Reportan 418 nuevos contagios de coronavirus y 4 fallecidos este #15Jul

En un mundo tan disímil y discrepante como el actual hay, al menos, un consenso: la prioridad es lograr el control de la pandemia del COVID-19.

A nivel de los Estados se apuesta a que las medidas preventivas surtan efecto, pronto se disponga de una vacuna y se garanticen los medicamentos específicos a todas las personas que los necesiten.

En el ciudadano y ciudadana de cualquier lugar, a pesar de la diversidad de necesidades, hay también deseos compartidos, más allá de cualquier frontera. La pandemia del coronavirus nos ha hecho saber lo que es un mundo globalizado. No solo por el alcance de la tecnología, sino por la similitud de los sentires humanos.

La pandemia y los deseos comunes

No hace falta indagar sobre una muestra representativa de la población para saber qué es lo que más se desea en estos momentos. Hay decires unánimes. A la vista y oído de quien ponga atención.

El deseo unánime de la gente, en cualquier lugar, es volver a la normalidad lo más pronto posible. Recuperar la libertad de movimiento, liberar el rostro, tocar otra mano, quizás otro cuerpo y que eso no sea un riesgo para la salud.

La gente quiere tener idea cierta de cómo será la vida después de la pandemia. Lo que llaman la nueva normalidad. Sea como sea, al ser normalidad, será la normalidad.  También se desea tener alguna certeza con respecto al futuro.  Poder planificar. El futuro se ha extraviado.

Sin embargo, es necesario tener conciencia de la magnitud del problema que enfrentamos y que deseos no preñan.

Lo que no es posible, por ahora

Quizás por mucho más tiempo de lo que quisiéramos tengamos que ocultar las sonrisas públicas. No porque no las expresemos sino porque cuesta mostrarlas/captarlas detrás de un antifaz bucal. A lo mejor aprendemos a sonreír con la mirada. Hay gente que ya lo hace. Y cuando abandonemos las mascarillas sabremos sonreír por partida doble. Será hermoso.

Quizás por mucho tiempo no podamos asistir a eventos masivos, de esos que permiten cierta descarga de adrenalina, contactar con los demás, darle rienda suelta al disfrute. Inclusive a los afectos. Un evento masivo, como algunos realizados en estas circunstancias puede tener consecuencias negativas son inestimables para la salud.

Quizás por mucho tiempo no podamos viajar a encontrarnos con seres queridos, conocer otros espacios, disfrutar donde nos guste o realizar negocios. El mundo se hizo virtual, nos vemos a través de un “zoom”.  Cada vez estamos más lejos uno de otros, aunque pareciera que es allí mismito.  Al menos la barrera del tiempo se rompió.  La cosa es en vivo y en directo, eso sí.

Quizás por mucho tiempo no podamos volver a los rituales tradicionales de la muerte,  acompañar a seres queridos en sus últimas, asistir a sus exequias. Eso pasó a ser prescindible. La tristeza, los duelos ahora son más largos, dolorosos y difíciles de superar.

Tampoco, por quién sabe cuánto tiempo podremos bailar como lo hacíamos, al menos los de más edad, antes de la pandemia: agarraditos, apretaditos. Menos mal que las nuevas generaciones parecieran visionaria y hace tiempo impusieron ritmos para bailar separados. El asunto es que después del baile puede provocar acercarse muy cerquitica y, entonces, cerrados los locales nocturnos de baile. No más fiestas bailables. El mundo se hace más aburrido.

Lo que nos queda

Ante lo larga, complicada y riesgosa de esta pandemia, en la que el alejamiento es necesario para contenerla, la paciencia y la firmeza son clave para continuar. Ahora que las autoridades de algunos países han dejado la responsabilidad de la protección en las manos de la gente, el peligro es mayor.

Aunque nos cueste reconocerlo, hay gente irresponsable, incrédula, atrevida en su ignorancia, egoísta. Poco le importa los demás. Nos pone en riesgo a todos y todas. Por ello, cada quien tiene que ser estricto con su protección.

Que haya que volver a etapas superadas de la cuarentena o confinamiento, pues hay que volver atrás, lamentándolo, pero la comprensión aquí es clave. Las pandemias son variables, sorpresivas, letales y nosotros, tú, yo, aquellos, muy vulnerables.  No lo olvidemos.

Paciencia, fortaleza, responsabilidad, empatía, comprensión, vulnerabilidad, son términos a tener con nosotros. Memorizarlos, repetirlos, internizarlos, hacerlos nuestros.  Ah, y solidaridad a todo dar. Esas son algunas claves para aguantar esta dura e inédita experiencia que vivimos. 

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Cuarentena de cien días y más

Leoncio Barrios, psicólogo y analista social. Escribidor de crónicas, memorias, mini ensayos, historias de sufrimiento e infantiles. Cinéfilo y bailarín aficionado. Reside en Caracas.