Venezuela comenzó el 2020 (con)movida por crímenes machistas. En los primeros 8 días de este año, 8 mujeres, entre ellas una menor de 10 años y una adolescente, fueron asesinadas por hombres que decían amarlas o desearlas y por ello las mataron.
Una niña de 9 años es secuestrada, violada y asesinada por otro niño, un vecino de 16 años. A una joven de 16, le dispara su novio y luego calcina el cadáver para que las cenizas se las lleve el viento. De los asesinatos de las otras 6 mujeres hay menos detalles.
A pesar de lo grave y alarmante de esos crímenes machistas, los medios de comunicación físicos o virtuales, publicaron, relativamente, poca información sobre estos casos. La convulsión política del país, la crisis económica y las trivialidades fueron las tendencias que ocuparon a los usuarios.
De no ser por la rápida denuncia de estos crímenes por parte de individualidades y organizaciones defensoras de los derechos de la mujer, casi hubieran pasado por debajo de la mesa informativa.
Pareciera que noticias de crímenes, por más graves que sean e implicaciones que tengan, no generan mayor interés ni de los medios, ni del público, cuando todavía hay sabor a fiestas de fin año. Mucho menos mueven conciencias cuando el cuerpo se ha movido tanto.
Los monstruos machistas
Los monstruos machistas están expandidos por el mundo. Quizás, el oprobioso récord de una mujer asesinada por un hombre, al día, no se repite con mucha frecuencia pero los hombres agresores y asesinos de mujeres, si son numerosos en cualquier parte. Los crímenes machistas son una epidemia mundial.
Algunos hombres, quizás más de los que imaginamos a pesar de estos tiempos modernos y de avanzada social, asumen que las mujeres son seres débiles, objetos sexuales de su pertenencia, que pueden ser usadas, abusadas, ultrajadas, golpeadas y asesinadas, cuando a ellos les plazca.
No en vano, en algunos países, al contraer matrimonio, la mujer pierde, legalmente, algo tan importante en la identidad personal como es el apellido. Pasa a ser la señora “de”. “De” es una preposición que, en correcto español, tiene varios significados, entre ellos. “pertenece a…”. Es decir, al casarse, ella pasa a ser de él. Y al comprometerse también o al enamorarse, también o sin nada de ello. Simplemente, por ser mujer.
Esos monstruos consideran que siendo machos, varones como son, tienen el derecho, el poder que la sociedad patriarcal y machista le ha conferido para hacer con la mujer lo que a ellos les da la gana, entre otras cosas, agredirlas de cualquier forma y al final, matarlas.
La impotencia femenina
Al leer la reseña de muchos asesinatos de mujeres por parte de sus parejas –lo que técnicamente se le dice femicidio, en tanto que homicidio de una mujer, o más precisamente, feminicidio en los casos de que el homicidio sea ejecutado por un hombre relacionado sentimentalmente con ella- , se encuentra que algunas de ellas habían denunciado ante autoridades (in)competentes, agresiones y amenazas por parte de su futuro asesino.
Hay casos de que aún cuando las mujeres agredidas denunciaron al agresor ante las autoridades, éste ha terminado matándolas. Obvio que el denunciar no es suficiente si las autoridades no actúan con celeridad y con la seriedad que requiere. Aún así, es necesario denunciarlo. Denuncia que algo queda.
El asunto es que por comodidad, ignorancia o machismo enraizado y expandido, quienes reciben la denuncia de mujeres agredidas o amenazadas, tienden a desestimarlas.
He conocido casos de mujeres que denuncian agresión de sus parejas y las autoridades, faltando a su función y a las leyes, descalifican la denuncia, pidiéndole a la mujer que se quede tranquila, que esas cosas pasan. Entonces, la impotencia femenina se exacerba, el sentimiento de aplastamiento se hace inmenso.
A eso sigue que después de muertas por su pareja, la lucha sigue. La impunidad machista comienza a hacer de las suyas después del crimen. Quienes investigan puede que callen, entorpezcan, se hagan cómplices del agresor. Quienes lo juzgan, tienden a protegerlo. La impunidad a campear. Las muertas se revuelven en sus tumba y las vivas salen a protestar. Algunos vivos también protestamos.
Ni un crimen machista más, se oye.
¿Hasta cuándo?
Pareciera que saber hasta cuándo durará la violencia machista, es la pregunta clave, la piedra filosofal ante la sangrienta e injusta situación.
La fortaleza institucional, el compromiso de los Estados a luchar contra la violencia hacia las mujeres, es fundamental. Parar la impunidad es responsabilidad de los Estados.
La educación por parte de la familia, la comunidad, la escuela, los medios de comunicación clásicos, las redes virtuales, dirigida a cambiar arraigados patrones machistas, a romper patrones de género, es otro fundamento.
Pero la clave será cuando los hombres decidan parar la violencia hacia las mujeres. Sin hombres agresores, no habrá mujeres agredidas. Sin hombres machistas, no habrá más agresiones y crímenes machistas. Podrá faltar mucho pero hasta entonces seguiremos gritando: ¡Ni un crimen machista más!
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