A escasos dos kilómetros del Palacio de Miraflores, centro de poder del gobierno de Nicolás Maduro, miles de familias madrugan para buscar un poco de agua en los afluentes que brotan de la montaña El Ávila. Las escenas son diarias y hasta caer el sol. En ellas se ven a mujeres, adultos, niños, que van y vienen con cualquier tipo de envase que les permita abastecerse de unos litros del agua que no les llega por tuberías y los condena a vivir con sed.
Así viven los vecinos de Miraflores en Los Mecedores, San José del Ávila, Sabana del Blanco y El Retiro, entre otras zonas de Caracas, donde en las últimas semanas ha aparecido la figura de los “pimpineros“, personas que prestan el servicio de llevar agua hasta las casas.
También a escasos dos kilómetros del Palacio de Miraflores vive Job Aguilar, uno de los tantos jóvenes que decidió convertirse en “pimpinero” desde hace un mes para poder ganar algo de dinero y así mantener a su bebé de apenas nueve meses.
Así como Job, que tiene 23 años de edad y ganas de estudiar comunicación social, está el señor Manuel que ronda los 70 años y también hace de pimpinero en El Retiro, un sector al norte de Caracas. Tanto Job como Manuel realizan decenas de viajes diarios con sus pimpinas para poder ganar dinero mientras las personas llenan sus reservas de agua.
En El Retiro no hay agua por tubería desde hace un mes
El Retiro es un sector que queda, literalmente, en las faldas de El Ávila. Es una zona de casas pequeñas y algunas todavía conservan la arquitectura colonial. En esta comunidad de la parroquia San José, municipio Libertador, las personas no reciben agua por tubería desde hace un mes. El servicio siempre ha sido irregular: el agua podía llegar los viernes, los sábados, los domingos o cualquier día de la semana.

Job Aguilar vive en El Retiro. En su casa, junto a su familia, también está su pareja y su bebé de tan solo nueve meses. A Job le gusta el deporte y quiere estudiar comunicación social en la universidad, pero el nacimiento de su bebé le trastocó los planes. Tuvo que trabajar de lo que fuese y cuando quería “ponerse serio” para estudiar, llegó la pandemia.

Entonces Job, sin poder alejarse mucho de su casa, decidió empezar a trabajar en el oficio de pimpineros o carretilleros. Tiene tres envases de agua que soportan hasta 60 litros y asegura que cuando tiene ganas agrega uno de 100 litros a la ya pesada carga. Hace, como mínimo, 20 viajes diarios y confiesa no haber tenido “días malos” hasta la fecha.


“La tarifa más baja son 120.000 bolívares por viaje y la más altica son 150.000. Pero eso depende de la persona que sea”, comenta Job mientras hace su tercer viaje del día. El recorrido promedio es de un kilómetro, pero a ese kilómetro hay que agregarle los 180 litros que carga Job en sus pimpinas azules; la inclinación de la calle que tiene fuertes pendientes y una temperatura promedio de 27 grados centígrados, con un sol particularmente ardiente en estos días finales de mayo.

“La semana pasada una señora salió con un vasito de agua y me dijo, ‘hijo, hágame el favor y me llena este vasito de agua aunque sea, que no tengo nada de agua en la casa’ yo la miré y le pregunté si no tenía dónde vaciar agua y le regalé una pimpina de 60 litros”, recuerda Job. “Luego me enteré que la señora vive sola y que su hijo se fue a España hace tiempo”, agregó.

A Job lo conocen por las calles 1, 2 y 3 de El Retiro. Se ríe cuando dice con orgullo que tenía ocho clientes fijos “hasta la semana pasada”, pero que ahora subió esa cifra a 10. No les lleva agua a todos cada día, sino que reparte sus días entre los clientes. Sus clientes le cancelan por pago móvil o transferencia y algunos pocos le dan algo de dinero en efectivo. Job se vuelve a reír y recuerda que hace un mes él “no servía para esto de cargar agua” y no porque no pudiera, sino porque no se imaginaba estar en esa situación, de trabajar como otros pimpineros.

En el Antiguo Testamento de la Biblia, Job es un personaje que es sometido a duras pruebas establecidas por Satanás y aprobadas por Dios, que buscaba comprobar la fidelidad e integridad de Job. Una de las características del Job bíblico es su paciencia y su bondad. El Job de El Retiro es capaz de recorrer una y otra vez el camino desde las calles de la urbanización al afluente de agua que está en el barrio El Cardón, un lugar que también está a la faldas de El Ávila, pero que nació de forma improvisada.

El Job de El Retiro camina con su carretilla, sus zapatos rotos y su tapabocas improvisado, pero en los ojos deja ver su sonrisa mientras saluda a las personas que le recuerdan que “le tiene un viaje de agua pendiente”.

Manuel carga bombonas de gas y ahora también agua
El señor Manuel tiene 67 años de edad y toda su vida la ha pasado en El Retiro. Manuel vive solo y su trabajo principal era pasar por las casas que tienen gas por bombona, recogerlas y esperar pacientemente el llenado o intercambio de las bombonas. Esta era su actividad semanal y así lo conocía la gente de la zona. Sin embargo, desde hace un mes también optó por cargar agua en su carretilla y llevar el líquido a las personas que ya lo conocen desde hace tiempo.

En la casa de Andrea, ubicada en la calle 2 de El Retiro, su familia estaba acostumbrada a recibir agua una vez a la semana. Era suficiente para que se llenara el tanque que tienen y poder lavar y hacer otros oficios en el hogar. Sin embargo, desde hace 30 días no recibe el agua por tubería y, ya que el señor Manuel les recargaba las bombonas de gas, también lo emplean para buscar agua una vez a la semana.

Las pimpinas de Manuel son más pequeñas. Usa tres de 25 litros y le pagan un dólar en efectivo por cada seis de ellas que llena. “Siempre quisimos transferirle, pero el señor Manuel no tiene cuenta en el banco”, comentó Andrea.
¿De dónde viene el agua?
El agua de la que se “benefician” los vecinos de El Retiro es la misma que usan los vecinos de El Cardón y la misma que usan los vecinos de La Esperanza. Pero Andrea, por ejemplo, no tiene ni idea de dónde proviene el agua. Manuel, Job y los otros pimpineros sí saben de donde viene el agua que llevan a diario.


Alguna vez Caracas pretendió tener el túnel carretero más largo del país. Ese túnel estaba a cargo del entonces ministro dpara Transporte Terrestre y Obras Públicas, Haiman El Troudi, quien en la actualidad es diputado a la Asamblea Nacional por el estado Miranda.
La construcción comenzó en enero de 2012 y era parte de un plan de extensión de la avenida Boyacá (Cota Mil) para conectar la importante vía capitalina con la carretera Caracas-La Guaira. El túnel tendría una extensión de 2,8 kilómetros y, en 2015, ya se había excavado un kilómetro de este túnel. Incluso, en julio de 2015, El Troudi informó que el túnel ya tenía 30% de avance. El mismo ministro prometió que el túnel estaría listo para 2017. Pero no fue así.
De hecho, llegó 2017, específicamente el 22 de enero de ese año, y Nicolás Maduro, anunció la reactivación de la obra y aseguró “estar en condiciones de retomarlo (el proyecto) con fuerza”.
Pero la realidad dista mucho de esas promesas. De este túnel que atraviesa a El Ávila, brota agua constante y con presión suficiente para salir con fuerza por las mangueras improvisadas que emplean vecinos de la zona para poder tener el líquido que ya no llega por tuberías de forma corriente.


Por el túnel puedes caminar y la temperatura cambia drásticamente. Es un poco más frío que en el exterior. El olor a humedad es penetrante y el suelo se hace cada vez más fangoso según se avanza. Hay un punto donde ya no se puede pasar caminando porque hay un cuerpo de agua estancado. Esta agua cae de El Ávila y, cuentan las personas que viven en las cercanías del túnel, ha alcanzado hasta el techo del mismo, es decir, al menos 2 metros de altura.


En Catia la situación no es muy diferente
Así como Job y Manuel, en Catia también hay muchas personas haciendo las veces de pimpineros. El señor Carlos Alberto Torrealba tiene 50 años de edad y vive en Lomas de Urdaneta. Carlos Alberto trabaja dos días a la semana, “solo cuando llega el agua”, que suele ser entre jueves y sábado.
Al día puede hacer 1.000.000 de bolívares y cuenta con casi 100 clientes en la zona del barrio Isaías Medina Angarita. El señor Torrealba tiene este trabajo desde hace seis años, pero cuenta entre risas que “ha salido mucha competencia” en las últimas semanas.
Según la Encuesta Crisis Venezuela 2020, publicada este 20 de mayo por la Comisión de Expertos de la Salud para hacer frente a la pandemia del coronavirus de la Asamblea Nacional, 73,9% de los venezolanos cuentan con suministro de agua de manera irregular y/o de mala calidad. 21,3% tiene ausencia del suministro de agua desde hace más de 7 días y tan solo 4,8% tienen servicio de agua de manera continua y limpia.
