Margarita Lapeira tiene casi 30 años ejerciendo la docencia en Machiques, estado Zulia, pero su quincena apenas alcanza para comprar un cepillo para el cabello.

Día a día debe trasladarse a su plantel en la comunidad agropecuaria de Río Negro “pidiendo la cola” de los camioneros que suben a las fincas. Lo hace por vocación, pero además de ser extenuante, con la escasez de gasolina esta opción se presenta con cada vez menos frecuencia. Mientras tanto dice que depende de “los milagros de Dios” y la caridad de sus amigas para poder alimentarse.

A pesar de ser docente “tipo cinco”, que es la segunda jerarquía más alta en el escalafón, la suma de dos salarios para sus dos cargos docentes fue de 471 mil bolívares para la última quincena (2,43 dólares al cambio oficial de este 5 de mayo). Eso es equivalente a lo que cuesta un cepillo para el cabello que tuvo que comprar el mes pasado porque se le había roto el que tenía.

Después de una vida de cosechar los frutos de su esfuerzo, al final de su carrera, la docente depende de los “milagros de Dios” que se manifiestan en su vida a través de la caridad de sus amigas.

Con un ingreso mensual de 1 millón 442 mil bolívares, incluyendo su pensión y cesta ticket solo podría adquirir el 5% de la canasta básica familiar del mes pasado. Sin embargo, desde que su madre, su hermano y su esposo murieron, con lo que gana “alcanza para comer, y Dios me multiplica lo que tengo”.

“Mi mamá me dejó una casa con corotos, mi hermano un estudio. Hay momentos en los que siento que desespero, pero llega alguna amiga maestra, de las que ahora viven afuera, y me dice: te transferí cincuenta dólares”, contó.

Por dos salarios y medio

Lapeira espera jubilarse pronto. Comenzó su carrera en junio de 1992 enseñando para la Unidad Educativa Estatal Maestra Francisca García, en la parroquia Libertad, y luego tomó un segundo cargo en la Unidad Educativa Cachamana, en Río Negro.

En su caso, el Ministerio de Educación no quiere reconocer su trabajo completo para el liceo Cachamana. Mientras que el artículo 148 de La Constitución le permite ocupar dos cargos públicos a las personas en funciones “académicas, asistenciales o docentes” a Lapeira le reconocen solo 20 horas semanales de trabajo en la institución nacional por el cargo que tiene en la escuela de la gobernación.

De acuerdo con la maestra de Literatura la precariedad salarial ha obligado a renunciar a profesores de calidad en Machiques “que ahora sobreviven vendiendo helados”.

La docente también inició “un rincón dulce” el mes pasado en su casa, en la que vende postres fríos para poder redondear sus recursos. La docente, que nació una inmigrante colombiana que vivía de “planchar y limpiar casas”, había tenido que vender pastelitos en su juventud para poder educarse en el Intituto Pedagógico Universitario Rosario de Perijá, donde se graduó con excelencia. Ahora para poder educar también se refugia en la cocina.

Según la Unidad Democrática del Sector Educativo, desde el 2014 se ha perdido el 50% de los profesionales de la educación pública.

“Yo no me he ido del liceo porque me interesa la educación. Me quero jubilar, pero a veces me duele ¿en manos de quien va a quedar la educación cuando me vaya?”, dijo.

Aunque quiere completar su carrera, Lapeira sabe que estando jubilada recibirá incluso una remuneración económica menor a la que tiene, ya que no incluirá cesta ticket y le preocupa la carencia en la formación de los pocos docentes que quedan.

No se puede llegar

En Río Negro, la parroquia “más humilde de Machiques de Perijá”, en palabras de la maestra, la falla de los servicios públicos ha sido el principal impedimento para el proceso educativo.

La escuela ubicada en el kilómetro 51 de la Carretera Machiques está “algo lejos” de los muchos asentamientos campesinos de donde provienen sus alumnos.

“Ellos salen a las 4:00 de la mañana para llegar a las 8:00 al liceo y el transporte no lo hay”, aclaró.

Sin transporte escolar, los alumnos dependían de la “cola” que recibían de los camiones ganaderos que subían a las fincas. Pero de hace un año para acá la escasez de la gasolina ha mermado la producción agrícola de Machiques.

A raíz de este problema, la escuela trabaja solo lunes, martes y miércoles. Los otros dos días, los liceístas trabajan y no se preocupan por el transporte.

Los docentes que no tienen vehículo propio, como Lapeira, corren con la misma suerte. Pero de acuerdo con la docente de castellano, “tenemos que dar al doble (de esfuerzo) por los niños que no saben leer”.

Lapeira asegura que para los indígenas es más complicado aprender a leer en lengua castellana. En su liceo da clases a muchachos guajiros, baríes y de la comunidad Ayapaina, todos de tradición indígena.

La docente procura “enamorarlos de la educación” ya que a estos jóvenes se le ofrecen otras opciones que parecen ser más fáciles.

“A la patilla y la yuca la sustituyó el bachaqueo de gasolina. Tú ves cómo algunos muchachos empiezan a ser narcos. La guerrilla apoderada y posicionada incluso ha procurado ganarse nuestros espacios, pero yo me he opuesto”, resumió.

Mientras tanto, Lapeira se preocupa por inspirar a sus alumnos a esforzarse por su futuro, tal como ella lo hizo “vendiendo pastelitos” para graduarse con excelencia de educación.

Tercer lapso perdido

A esta comunidad agropecuaria “no le llega fácilmente el internet” y, de acuerdo con la maestra,  el servicio eléctrico, que es la principal carencia del estado Zulia, es tan inconstante que “no se trata de cuándo se va sino de cuándo viene”.

El plantel no tiene conectividad en absoluto desde hace dos años y tampoco cuenta con material didáctico, ya que el estado no ha renovado el lote de canaimitas. La comunidad educativa de Cachamana no tiene recursos para llevar a cabo en cuarentena el tercer lapso del año escolar.

Por eso exigieron al Ministerio de Educación pausar el año académico, sin embargo, ya el estado había decidido terminar el año a toda costa con la instrucción a los docentes de que debían pasar a todos sus alumnos.

Por ahora la solución del liceo ha sido promediar las notas de los dos primeros lapsos escolares y “levantar la mano” para este tercer momento educativo.

Esperan que el próximo año puedan recuperar la materia perdida.

La profe Margarita es ahora “la más vieja en edad y en años de servicio” de ambas instituciones educativas que ayudó a fundar. Sigue en la escuela estatal como dirigente sindical y en el liceo nacional como guía de segundo año de bachillerato.

Dice que su carrera es “un apostolado” y que todavía tiene “la fuerza y el ímpetu para trabajar que no tiene una persona recién salida del liceo”.

“Yo le digo a los padres de mis alumnos que no pierdo la esperanza ¿Por qué vengo aquí? Por vocación, porque amo la educación. Lo hago por sus hijos, porque la educación me duele”.