios de la Guardia pueden ver lo que llevan ahí”, contó a Efecto Cocuyo una persona que se acercó a la Gerencia de la Aduana Principal de San Antonio del Táchira este lunes en horas de la mañana. “A los estudiantes les preguntan a dónde van y les piden el carnet del colegio donde estudian. El protocolo de seguridad se repite cuando llegan, después del mediodía”.

A las 6:00 am empieza a formarse la cola. Están los estudiantes con sus uniformes y bolsos escolares, junto a dos grupos de personas: los de nacionalidad colombiana que desean volver a su tierra y los que alegan alguna enfermedad y van en búsqueda de medicamentos. El medio de transporte es un Metrobús rojo, de la marcha china Yutong. Una sola unidad estuvo disponible al menos durante este lunes, con varios choferes que trabajaron por turnos.

El recorrido es de cinco minutos, desde la Aduana hasta el Puente Internacional Simón Bolívar, donde están las barricadas militares que indican que el paso fronterizo está cerrado. Allí está el corredor humanitario, en un espacio delimitado por cuerdas. En Cúcuta hay un autobús dispuesto para trasladar a los estudiantes hasta sus colegios. Muchos de ellos van hasta la cola del autobús solos, sin compañía de adultos, pues son hijos de colombianos que aún están indocumentados en San Antonio y que no quieren salir por temor a ser deportados.

Antes los llevaban en motos

La mayoría de los niños que ahora tienen que salir solos, y volver a sus hogares de la misma manera, se aprendieron el camino y caminan en grupos por las calles de San Antonio. Antes de que el presidente Nicolás Maduro anunciara el cierre de la frontera, eran sus padres quienes los llevaban, en sus motos, hasta el puente. Otros acudían a los mototaxistas como transporte escolar.

María Gabriela Parra, 13 años, estudiante del Instituto Adventista de Cúcuta es una de ellas. Tras el cierre de la frontera perdió tres días de clases. Vive junto a su familia en un sector llamado Llano Jorge, que ahora está militarizado. Cerca de esa zona, en La Sabana hay una trocha. No es como la del río Táchira, por la que escaparon miles de colombianos para no ser deportados. Es un camino de tierra, donde no hay árboles que sirvan de escudo para el Sol. Por eso le dicen “El Horno”, cuenta la niña, quien cruzó por allí el pasado domingo 23 de agosto porque no quería tener más inasistencias. Un tío la acompañó y juntos se quedaron en Cúcuta hasta el día siguiente, cuando la situación con los estudiantes empezó a normalizarse.

La apertura formal de este corredor humanitario fue una de las condiciones planteadas por el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, para reunirse con Maduro y discutir soluciones a la crisis fronteriza, que inició el 19 de agosto con la orden de cerrar la frontera.

Sin embargo, el gobernador de Táchira, José Vielma Mora, desconoció la existencia de la estrategia empleada para garantizar los estudios niños y jóvenes que vivan en Táchira pero que estén inscritos en planteles colombianos. “Aquí no hay corredor humanitario; no existen los ‘pasos humanitarios’ porque eso es una apreciación del Gobierno colombiano que vive constantemente en guerra”, declaró a VTV este lunes, justo antes de que se decretara el cierre de la frontera por el estado Zulia.

Con información y foto de Estefani Díaz

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