Ya para nadie es un secreto en el mundo geopolítico y geoestratégico global que estas dos capitales están interactuando como un eje diplomático-económico-militar. Sus dos puestos claves en el consejo de seguridad de la ONU, que les otorgan poder de veto y el actual estatus económico de China, los colocan como la contraparte más organizada en el actual sistema-mundo. Pero es importante destacar el rol y las perspectivas individuales de cada país de este nuevo eje en el contexto actual.
Comencemos por Rusia. Este país llegó a tener un estatus global de “superpotencia” por más de cuarenta años. Junto a Estados Unidos monopolizaron la hegemonía internacional por varias décadas. Claro, era en formato URSS que ampliaba territorio, población, áreas de influencia y acceso a recursos. Después de 1989 todo quedó atrás, además de la división territorial -la pérdida del poder centralizado y el descalabro económico interno- el estatus de “superpotencia” se desvaneció y con ello, la influencia global. Si acaso mantuvo algún respeto fue por la posesión de armas nucleares y el poder de veto en la ONU. No obstante, al no tener capacidad económica amplia, su posición en la arena internacional se debilitó dejando el camino libre a los EEUU, que sí conservó y fortaleció su estatus de “superpotencia”. Sin embargo, con la llegada al poder de Putin, un ex funcionario de la antigua KGB (servicio secreto soviético) éste nunca olvidó el rol que cumpliera la URSS en el mundo y por todos los medios, intentó recuperar ese lugar perdido. Rusia ahora se reencontró con China en pleno auge y pusieron de lado sus diferencias históricas, para dar paso a una alianza necesaria. Aunque los rusos pretenden jugar su propio juego, China tiene muy claro que la “superpotencia” es ella y por ende ha “colonizado”, por llamarlo de alguna manera, a Rusia en términos de dependencia económica, para poder usarla como herramienta de acciones geopolíticas.
China, en cambio, ya está alcanzando el estatus de “superpotencia”. Cada día actúa con más peso en la escena internacional. Ya trata de tú a tú a la otra “superpotencia”, los EEUU, y se apoyan en los rusos, que son unos verdaderos expertos en información, contrainformación y desinformación para copar las agendas noticiosas globales. Pero ellos en paralelo están aprendiendo rápidamente para luego no depender de nadie en este sentido. Aprovechan muy bien el conocimiento y las relaciones que tienen los rusos en todos los continentes y los han puesto al servicio de su crecimiento económico y diplomático global. De manera tal, que tienen más claro el lugar que deben ocupar en el mundo y son la metrópoli en el eje que han formado con los rusos. Aunque hasta ahora la relación favorece a ambos actores globales, es muy probable que en el futuro cercano sea China quien lleve la voz campante, por el extraordinario poder que le otorga el tamaño de su economía.
En suma, este eje es una enorme realidad en el contexto actual. Ya se siente en el escenario internacional su dosis de influencia en todos los continentes y en ambos hemisferios. Sin embargo hay que destacar que el verdadero centro de mando y control está en Beijing y no en Moscú. Aunque parezca un centro de poder coordinado, no lo es. La dependencia económica rusa es cada día más grande con el gigante asiático y ello repercutirá seguramente en el mediano plazo. Quien está destinada y tiene la capacidad para ser “superpotencia” es China y no Rusia, como siempre lo ha soñado Vladimir Putin. Por eso, éste tiene siempre una doble mirada: una hacia el occidente y otra de reojo -al hasta ahora- a su par chino. No se sabe a ciencia cierta hasta cuándo serán pares y cuándo llegará el momento de una subordinación abierta. No es un cuento chino, es una realidad global.
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