El 4 de enero de 1960 muere el escritor y periodista francés Albert Camus, premio Nobel de Literatura. Tenía apenas 46 años pero su espíritu libertario pervive. Cuatro años duró la ocupación nazi de París, durante los cuales se dedicó febrilmente al periodismo de combate. En pleno fragor de la batalla, escribió varios artículos sobre periodismo crítico que fueron recogidos en el libro Moral y política, publicado por la editorial argentina Losada en 1978. De estos textos tomamos los fragmentos más representativos que presentamos en forma de entrevista; además de un homenaje al escritor este es un recordatorio a un año del atentado contra el semanario humorístico francés Charlie Hebdo, que costó la vida a doce personas el 7 de enero de 2015.
-Es la noche del 25 de agosto de 1944. Estamos en algún lugar de París, en uno de los talleres usados por la Resistencia para imprimir Combat, el diario que hoy deja de ser clandestino. Olor a tinta fresca, a papel periódico, a plomo de las cajas de tipos de imprenta. Afuera, resuenan disparos dispersos, son las balas de la libertad, como las llama Albert Camus, que silban aún en la ciudad:
“En la más hermosa y más cálida de las noches de agosto, el cielo de París mezcla a las estrellas de siempre, las balas rasantes, el humo de los incendios y los multicolores fuegos de artificio del regocijo popular. En esta noche sin igual concluyen cuatro años de una historia monstruosa y de una lucha indecible en la que Francia se enfrentó con su vergüenza y su furor”.
Camus se sienta en una silla reclinable tras un escritorio de madera y enciende un cigarrillo. Se ve fatigado pero feliz. Es un hombre delgado y poco expresivo. Pero sus ojos hablan. La pesadilla de la invasión nazi ha terminado. La Resistencia ha triunfado. Y dentro de ella han combatido muchos de sus amigos republicanos, españoles exiliados en Francia, veteranos de la guerra civil, brigadistas internacionales, soldados de la libertad.
Pero no es de la ocupación que vamos a hablar durante esta pausa gozosa, sino del periodismo crítico. Es un tema que a Camus le interesa sobremanera. Toda su vida ha escrito en periódicos y aunque hace apenas dos años que publicó El extranjero, una novela que demuestra su garra como escritor de ficción, no ha dejado de ser periodista. Por el contrario, la guerra lo puso de nuevo frente a la máquina de escribir como trinchera de combate, dado que por su tuberculosis no fue admitido en el ejército.
Ahora desea hacer una reflexión sobre la prensa que merece Francia tras la guerra.
–Cuando redactábamos nuestros periódicos en la clandestinidad lo hacíamos naturalmente, sin adornos y sin declaraciones de principios. Pero sé que con todos nuestros camaradas de todos los periódicos teníamos una gran esperanza secreta. La esperanza de que esos hombres que habían corrido peligros mortales en nombre de ideas que les eran caras, sabrían darle a su país la prensa que merecía y que ya no tenía. Sabíamos por experiencia que la prensa de preguerra había perdido sus principios y su moral. El apetito del dinero y la indiferencia por la grandeza había operado al mismo tiempo para dar a Francia una prensa que con raras excepciones, no tenía otro propósito que acrecentar el poder de algunos, ni otros efecto que envilecer la moral de todos. No fue pues difícil a esta prensa convertirse en lo que fue de 1940 a 1944: la vergüenza del país.
¿Cómo vislumbra la prensa que necesita ahora Francia?
Nuestro deseo más profundo era liberar a los periódicos del ansia de lucro y darles un tono y una verdad que apuntaran a lo que hay de más elevado en el público. Pensábamos entonces que un país vale a menudo lo que vale su prensa. Y si es verdad que los periódicos son la voz de una nación, estábamos decididos, desde nuestro puesto y en cuanto modestamente pudiéramos, a elevar a nuestro país elevando su lenguaje. Con razón o sin ella ese es el motivo por el que muchos de los nuestros murieron en condiciones inimaginables, en tanto otros sufren la soledad y los peligros de la prisión.
Camus explica que ellos, los periodistas de la Resistencia no hicieron más que ocupar talleres donde pudieran armar periódicos y publicarlos en plena ocupación. Pero señala que la prensa liberada no es satisfactoria.
¿No es prematuro hacerse una autocrítica cuando aún no se ha estabilizado la situación?
No, es importante que esta prensa se examine en el momento mismo en que está formándose, en que va a tomar su aspecto definitivo. Así sabrá mejor lo que quiere ser y lo será.
¿Qué querían ustedes, los periodistas de la Resistencia?
Una prensa clara y viril, con un lenguaje respetable. Durante años, un artículo podía costar a sus autores la prisión o la muerte, y ellos lo sabían. Es evidente que para ellos las palabras tenían un valor y debía reflexionarse sobre ellas. Esta responsabilidad del periodista ante su público es lo que querían restaurar. Nuestra responsabilidad ante nosotros mismos y ante el país es total. La tarea de cada uno de nosotros es pensar bien lo que nos proponemos decir, modelar poco a poco el espíritu de nuestro periódico, escribir cuidadosamente, y no perder jamás de vista esta inmensa necesidad de dar al país su voz auténtica. Si logramos que esa voz sea la de la energía y no la del odio; de la altiva objetividad y no de la retórica, de la humanidad más bien que de la mediocridad, entonces mucho se habrá salvado y nosotros no careceremos de mérito.
El periodista y escritor critica que muchas veces se ceda al descuido periodístico en aras de la velocidad con que deben ser procesadas las informaciones. Cuando le comentamos que la política de alguna manera ha contaminado el ejercicio del periodismo, confundiendo propaganda con información, Camus no duda en afirmar que muchas veces son necesarios comentarios a las informaciones, así como contrastar las diferentes versiones y diversas fuentes informativas a fin de despertar el sentido crítico del público y hacerlo partícipe de la elaboración del periódico o medio informativo.
–Hay otro aporte del periodista al público. Consiste en el comentario político y moral de la actualidad. Frente a las fuerza desordenadas de la historia, de las que las informaciones son el reflejo, puede ser positivo señalar día a día las reflexiones de una personalidad o de varias. Pero eso no puede hacerse desaprensivamente, sin distancia y sin cierta idea de la relatividad. Desde luego. el amor por la verdad no impide tomar partido.
Aclara Camus que parte de esa responsabilidad del periodista consiste en evitar clisés como las palabras patria y patriotismo cuya sola mención llegaba a irritar a los franceses.
–Para tiempos nuevos son necesarias si no palabras nuevas al menos un nuevo ordenamiento de palabras. Sólo el corazón y el respeto que inspira el verdadero amor pueden dictar este nuevo enfoque. Solamente así contribuiremos, modestamente, a dotar a este país de un lenguaje que sea escuchado. Como se ve, esto lleva a pedir que los articulos de fondo tengan fondo y que las noticias falsas o dudosas no sean presentadas como verdaderas. A este conjunto de elementos llamo periodismo crítico. Y, una vez más, es necesario un tono y el sacrificio de muchas cosas. Pero alcanzaría, quizás, con que se comenzara a reflexionar sobre todo esto.
¿Qué opina usted de algunos periodistas que actúan como si lo supieran todo y hacen gala de una especie de superioridad moral?
Por querer lo mejor se dedica uno a juzgar lo peor y a veces sólo lo que está menos bien. En una palabra, uno puede adoptar la actitud sistemática del juez, del maestro de escuela o del profesor de moral. De este oficio a la jactancia o a la tontería no hay más que un paso. Esperemos no haberlo dado. Pero no estamos seguros de haber escapado siempre al peligro de dar a entender que creemos tener el privilegio de la clarividencia y la superioridad de los que no se equivocan jamás.
¿Cómo escapar a este peligro?
Por la ironía. Pero no estamos -¡ay!- en tiempos de ironía. Estamos todavía en tiempos de indignación. Sepamos solamente conservar, suceda lo que sucediere, el sentido de lo relativo y todo se salvará.
Se indigna Camus porque los diarios le dan más cobertura a un capricho de la actriz Marlene Dietrich que a las atrocidades de la guerra, aunque no por ello considera que los medios de comunicación deban ser aburridos.
–Todo esto es difícil. La justicia es a la vez una idea y un ardor del alma. Sepamos tomarla en lo que tiene de humano sin transformarla en esa terrible pasión abstracta que ha mutilado a tantos hombres. La ironía no nos es ajena y no es a nosotros a quienes tomamos en serio, sino a la prueba indecible que sufre este país y a la formidable aventura que hoy es necesario vivir. Esta definición dará al mismo tiempo su medida y su relatividad a nuestro esfuerzo cotidiano.
Las observaciones de Albert Camus son vigentes aquí y ahora pues los periodistas venezolanos, tras cuatro años excluidos de la Asamblea Nacional, vuelven a ella para ejercer el deber y el derecho de informar. Esto supone que los comunicadores sociales asuman plenamente su responsabilidad para que el periodismo vuelva a ser crítico, independiente y ético, como él lo quería.