Pasaron tres días para que los vecinos del edificio Isnotú, en la parroquia Altagracia, supieran qué era lo que averiguaba la División contra Homicidios del Cicpc. En esa residencia del centro de Caracas, los pasillos son silenciosos y los ascensores angostos, con capacidad para no más de tres personas. En las paredes de la comunidad hay carteles con una advertencia sobre la importancia de no abrir la puerta a desconocidos para evitar un hurto similar al del pasado 7 de agosto. Lo que no sabían los vecinos es que esa recomendación debía ser la última de sus preocupaciones. Encima o debajo de sus cabezas, Liana Hergueta (53) fue asesinada y descuartizada.

En el apartamento donde según versiones oficiales ocurrió el hecho, ya no hay nadie. Vecinos de la zona aseguran que José Pérez Venta –uno de los tres detenidos por el caso y presunto autor material- vivía en el piso seis junto a su esposa, dos hijos y un gato.

El 11 de agosto fue la última de cuatro visitas del Cicpc al lugar. Ese miércoles, los funcionarios policiales llegaron cerca del mediodía con la esposa de Pérez Venta, según residentes de la parroquia. Estuvieron en el apartamento al menos cinco horas. Cuando bajaron, los uniformados le estrecharon la mano a la mujer y se montaron en las patrullas. Ella se quedó y volvió a subir.

“Al rató llegó una camioneta y empezaron a bajar ropa, bolsas, maletas, se veía que la chama se estaba mudando y unos señores la estaban ayudando. Lo que dicen por aquí es que los dueños le pidieron que desalojara”, señala una mujer en un edificio contiguo.

Las primeras visitas

El lunes 10 de agosto cerca del mediodía, un funcionario del Cicpc se bajó de una camioneta, entró al abasto que está al lado del edificio, dijo “buenos días” y fue directo al grano, con una pregunta que los decolocó a todos: “¿Aquí tienen cámaras de seguridad que den hacia la calle?” El dueño le respondió que no. El policía insistió y el hombre le explicó que las cámaras sí existen pero sólo registran los pasillos del local, de aproximadamente 20 metros cuadrados. La visita no duró ni cinco minutos. El dueño del abasto y sus dos empleados pensaron que algo “raro” había pasado. “Es que el chaleco decía ‘Homicidios’ y por eso nos asustamos”. En ese momento no tenían ni idea de que la presencia policial estaba relacionada al ahora famoso asesinato de Hergueta.

“Cuando el Cicpc vino por primera vez ya sabíamos del caso de Las Palmas, pero jamás pensamos que uno de los asesinos era nuestro vecino”, dice uno de los trabajadores del abasto. “Después cuando me enteré, me quedé en el sitio. Imagínate, un muchacho al que uno veía todos los días, vecino, pues. Pero de eso que dicen que pasó, no escuchamos ni vimos nada. Suponemos que el crimen fue de madrugada”, agrega el hombre.

El mismo comerciante señala que Pérez Venta y familia vivían en ese apartamento desde hace cinco meses, alquilados. “Era mi cliente, casi todos los días venía a comprar. Era amable, hablaba bien, un muchacho normal, pero nunca tuve amistad con él ni sabía a qué se dedicaba. Salía por las mañanas y llegaba en la noche. Y lo próximo que te voy a decir es conjetura mía, pero hilando los hechos: si eso ocurrió como dicen, ese muchacho aprovechó el momento porque su esposa estaba en La Guaira pasando unos días con los niños. Es decir, para ese viernes (7 de agosto), él estaba sólo aquí. Y el fin de semana no lo vimos”, relata.

Ese lunes en la noche, cuatro patrullas policiales regresaron a la zona. Los funcionarios subieron al piso seis, entraron al apartamento 605 y ahí estuvieron practicando experticias hasta la 1 de la madrugada, recuerdan los vecinos. En la tercera visita, el martes 11 de agosto en la mañana, fue que se enteraron de lo que pasaba, de la boca del mismo funcionario del lunes: a Hergueta la habían asesinado en ese edificio, justo al lado del abasto ubicado en la esquina Canónigos a Esperanza de la parroquia Altagracia; a casi cinco kilómetros de distancia del lugar donde fue encontrado su cuerpo, en la calle Los Manolos de Las Palmas.

“Les dimos una rumba de coñazos y confesaron. Un carajito de Nirgua le pagó al que vivía aquí para que la matara”, dice el hombre del abasto, parafraseando al policía. El ministro de Relaciones Interiores y Justicia, Gustavo González López, sostuvo la versión de la confesión cuando ofreció detalles al país, a través de VTV, seis días después del crimen.

El mismo vecino asegura que ese martes también se llevaron a la propietaria de un apartamento del piso 1 para que declarara en el Cicpc: “Lo que se corrió aquí es que la última llamada que hizo el chamo fue a la señora, parece que eran amigos. La llamó para preguntarle si era verdad que estaban haciendo un allanamiento en su apartamento. Como él no estaba aquí, no podía saberlo. Pero no sé qué le contestaría la señora”.

Este jueves 13 de agosto, durante la visita de Efecto Cocuyo al edificio Isnotú, solo un vecino del primer piso abrió la puerta. Dijo que no sabía nada de ningún asesinato, a diferencia de una mujer en el piso 6, que está “horrorizada” por lo sucedido y que asegura que no escuchó nada, ni gritos, ni ruidos inusuales, a pesar de vivir en el mismo pasillo donde está el apartamento que, según la versión oficial, fue el escenario de un asesinato que terminó con un cuerpo descuartizado.

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