Por María Laura Chang / @MarilaChang

Fotografías Juan Pablo Bellandi 

En Mérida recuerdan a Gisela Rubilar todos los meses desde que una bala acabó con su vida el 9 de marzo de 2014. En plena época de guarimbas y protestas, una comunidad entera se despidió de la que consideraban una líder comunitaria, amiga y gran mujer.

Este 12 de enero el evento en su conmemoración atrajo a más gente de la acostumbrada. Su hijo Itciai Catepillan Rubilar cuenta emocionado la recepción que tuvieron todas las actividades culturales que organizó para la “Jornada contra el olvido y la Impunidad”. Alrededor de 100 personas visitaron la plaza de la Biblioteca Bolivariana de Mérida. Los asistentes escucharon conversatorios, cantaron y pintaron en memoria de quien fuera una asidua activista social de la ciudad andina.

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En memoria de Gisela Rubilar, familiares, amigos, conocidos y miembros de su comunidad asistieron a una jornada en su honor

Gisela vivía con sus tres hijas menores en la comunidad Pie del Tiro, una cuesta de la Urbanización San José de Mérida, desde hacía varios años. Durante las protestas y guarimbas de 2014 fue asesinada en circunstancias poco claras. La versión oficial que el presidente Nicolás Maduro manejó no concuerda con la que sostiene su hijo.  Allí el primer mandatario hace referencia a documentos del Cicpc que acusan a encapuchados en moto. Sus familiares más bien creen que pudo ser un pistolero intencionado. Lo cierto es que la bala que traspasó la cabeza  de Gisela nunca apareció y aunque continúan las averiguaciones, aún no han dado con su asesino.

Las alas de una mariposa, que se plasmó en un moral en su honor ubicado en la Avenida Las Américas, estaban pintadas con los colores de la bandera chilena. Del otro lado, el tricolor venezolano. Su rostro estaba adornado también con las flores nacionales de ambos países, el copihue y la orquídea. El motivo de su presencia es que Gisela se sentía parte de ambas patrias. En 1976, cuando ella tenía 9 años, Los Andes recibieron a su familia que huía de la dictadura de Pinochet. En el núcleo de la Universidad de Los Andes de Trujillo, Luis Rubilar, y la madre, María de la Luz Figueroa se desempeñaron como docentes de psicología.  Más adelante, Gisela emprendería camino hacia Mérida donde compartió sus labores de artesana con sus estudios en Educación. Allí se instaló con sus hijas y empezó una vida entregada a los más necesitados.

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Este viernes 6 de febrero de 2015 el alcalde de Mérida Carlos García, borró éste y todos los murales de las paredes de la Avenida Las Américas

24 horas antes del fatídico día, Gisela creó un video en el que se aprecia cómo ella y otros vecinos condenan las guarimbas que asediaban su comunidad desde febrero. Al principio de la grabación sale ella explicando que durante esa mañana, la del 7 de marzo, había estado limpiando las calles junto a la Guardia Nacional Bolivariana. Posteriormente muestra cómo, a penas oscurecía, reaparecían los rebeldes sin ninguna disposición para negociar.

La noche del 8 de marzo, luego de hablar por teléfono con su hijo que vivía en Chile y asegurarle que no se acercaría a la zona de conflicto, Gisela se reunió con cerca de 40 vecinos en un callejón a una cuadra de las barricadas. Media hora después de la llamada, a las 8:30 de la noche, la mujer recibió el impacto. Un tiro silencioso atravesó su cabeza y nadie logró precisar de dónde vino. La bala desapareció y con ella la posibilidad de identificar el arma homicida. Al día siguiente falleció.

En la Unidad Educativa Estadal Loma de la Virgen Baja, los alumnos de 5to y 6to grado la inmortalizan con letras conmovedoras. Las jóvenes Génesis y Yeimily le dedican una carta que la recuerda por “sus cuentos, sus teatros, su risa, sus alegrías, su sencillez, su humildad, y sobre todo su calidad humana”, mientras Ronald le escribe: “Si quieres saber cuánto te quiero, cuenta las estrellas en el cielo”. Como docente, comentan trabajadores de la escuela, Rubilar no cobraba más que el cariño de sus  niños. Ninguno pudo asistir a su sepelio porque las barricadas seguían en pie.

Dejó a cuatro hijos huérfanos. Itciai es el mayor y cuenta que, sobre todo para sus hermanas, la muerte de Gisela significó un cambio de vida absoluto. “Nosotros nos criamos sin padre; entonces, mi madre era madre y padre (…)  al morirse ella se murió todo el pilar de autoridad que había en la casa, el pilar consejero. Se murió todo porque no quedó nadie que sustituya o que llene ese espacio.”  Al mes y medio de la tragedia, las guarimbas persistían en Pie del Tiro y decidió llevarse a sus hermanas a Chile a la casa de un abuelo. Él regresó a Venezuela a presionar por la justicia que aún no llega.

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Gisela Rubilar dejó cuatro hijos huérfanos. Sus tres hijas menores tuvieron que mudarse a Chile para vivir con su abuelo.

Muchos proyectos sociales también quedaron sin guía. Para este año Rubilar estaba ideando programas dirigidos a habitantes de las zonas más pobres de Mérida. Terapias naturales con flores de Bach para niños de la calle y talleres de danza árabe o arte, para las reclusas de cárceles de mujeres.

A un año del 12 de febrero, fecha clave en las protestas de 2014, este y otros tantos casos aún no se resuelven. Itciai no confía en las fuerzas policiales, pero no por ello deja de exigir que se aclare el caso. “Yo creo en el perdón, pero en el perdón que va de la mano de la justicia”, concluye el joven de 27 años que visitará a sus hermanas en Chile, luego de estar 6 meses en Mérida.

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