Muchos comercios facturan grandes cantidades en dólares en efectivo. GETTY IMAGES

Recientemente, varios analistas (principalmente analistas con tendencia oficialista) han declarado que Venezuela está recuperándose o, incluso más, que «se arregló». A continuación, separemos la paja del trigo para ver cuánto de verosimilitud existe en la afirmación.

En primer lugar, debemos revisar los niveles de actividad económica que, gracias a los diferentes trabajos de centros de estudios como el Observatorio Venezolano de Finanzas (porque en nuestro país no hay cifras oficiales desde hace varios años), nos dice que se muestran tasas positivas de este indicador a partir del 2° trimestre de 2021 (2.8%), y se espera que el 3° trimestre de 2022 mantenga el alza (9.8%), luego de experimentar caídas consecutivas por más de 7 años. Es decir, estas elevadas tasas de crecimiento se logran porque la base de referencia es baja y, en consecuencia, basta un pequeño repunte para tener alzas destacadas.

Para ilustrar lo anterior, suponga que el país X producía 20 toneladas de arroz y después de 7 años cayó a 4, la contracción fue de 80%. Resulta que el país X, el próximo año eleva su producción a 5 toneladas, por tanto, el crecimiento es de 25%. Pero qué lejanos estamos de las 20 toneladas, ¿no? Ese país X es una cuarta parte de lo que era 7 años atrás, y para recuperar rápido ese nivel, probablemente necesite crecer a tasas de 10% por varios años consecutivos.

Por otra parte, si se compara los niveles de ingresos de la población del 2018 (baja dolarización) con lo que recibe hoy (masiva dolarización) y, además, si le agrega el ingreso por remesas familiares (se estiman que terminen este año en unos US$ 3.000 millones) es natural que se reactive el consumo privado y sienta mejoría. Sin embargo, ¿cuán sostenible es esto?

Para estimar esta incógnita, es fundamental que veamos cómo interactúan las variables productivas, por ejemplo, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2022 (Encovi) un poco más del 5% de la población ocupada está en el sector manufactura y construcción (sectores protagonistas de productividad), mientras que más del 80% estaría en servicios (poca productividad). Y, por cierto, si a esto se le añade que no gozamos de ofertas crediticias, es fácil concluir que no hay señales de crecimiento robusto y sostenido a la vista.

Igualmente, la Encovi detalla cómo el crecimiento de los últimos trimestres beneficia a la Gran Caracas (aquí se encuentra el 38% de los hogares del quintil más rico, resaltando que aquí solo se ubicaría el 16% de los hogares del total nacional). En síntesis, es notable la fuerte desigualdad del crecimiento entre la capital (asociada a servicios básicamente) y el interior del país (asociado a minas, agricultura, manufactura, entre otros).

Para terminar, no podemos afirmar que un país «se arregló» cuando persisten tasas de inflación mensuales que superan el 20%; cuando la provisión de servicios básicos sigue teniendo severos problemas; cuando la institucionalidad es débil; cuando la informalidad representa cerca del 80%; o cuando tu principal industria no cuenta con los recursos para recuperar al menos la mitad de lo que fue hace 10 años atrás.

¿Crece el país? Sí ¿Es un crecimiento resistente? Bajo las condiciones actuales, claramente no. Por desgracia, es como dicen en mi pueblo: «es una alegría de tísico».

En fin, hace falta que confluyan más elementos para afirmar lo que todos deseamos: que Venezuela definitivamente se arregle.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: «La banalidad del mal»

Economista con un Magister en Políticas Públicas. Colaborador de varios medios nacionales.