La expresión crímenes de odio, una categoría jurídica/social de relativamente reciente data, puede resultar confusa. Al fin y al cabo, todo crimen expresa odio hacia la víctima, incluidos los llamados crímenes pasionales, los motivados por “amor”.  Te mato porque te quiero, es parte del pensamiento machista.

La categoría crímenes de odio alude a la agresión, en cualquiera de sus formas, a la víctima por ser como es o por ser parte de un grupo social al que el agresor desprecia, detesta, odia. Las razones de ese odio pueden ser sexuales, de género, raciales, religiosas, étnicas, clasistas, ideológicas, entre otras.

Odios sexuales

La celebración anual del orgullo GLBTI suele ser una gran fiesta con algún tono reivindicativo. En muchos países, gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, intersexuales y otras minorías sexuales, celebran los logros en materia jurídica y social que han tenido en los últimos 50 años y expresan nuevos retos.

Los países de Europa y de América del Norte son líderes en los logros de los grupos GLBTI. Algunos pocos países de América del Sur le siguen los pasos, pero gran parte del mundo, concentrada en Asia, África y la mayoría de los países latinoamericanos ignoran, sancionan, algunos con la muerte, no necesariamente sentenciada por un juez o jueza, a quienes tienen prácticas sexuales alternativas a las heterosexuales.  Las iglesias, de cualquier credo, suelen ser instigadoras del odio de sus feligreses hacia quienes aman alternativamente. 

Preocupa e, inclusive, sorprende que se agredan a personas GLBTI en los países donde hay sistemas legales de protección a esas sexualidades alternativas.  Por lo general, esas agresiones provienen de la gente del común, pero también de figuras de autoridad. Odio es odio.

Muérete, maricón

La semana del orgullo GLBTI del 2021 cerró en tono trágico. Un joven gay fue asesinado en coincidencia con ese fin de semana.  Pudiera ser un crimen de odio más, otro de los tantos que se producen en el transcurso del año en cualquier parte del mundo, pero este, por sus circunstancias produjo, conmoción internacional. 

Samuel, de 21 años, salió de un local nocturno en una pequeña ciudad de provincia española. Iba acompañado por amigos y amigas.  Como cualquier otra persona de esta época, Samuel manipulaba su teléfono móvil. Otros jóvenes, que también salen del local, creen que les ha fotografiado, le reclaman, y algo han debido captar los agresores de Samuel que lo insultan y golpean acusándolo de maricón. Maricón, término que algunas veces es expresado en tono cariñoso, en esta ocasión fue de odio.

A Samuel lo mataron por “maricón” en España, uno de los países líderes, no solo en Europa sino en el mundo, en derechos y libertades sexuales. Un país que se jacta de ser “gay friendly” y donde el orgullo por una sexualidad alternativa puede expresarse a cualquier hora y lugar.  Por ello el impacto de este crimen en la opinión pública mundial. Y es que un país puede lograr una institucionalidad jurídica de avanzada, pero su sociedad, la mentalidad de su gente, puede ir a la zaga de esos cambios.

Apariencia y esencia

El discurso de lo políticamente correcto se ha extendido en buena parte del mundo. Ha institucionalizado y dado un tinte de contemporaneidad a la hipocresía que, históricamente, ha caracterizado a las sociedades.  Se aprueban leyes, se conceden derechos, se asumen que hay cambios progresistas pero buena parte de la sociedad, por lo general en voz baja o muy en sus adentros, sigue siendo xenófoba, racista, homófoba, clasista, machista y cualquier otra creencia que haga sentir odio hacia quién sea diferente a la mayoría.

Parte de la sociedad contemporánea ha aprendido a expresarse como lo establecen las normas de lo correcto políticamente, donde predomina el discurso de la tolerancia como aceptación de las diferencias. Eres diferente y te puedo tolerar (¿soportar?), parece decir. Y es que la tolerancia se ejerce desde el poder: te acepto, o no. Tolerar no es suficiente. 

Los gobiernos deberían promover el discurso del reconocimiento (darle visibilidad) e inclusión a todas las personas a través de la igualdad jurídica. La igualdad social se cuece a fuego más lento, pero la idea de respeto hacia la otra persona, sea quien sea, pertenezca al grupo que sea, es fundamental. Si hay respeto, hay igualdad.

Los jóvenes que asesinaron a Samuel, como cualquier persona que sienta y promueve el odio, no saben de igualdad, sino de poder.  Somos más, somos heteros y podemos hasta matarte, Samuel o Samuela. Esto, como paradoja, a haber crecido y educado en un país donde en materia de derechos para las minorías sexuales es referencia en el mundo.

Es necesario entender que las leyes, decretos y discursos a favor de las minorías sexuales, como también hacia las mujeres y otros grupos vulnerables, son necesarios, constituyen un soporte jurídico fundamental. Pero hay que tener en cuenta que esas disposiciones pudieran cambiar comportamientos para evitar sanciones, pero no necesariamente cambian las formas de pensar y mucho menos de sentir de la gente.

Aunque en las manifestaciones de protestas por el asesinato de Samuel, la consigna central haya sido, “NI un@ más”, lamentablemente, habrá más crímenes de odio, en cualquier parte.  Mientras haya gente que odie a la gente distinta, el odio se expresará.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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Leoncio Barrios, psicólogo y analista social. Escribidor de crónicas, memorias, mini ensayos, historias de sufrimiento e infantiles. Cinéfilo y bailarín aficionado. Reside en Caracas.