Como docente en el pueblo minero, Mercedes se enfrenta a dos retos: hacer rendir su sueldo mínimo en una ciudad en donde un kilo de pollo cuesta entre 3 mil y 4 mil bolívares, y evitar que los jóvenes deserten el liceo. Ambas son tareas difíciles. Ni en ciudades donde se consiguen los productos regulados alcanza el salario base. Mantener a los adolescentes interesados en la educación también resulta una odisea en Tumeremo, donde con cinco gramitas (gramos) de oro se pueden hacer casi 200 mil bolívares trabajando en una mina.

Desde hace ocho años Mercedes reside en el pueblo del sur del país y ha visto cómo se vacían los pupitres al tiempo en que se llenan de jovenvitos y jovencitas los yacimientos dorados. Sabe de más de un alumno que cambió los libros por bateas, y en medio de las carreteras, se les puede ver. “A partir de los 13 y 14 años los jóvenes abandonan el liceo para trabajar en una mina”, lamentó la docente en un encuentro con Efecto Cocuyo.

Aunque trabaja en la Unidad Educativa Nuestra Señora de Belén, de la red de colegios de Fe y Alegría, donde los números de alumnos que desertan no son tan altos, sabe de otros liceos en Tumeremo donde las estadísticas son más alarmentes.

En algunos casos, incluso los adolescentes acompañan a sus padres en las tareas mineras para rebuscar los sueldos y ayudar en el hogar. “Ellos lo ven como algo fácil. Dirán que no tienen que estudiar ni esforzarse para poder ganar esa suma de dinero”, agrega. En Tumeremo no valen ni un título de bachiller ni de licenciado cuando de buscar oro se trata.

La deserción no solo es de alumnos, sino también de profesores. En su ochos años laborando en el pueblo como docente, Mercedes ha visto partir a sus colegas porque el sueldo mínimo no les alcanza.

Lo que ganan los maestros en los liceos en un mes lo pueden hacer en la mina en un día de suerte, con una gramita, valorada en unos 37 mil bolívares. Ante los altos costos de los bienes, otra práctica que se ha vuelto común es la venta de efectivo en el pueblo: los vendedores pasan una tarjeta en un punto de venta electrónico, a cambio de una comisión para entregar el papel moneda correspondiente.

No hay docentes en Tumeremo porque prefieren vender efectivo o trabajar en las minas, así ganan más”, dijo. Aunque la falta de maestros azota a colegios públicos y privados por igual desde hace años, Mercedes asegura que “nunca había tenido problemas para conseguir profesores para el liceo, hasta este año”.

La docente también precisó que la tradición minera y la fiebre del oro empiezan en los hogares. En varias ocasiones ha intentado comunicarse con los representantes de los alumnos pero no están en casa. “Llamo para informar sobre alguna reunión de padres y me dicen que no están. Cuando pregunto si puedo llamar al día siguiente, me dicen que tampoco, que lo haga dentro de un mes porque se fueron a trabajar a las minas“, contó la docente

Para el inicio del año escolar 2015-2016, el presidente de la Federación Venezolana de Maestros, Orlando Alzuru, estimó que en el país se necesitaban cerca de 5 mil docentes para cubrir el déficit de maestros y profesores en todos los niveles de educación. No obstante, las estimaciones que hizo en aquel momento el Ministerio del Poder Popular para la Educación fueron mucho menores que las de Alzuru.

En reuniones de mesas de trabajo realizadas luego de la Consulta Nacional por la Calidad Educativa, un profesor universitario contó a Efecto Cocuyo que las proyecciones del ministerio rondaban en un déficit de 1.700 docentes, especialmente en las llamadas áreas críticas de los liceos, como llaman a las ciencias.

En el documento compartido con educadores, que hacía referencia a los graduandos en Educación correspondientes al período 2012-2013, se hizo la aproximación “preliminar” y “sujeta a cambios” de la necesidad de formar los casi 2 mil docentes a nivel nacional para cubrir el déficit en los liceos. Las áreas más afectadas que resultaron del informe fueron Matemáticas, Física, Química, Biología, Ciencias Sociales y Castellano.

El liceo Nuestra Señora de Belén – Fe y Alegría, en Tumeremo, no escapa de la realidad que describe la docente. En su página de Facebook, donde dan anuncios a los estudiantes, padres y representantes, publicaron que se necesitaban cuatro profesores para cubrir las vacantes del centro educativo: un docente para matemáticas para impartir en 2do año de bachillerato, uno de Inglés, uno de Informática y otro de mecanografía. Fe y Alegría Tumeremo

Pero la deserción no es lo único que azota a la educación de niños y jóvenes en Tumeremo. También las bandas delictivas y los hechos violentos que tienen lugar en el pueblo del sur del país. La suspensión de actividades académicas no solo estuvo a la orden del día cuando ocurrió la masacre de 17 mineros el pasado cuatro de marzo. Los toques de queda impuestos por los delincuentes del pueblo también interfieren con el normal desarrollo de la vida comercial y educativa.

El jueves 4 de febrero el pueblo de Tumeremo amaneció desolado tras la imposición de un toque de queda por parte de la banda de El Potro, según reseñó el diario Correo del Caroní. Durante la madrugada del miércoles, los delincuentes fueron aprehendidos por fuerzas de seguridad. A manera de presionar por la liberación de los miembros de la banda, fueron secuestrados unos profesores del Liceo Zabaleta, que liberaron horas después.

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Para Mercedes, que los niños crezcan sin sus padres porque están en las minas termina por hacer que ellos deserten y busquen una vida similar. También la falta de clases merma en el interés de los jóvenes.

Sin embargo, apuntó que también a veces es la vocación docente la que falla cuando se trata de orientar a los jóvenes. “Uno debe tratar de que eso no pase, de que terminen sus estudios y no abandonen la escuela”, afirmó. A pesar de que la vida en las minas es muy cruenta, la promesa del dorado metal es la única que atrae por igual tanto a maestros como a estudiantes en Tumeremo.

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