En Venezuela los niños con deficiencias cognitivas se encuentran en un limbo. Son rechazados por algunos colegios privados que consideran no tener las capacidades para integrarlos al sistema, y compiten con otros casos de niños para entrar en los colegios de baja matrícula que los apoyan.
Ernesto presentó la prueba en 17 colegios antes de encontrar uno que lo aceptara en primer grado de básico, casi llegó a septiembre sin tener cupo. Tiene seis, casi siete años, y un diagnóstico de trastorno del procesamiento sensorial. Aunque en las pruebas de admisión a las escuelas lo toman como si perteneciera al espectro autista, Marianella Madariaga -su madre- explica que Ernesto es de “alto funcionamiento”. Es decir que puede hablar fluidamente aunque le cueste leer y escribir.
Ernesto había estudiado en un preescolar privado en el municipio Baruta, por lo cual tenía que proseguir a primer grado en otra institución, y su psicoterapeuta recomendó que fuera un colegio privado de baja matrícula. Fue rechazado en nueve colegios por los resultados de su informe en la prueba, en otras cinco instituciones nunca le respondieron. En el Instituto Montecarmelo y la U. E. Laura Vicuña, colegios pequeños que se reconocen por ser abiertos a niños de todo tipo de condiciones, les dijeron que no tenían cupos disponibles.
Mientras el rechazo se hacía sistemático, Ernesto preguntaba: “Mami, ¿ahora sí me aceptaron?”.
“Yo salía llorando, era imposible no transmitírselo a él”, dijo Marianella.
En la actualidad Ernesto estudia en Centro Infantil en Altamira llamado Indase, un colegio inclusivo de bajo costo en donde los padres luchan por mantener a flote la institución y que no cierre por motivos económicos. De igual manera, Ernesto tendrá que buscar otro colegio para continuar su educación en bachillerato, ya que Indase solo ofrece educación inicial y primaria.
Autismo, una palabra que causa rechazo
John Martínez, abogado y padre de otro niño dentro del espectro dijo que “la palabra autismo causa rechazo a penas se escucha”. Su hijo Juan Pablo también tuvo que pasar por el proceso tortuoso de aplicar a siete colegios privados del este de la ciudad para ser admitido en un primer grado.
También se trata de un niño autista funcional y muy cariñoso, afectado mayormente por TDH, el Transtorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. Aunque de acuerdo con el documento “conceptualización y política de educación especial” emitido por el Ministerio de Educación, en Venezuela se considera el autismo como una discapacidad, John Martínez cree que su hijo es más que un niño “especial”.
Para ellos, la alarma sonó un día en el que fueron a buscar a Juan Pablo al colegio un poco temprano y lo vieron jugando solo en el parque, sin supervisión ni compañía, mientras los otros estaban en clases. Fue suficiente para decidir cambiarlo de escuela.
“Si en un grupo de diez alumnos, dos no les rinden, ellos arropan a los ocho que sí rinden y a los que no que el sistema se los lleve”, dijo Martínez sobre la educación en Venezuela.
Cuando el infante presentó sus pruebas de admisión, tuvo problemas para concentrarse, de manera que algunas pruebas las pudo terminar y otras no, sin que se le diera una segunda oportunidad. Luego eso se veía reflejado en el informe.
“En una de las pruebas en el colegio Emil Friedman el teléfono de la profesora que lo supervisaba empezó a sonar. Juan Pablo agarró el teléfono para dárselo a la maestra y que pudiera atender. Por lo visto eso no le gustó. Otro colegio en el que no quedamos” dijo Martínez.
Durante la entrevista en la U. E. Instituto Escuela le preguntaron John Martínez si no había pensado en inscribir a Juan Pablo en un colegio especializado, pero, dada las grandes capacidades de Juan Pablo, los papás Martínez no querían frenar sus potencialidades para aprender.
Eso también le pasó a Andreina Márquez, mamá de Andrés, en uno de las instituciones especializadas para niños autistas, el centro Cepia de la Fundación Autismo en Voz Alta. Le dijeron que su hijo tenía muy buenas condiciones y que Andrés podía adquirir malos hábitos de niños “más comprometidos en el espectro”.
Entonces …¿Educación pública?
Ninguno de los padres de los tres niños contempló la posibilidad de inscribir a su hijo en una escuela pública, en vista del deterioro del sistema educativo.
Los Martínez consideraron introducir un recurso de amparo constitucional contra esos colegios por discriminación, pero decidieron optar por la concientización a la sociedad.
“El mal rato de sentarme frente a un tribunal yo lo paso por mi hijo, pero si después deciden a nuestro favor, igual no voy a meter a mi hijo en ninguno de esos colegios que lo rechazaron, porque esa actitud no está bien” dijo John Martínez.
La neuro diversidad en la educación
La Sociedad Venezolana para Niños y Adultos Autistas (Sovenia) hace un diagnóstico temprano a los pacientes en el espectro autista y los atiende con terapia de lenguaje, así mismo ofrece ayuda en la administración de sus tratamientos.
María Ruso, presidenta de Sovenia, explicó que el problema principal de la educación para autistas en Venezuela es que en las escuelas públicas las deficiencias hacen que el proceso de aprendizaje sea más difícil para los niños “neurotípicos” y que “cada vez hay menos colegios que aceptan a los niños autistas y menos profesionales especializados en Venezuela”.
En el país la “educación especial” es una de las tantas menciones de la carrera de Educación, y no una de las más populares, mientras que de acuerdo con Ruso, cada vez se diagnostican a más niños dentro del espectro autista. Sobre esto, el Estado no levanta cifras, pero la Universidad Monte Ávila calcula que se presenta en 1 de 49 niños, de acuerdo con sus estudios en la especialización de educación para Trastornos del Espectro Autista.
Por eso en el 2016 se intentó promulgar desde la Asamblea Nacional la inclusión de una asignatura referente al autismo a los planes de estudio de las carreras de Educación, Psicología, Pediatría, Psiquiatría, Terapia de Lenguaje y ocupacional, como parte de una legislación que amparara a los niños y adultos con autismo. El 26 de mayo de 2016, la Ley de atención integral y protección a personas del espectro autista y condiciones similares se aprobó por unanimidad en primera discusión; pero no se llegó a sancionar ni a promulgar.
Coromoto Martins, psicopedagoga y profesora en el Instituto Universitario Jesús Obrero de Petare, considera que se deben formar los docentes integrales para poder distinguir cuándo un niño tiene condiciones de autismo.
“El docente debe entender que por ser un espectro es muy variable, no hay dos niños autistas cuyas necesidades sean iguales”.
Su hijo Miguel tiene una discapacidad cognitiva y estudia en el Colegio Psicopedagógico La Paz, que está especializado en atención a jóvenes con la misma condición. Antes Miguel asistía a una escuela pública regular en la que repitió dos grados de forma consecutiva y era acosado por otros alumnos, que se burlaban de su manera de hablar.
En el caso de Miguel, la profesora Martins ha visto grandes avances en su nueva educación. Ahora participa en teatro, actividades extracurriculares, seminarios sobre su discapacidad, planes vacacionales en verano. Sin embargo, la psicopedagoga recomienda que si el niño es de alta funcionalidad, asista a una escuela regular.
¿En qué consiste la educación especial?
Según Blanca Hernández, especialista en la materia, es recomendable optar por una escuela de Educación Especial cuando la condición del niño “es demasiado evidente, para evitar que sufra bullying en la escuela”.
En el colegio que dirige, el Instituto de Enseñanza Integral Vista Alegre le dan atención a una población de niños con diversidad, condicionados por parálisis cerebral, síndrome de down, TEA, TDH y otras discapacidades salvo impedimentos motores. Este año escolar, más del 50% de su matrícula tiene la condición autista.
En las escuelas de educación especial los docentes especializados adaptan los objetivos de formación del ministerio a la política de educación especial, y al ritmo del alumno.
“Evaluamos a los niños por la edad y hacemos un plan de intervención individualizada, atención con el psicólogo y terapista del lenguaje”, dijo Hernández.
También toman en cuenta las dietas de alimentación de sus alumnos, y educan a los padres a cómo acceder a esta alimentación sin desmonetizarse.
Lamentablemente estas instituciones no pueden admitir a todos los que quisieran, “tenemos lista de espera, porque en el caso de muchas discapacidades como autismo, somos los únicos que los admiten y no tenemos suficientes docentes para abrir más aulas”, manifestó la directora.