Es sábado. Ya han pasado 10 horas en una cola que empezó a la una de la madrugada. El sol decembrino está en pleno apogeo. Hay dos escenas. En la parte sur de la plaza Caracas, casi desbordándose hacia la avenida Baralt, hay un grupo de gente que desafía un cordón integrado por 33 guardias nacionales. El otro grupo trata de guarecerse debajo de la torre Norte donde hay cientos de personas en fila. Tienen la esperanza de que llegue un camión repleto de alimentos a un establecimiento cercano. Hay un murmullo con voces que al final gritan un solo mensaje: ¡Queremos comida!
“Nos engañaron, esto no debería pasar. Queremos comida”, es el coro común de los inconformes. La angustia no les permite callarse. Quieren hablar, quieren dejar en evidencia su necesidad. Cruz Acevedo es uno de los que reclama: ¡El pueblo está arrecho porque se le ofreció comida para hoy y hasta el momento no ha llegado nada!
El anuncio del vicepresidente para la seguridad, soberanía agroalimentaria y abastecimiento, Carlos Osorio, de instalar mercados comunales navideños a cielo abierto partir del 28 de noviembre, hizo que la gente se movilizara.




El funcionario se refirió en sus declaraciones a que se llevarían a cabo más de diez mil operativos en todo el país. No especificó dónde, pero la gente acostumbrada a que la Plaza Caracas es un punto tradicional para estas ventas, igual llegó hasta el lugar.
José Valderrama identifica el anuncio de la venta de comida con Osorio. Viene desde el estado Portuguesa y está convencido de que es el responsable de responder por el ofrecimiento: ¡Soy chavista desde que Chávez surgió y he votado todo el tiempo, pero lo estoy pensando, creo que no uno no debe ser traidor no, como han traicionado a Chávez bastante pero… lo estoy pasando por el hambre que estamos pasando!
No le quedó más que unirse al grupo de la plaza, juntar objetos de la la calle y formar una humilde barricada frente a los militares.
Para Yordelis Hernandez la responsabilidad llega hasta más arriba y acusa directamente al Presidente de la República: ¡No seas idiota, Maduro, sé inteligente!
Para otros como Victor Remolin, parte de la culpa la tiene Lorenzo Mendoza, Presidente de empresas Polar.
Del lado que parecía menos tenso, debajo de la torre Norte, se vislumbra una cola que se pierde de vista. Más de doscientas personas aguardan en la sombra. Hombres y mujeres cabizbajos forman filas de brazos cruzados. Y mientras los ánimos comienzan a caldearse, una mujer llamada Sarai Guerrero, confiesa que no sabe si ejercer su derecho al voto porque la gente con la barriga vacía se pone bruta”.
A menos de un metro, otra mujer se acerca interesada en declarar. Su nombre es María Helena y afirma que es chavista pero que hay que hablar de la realidad: ¡el pueblo está molesto, el pueblo lo que quiere es comida! Al preguntarle por las votaciones, se mostró confusa: ¡estoy que voto y que no voto por esto mismo que está pasando!
María Helena se retira y se incorpora a la cola nuevamente mientras los gritos vuelven a formar parte del fondo, esta vez con otro mensaje: “nosotros necesitamos comía’ pero somos rojos rojitos, no le queremos, escúalidos váyanse”.

El hambre no distingue color político y al final no se llevó a cabo el tan esperado mercado a cielo abierto. Poco a poco, las colas se desintegraron. Para algunos el 6 de diciembre será la ocasión de repetir las colas pero esta vez sin espera de comida a cambio. A otros les gana la incertidumbre de cuándo vendrá el próximo operativo.
¿Engañados? ¿Dónde? Si bastante que dijo el Fiambre que aunque estuvieran desnudos y pasando hambre, nadie debía renunciar a la Revolución. Aquí nadie ha traicionado ningún legado, que quede bien claro