Disturbios y protestas en Chile por el aumento del ticket del Metro de Santiago
Los disturbios y protestas de estudiantes tras el alza del valor del ticket del Metro de Santiago continúan

Todos se preguntarán qué está pasando en Chile. Incluso les debe extrañar cómo un país que tiene una economía tan pujante, -el FMI tiene proyectado un crecimiento alrededor del 2,5% en 2019-, esté inmerso hoy en un clima de inestabilidad social que no se vivía desde tiempos de la dictadura.

Tal vez el presidente Sebastián Piñera seguramente se debe estar preguntando lo mismo.  Hace poco  le declaraba a un canal de televisión abierta que Chile era un verdadero oasis. Quizás las proyecciones que le ofrecían sus ministros en materia de crecimiento le permitían hacer esa comparación.  Mis amigos cercanos que viven en otros países me decían: ¿Por qué hay protestas si en ese país hay tantas oportunidades? 

En los 5 años que llevo viviendo en Santiago de Chile he  comprendido  que el sistema chileno es una especie de embudo. Si no tuviste la suerte de nacer en sectores que el mismo modelo definió como “favorables”, probablemente te toque la parte más angosta.

El país es una especie de espejismo. Durante 30 años nos han vendido un país de gran bonanza económica – que es real- pero que no es transversal en materia de beneficios. El 1% de la población acumula el 25% de la riqueza generada. No busco con esto caer en el discurso progresista y condenar el sistema neoliberal, sino en retratar como este modelo asfixia a una buena parte de la ciudadanía que hoy busca liberarse. 

Y sí, ese oasis tiene problemas como cualquier otro país. Quizás en mayor o menor medida, pero los tiene. Costó a la clase política reconocerlos, pero llegó un punto – este que vivimos hoy- donde la realidad finalmente los sobrepasó. ¿Qué lo detonó?

Si bien el aumento del pasaje de metro fue el gran detonante del estallido social, son muchos años que llevan los chilenos tolerando a una clase política que no hay sabido leer su sentir. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo se lo advirtió al gobierno en 2017: “la desigualdad es parte de la historia de Chile y uno de sus principales desafíos a la hora de pensar su futuro”. ¿Qué hicieron? Nada. Ni la derecha, ni la izquierda han sido proactivos en ese sentido. Este gran problema estructural no es solo responsabilidad de un sector político. 

En medio de este clima de crispación social, es evidente lo complejo que se vuelve lograr una unidad alrededor de las demandas sociales que la ciudadanía chilena tiene, si los discursos se contraponen o van en vías diferentes. Mientras una parte importante sale a las calles para exigir un sistema más justo y poner fin al lucro, los sectores altos (el famoso 1% y quien toma las decisiones) son simples espectadores de cómo la tensión va escalando.

Esta realidad la podemos extrapolar también al gobierno, políticos e instituciones en general. Cuando tienes a un ministro que en televisión abierta le dice a los chilenos que se levanten más temprano para que no tengan que pagar la tarifa más alta del metro, allí descubres la profunda desconexión y falta de comprensión de lo que vive un chileno promedio en su día a día.

En Venezuela vivimos una época de una profunda polarización: chavistas y opositores. Pero en cada uno de esos polos uno podía encontrar distintas capas sociales. En Chile, sucede lo contrario. El país se divide, y cuesta decirlo y asimilarlo así, entre ricos y pobres.  Los santiaguinos dicen que mientras más cerca de la cordillera vives más plata tienes. Y como te apellides, te conocerán y tu futuro definirá.

Es tan marcado el nivel de clasismo, que la región metropolitana muta en su infraestructura de acuerdo a donde te encuentres. Geográficamente esta ciudad se presta para que los sectores de clase media alta no conozcan el centro de Santiago.

¿Y qué es este sistema? ¿Por qué genera tanto enojo? ¿Por qué construyó una sociedad tan fragmentada? Primero un poco de contexto. Este modelo económico que está bajo cuestionamiento fue instaurado por el dictador Augusto Pinochet.

Pinochet envió a un grupo de economistas liberales a la Universidad de Chicago para que aprendieran ideas económicas de los estadounidenses Milton Friedman y Arnold Harberger, y que pudieran ser implementadas en el país. De allí surge el llamado milagro económico que le ofreció al país durante décadas una estabilidad económica, pero con un costo social muy alto.

Al principio pensé que era resentimiento social, viendo los resultados macros que este modelo generaba en el país, pero luego fui descubriendo en interminables conversaciones con chilenos las razones por las cuales les generaba tanto rechazo.

Les plantearé 10 situaciones para que podamos entenderlas: 

  1. La educación es privada. No solo eso, creó una fisionomía segregada y rentista. Para que lo entiendan mejor, la educación reproduce la desigualdad porque, a fin de cuentas, el chileno estudia en la universidad que pueda pagar y no en la que quiere formarse. Por ejemplo, si no eres egresado de la Universidad Católica, probablemente tus aspiraciones de progreso se vean mermadas.
  2. Según la Encuesta Financiera de Hogares del año 2018, un 66% de las familias chilenas se encuentran endeudadas por gastos en materia educacional y 40% de los estudiantes universitarios desertores o egresados se encuentran morosos y cesantes. Después de graduarte, sigues pagando la universidad o el instituto profesional.
  3. De acuerdo a la Encuesta Suplementaria de Ingresos (ESI), el ingreso mensual promedio en Chile es de $760, pero el 70,9% de la población percibe ingresos por igual o menos de ese monto. Es muy probable que la comunidad migrante venezolana esté dentro de ese margen.
  4. Salarios bajos, mayor endeudamiento. Un estudio de Chiledeudas.cl, en base a datos del Banco Central, reveló que el 35% de las personas a nivel nacional adquieren compromisos financieros para cubrir gastos corrientes en productos tan básicos como alimentos, medicamentos y vestuario. El promedio de morosidad per cápita es de $3.500, casi cuatro veces el ingreso promedio disponible de los habitantes que es de $760.
  5. Llegar a la vejez significa ser pobre. Según un estudio divulgado por la Fundación del Sol, 50% de los trabajadores que cotizaron en la AFP (sistema de pensiones) entre 24 y 32 años, y se jubilaron entre 2007 y 2014, obtienen una pensión que no sobrepasa los $200. Cifra muy por debajo del salario mínimo ($418) y que pone en discusión el régimen de retiro en el país.
  6. El sistema de salud chileno está compuesto por modelo de atención mixto. El público se llama Fonasa y el privado ISAPRES. Según la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen), las personas afiliadas a FONASA alcanzan el 80%, mientras que las que tienen acceso al sistema privado de ISAPRE representan menos del 20%. Si bien el sistema de salud público ha registrado ciertas mejorías, la ausencia de hospitales y especialistas, la atención primaria de salud para prevenir enfermedades y la necesidad de reducir las listas de espera que, durante los últimos años, ha aumentado a casi dos millones de personas, siguen siendo problemáticas severas que no se han atendido con la urgencia que se requiere.
  7. En Chile, el cáncer se sitúa como segunda causa de muerte, por detrás de las enfermedades cardiovasculares. Costear este tipo de patología es muy caro en el país porque el sistema de salud pública registra deficiencias de hasta 130 mil especialistas que puedan atenderla. Un paciente con cáncer en etapa 4 (etapa final) necesitaría $45.000 para 6 meses de receta, lo que sería un equivalente mensual de $7.000.
  8. Cárcel para pobres, clases de ética para poderosos. El caso Penta fue uno de los tantos esquemas de corrupción que se revelaron en este último tiempo. Fue una especie de Odebrecht mediáticamente hablando. La empresa emitió boletas ideológicamente falsas y generó un fraude al fisco por el orden de los 27 millones de dólares. La condena para los implicados (empresarios del estatus quo chileno) fue cuatro años de cárcel, pagar una multa de un millón de dólares cada uno -monto equivalente al 50% del valor de los tributos eludidos- y realizar clases de ética.
  9. Cinco apellidos controlan supermercados, farmacias, empresas de energía, universidades, mineras y tiendas por departamento. El monopolio y la colusión es algo que se ha normalizado y ese grupo es el que decide si se incrementa o no el agua, la luz, el gas, entre otros. Son quienes fijan a fin de cuentas las normas sobre cómo debe operar el mercado.
  10. Una investigación periodística determinó, que el presidente de la República, Sebastián Piñera, entre 1996 y 2004, compraba empresas quebradas para ocultar ganancias y evadir impuestos. Bancard Ltda. fue una de las firmas que el mandatario compró y declaró pérdidas por $60 millones de dólares. Y no fue la única, por cierto.

Estas son unas de las tantas razones por las cuales los chilenos están hoy en las calles. Este sistema lo que ha provocado es mayores beneficios para los grupos económicos y menos para las clases bajas.

Como extranjero en esta tierra lo único que aspiro es que haya unidad en el discurso y conducción política. Es urgente que se abran espacios de diálogos que permitan discutir cómo construir sociedad más equitativa; un nuevo pacto social que sea transversal.

Los chilenos no están pidiendo que les regalen todo, sino que se les permita mejorar sus estándares de vida. Todos desean que el país siga creciendo, pero que ese crecimiento no deje atrás a los más vulnerables.  Ellos sí desearían vivir en un oasis mucho más justo y donde puedan disfrutar plácidamente el sol.

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores

 

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