La Maternidad Concepción Palacios siempre ha sido referencia nacional. Incluso, en 1972 llegó a ser el hospital con más partos en un solo año a nivel mundial con 47.757 casos registrados. Ahora la historia es otra. Madres y bebés deben luchar contra varios obstáculos antes, durante y después del nacimiento, entre ellos la deficiente higiene del centro de salud.
El personal denuncia que ya tiene meses quejándose de lo mismo: no hay cloro, no hay desinfectante, no hay gerdex, no hay jabón para lavarse las manos menos povidine. A veces ni agua hay.
“En los quirófanos no funcionan los aires”, señala Moraima Hernández, infectóloga y secretaria general de la Sociedad Médica. El uso de aires acondicionados es de suma importancia, pues limita la reproducción de microorganismos, olores y virus.
Esto tiene una consecuencia previsible: contaminación. Nada más en los primeros cuatro meses de 2015, según cifras extraoficiales del Departamento de Epidemiología, 816 mujeres adquirieron infecciones asociadas a la atención de la salud, . Es decir, las que inician mientras el paciente recibe tratamiento médico. La cifra presenta un aumento de 59,79% respecto del total de 2014. Una doctora, que prefirió mantener ocultar su identidad, comentó que: “Más de la mitad de las pacientes se infectan”.
Además de ser un grave problema de salud, las infecciones representan un gasto extra para la institución. “Tienes pacientes que deberían durar máximo 72 horas aquí y terminan quedándose hasta tres semanas, o se van y vuelven porque tienen una infección y se tienen que tratar”, cuenta Hernández.
María es enfermera y prefirió no decir su apellido, por razones de estabilidad laboral. Cuenta que ni siquiera tienen gorros ni tapabocas para realizar los procedimientos. “Nos tenemos que mandar a hacer unos de tela, y eso sale de nuestro propio bolsillo. De vez en cuando llegan y yo me los llevo y los lavo para reusarlos, pero igual eso está contaminado”.
La escasez de estos insumos tiene dos años, según relatan. Han tenido que usar guantes como botas para los pacientes que van a entrar a sala de parto, y los pantalones desechables de los médicos los pican en la mitad, haciendo una especie de bata para los pacientes. “Aparte de enfermeras, tenemos que ser costureras”, dice María.
El capital humano también es insuficiente: entre residentes y especialistas hay menos de 10 pediatras neonatólogos para un recinto que al final de septiembre había atendido 7.154 partos y que tiene 428 camas operativas. Moraima Hernández apunta que antes eran cerca de 50 neonatólogos “y les costaba darse abasto”.
Giannina Sue, gineco obstetra y presidenta de la Sociedad de Médicos, asegura que siempre falta algo, pues nunca hay dotación constante de material. “Yo llego en las mañanas, paso por quirófano, y le aviso al administrador lo que me falta. El zanquea todos los hospitales y me lo trae, sino no podemos entrar a operar”.
Tampoco hay reactivos para el laboratorio y bacteriología. En muchas ocasiones no hay inyectadoras ni alcohol isopropílico ni capsulas de Petri. Tubos de laboratorio hay pocos y son asignados a casos de emergencia.
Eyleen Moreno, cuyo bebé nació allí hace 3 semanas, contó que la atendieron muy bien, pero “los antibióticos los tuvo que comprar mi esposo. Y por los pañales, hice cola hasta que tuve 7 meses de embarazo”.
“Antes tenía un stock de medicamentos para donar, pero ya se me hace imposible”, relata una médica que pide no publicar su identidad. Lo mismo sucede con los residentes: suelen llevar medicinas para los pacientes. Así lo cuenta Hernández y añade que las autoridades están al tanto de esta situación. “Se lo contaron a Francisco Hernández, viceministro de Hospitales, y dijo que los proyectos para solucionarlo estaban aprobados, pero nunca pasa de ahí.”
Para la enfermera Esther Figueroa, el hospital “se está cayendo”. Se queja de la escasez de insumos y medicamentos, dice que muchas veces las mismas enfermeras deben traer productos de limpieza para mantener las áreas limpias. “Hay dinero para comprar Sukhois, pero no para comprar Ketoprofeo para una embarazada”.
Las encargadas del servicio de nutrición y fórmulas lácteas aseguran que las condiciones del departamento son críticas. “Ni siquiera hay teteros para los recién nacidos. Las enfermeras nos dan inyectadoras y con eso los alimentamos, pero a veces ni eso hay y nos toca hacer teteros con un vasito plástico y papel aluminio”.
Sueldos bajos
El bolsillo también representa una preocupación para el personal. “Pagan poco y mal”, dicen las enfermeras. La preocupación es la misma para todos los empleados. Hernández cuenta que el sueldo básico de un residente es de Bs 5.900.
La Sociedad de Médicos asegura que el aumento de 134% anunciado por el presidente Maduro es insuficiente. “Piensan que vamos a ganar un dineral, pero con un sueldo base tan bajo el aumento se hace agua. Eso se dijo para que nos quedemos quieto y nos callemos la boca”, según Hernández.
Para ella, los bajos sueldos son una de las principales causas del déficit de capital humano. “¿Cómo hace un médico para subsistir con ese sueldo? No pueden comprar carro, ni casa, mucho menos iniciar una familia.” A su juicio, los recién graduados buscan trabajos en clínicas, porque, aunque igual sufren la escasez de medicinas, los sueldos son mejores.
La infraestructura de la maternidad tampoco está en las mejores condiciones. No siempre hay agua por problemas con las bombas y las enfermeras aseguran que eso ha convertido sus zonas de descanso en “un nido de ratas”. En algunas zonas, el techo se está cayendo y si llueve mucho el área de admisión se inunda.
En 2010 se inauguró el Edificio Negra Matea como un anexo a la Maternidad, con 56 consultorios y 82 áreas asistenciales. A pesar de que las consultas externas a mujeres embarazadas y personas de cualquier edad se realizan allí, los ascensores no funcionan. Ramon Sardi, médico de la institución, cuenta que hace por lo menos 18 meses que los ascensores no funcionan. “Hay gente que se ha caído por andar bajando y subiendo escaleras”.
Antigua sede invadida
En la antigua sede de la maternidad también hay una cancha deportiva improvisada. Dos familias refugiadas hacen su vida ahí desde hace más o menos un año, a la espera de ser beneficiadas por la Misión Vivienda, según relataron los trabajadores.
Los invasores conviven con las pacientes, empleados y estudiantes bajo la mirada de las autoridades. En la planta baja se pueden ver cómo las familias tienen su hogar equipado incluso con televisores; en el primer piso está la consulta de genética y el laboratorio de citología; y en el tercero, la sede de las dos escuelas de medicina, José María Vargas y Luis Razetti.
Sardi señala que no hay ningún tipo de control en la entrada y salida de los invasores y que las rejas están abiertas siempre y que eso puede influir en la inseguridad. Cuenta que incluso han desvalijado carros en el estacionamiento.
Recuerda que en años anteriores la Maternidad era un centro referencia en todo el continente. “Antes nos enviaban pacientes de toda Latinoamérica y ahora está en estas condiciones.”
La Sociedad de Médicos duda que obtengan respuestas a sus reclamos en el futuro cercano. Le solicitaron una reunión al ministro Ventura para tratar todos estos temas, pero nunca se llevó a cabo, a pesar de que la petición fue firmada y sellada como recibida.
“Esto medio funciona por el personal. Médicos, enfermeras, camareras…todos estamos aquí anegados trabajando, así el hospital esté por caernos encima”, sostiene la doctora Moraima Hernández.
Excelente artículo. Felicitaciones Mariel.