Dicen que Churchill era un analista de primera línea. No podía esperarse menos de quien dirigió parte del esfuerzo de la guerra hasta la victoria en contra del ejército más importante de su tiempo. Siempre me llamó la atención y me llenó de admiración su capacidad para elaborar discursos que apelaran al alma del pueblo británico, su empeño en no desfallecer aún en las horas más oscuras. Churchill supo convocar a la gente a realizar un esfuerzo por la supervivencia de su nación. Me parece genial aquel discurso en el cual declara que lucharán hasta el último hombre y hasta el último rincón para vencer.
Existe una relación causal entre el discurso y las acciones. Estas últimas deben ser justificadas ante los demás, deben tener una razón de ser. Ésta solo puede transmitirse a través de una construcción discursiva que apele a las masas, que explique desde la razón, que convoque a la gente al esfuerzo de construir a favor de una idea o de un ideal. Las acciones que se realizan en el vacío solo convocan a los militantes, el silencio o la estupidez. Son incapaces de apelar a las grandes masas. Uno no puede pretender que la gente salga a la calle o defienda una trinchera, efectiva o metafórica, así nomás porque sí.
A los venezolanos nos encantan los actos de voluntad. Creemos que es posible demostrar músculo sin tenerlo realmente. Como si fuera suficiente con echarle bolas para que la vaina salga pa’lante, sin planificación, sin convocar a los demás, sin explicarles los porqués de las cosas. Hace poco conversaba con unos amigos, políticos profesionales, que decían que el problema del país es que no se actúa con firmeza. Yo decía que era necesario construir un discurso que convocara.
La respuesta no se hizo esperar: a uno lo acusan de iluso con cierta facilidad. Mis amigos creen que todo está dicho, que la gente sabe de lo que pasa, que esta arrecha, que un liderazgo más arriesgado, un liderazgo insurgente sería suficiente para acabar con esto en cuestión de horas. Ilusos. En general los ‘deseos no preñan’. Dicen que Churchill no tomaba decisiones sin tener claridad en los objetivos, sin haber estudiado suficientemente el contexto, sin saber de qué se trataba. Es así que dejaba fuera sus preferencias particulares, sus propias creencias y evaluaba el entorno de la manera más objetiva posible. Uno no podría esperar menos de quien pretende dirigir el destino de los demás, en particular cuando se trata de situaciones que contemplan peligro potencial o que ponen en riesgo el futuro.
Todo esto viene al cuento porque me llama la atención el revuelo que ha causado la Sentencia del TSJ referida al asunto de la doble nacionalidad la cual fue ubicada en la Gaceta Oficial número 40909 del 23 de mayo de 2016. Según se pudo leer en la prensa la cosa causó revuelo porque, según se dijo, dejaba sin efecto el art 227 de la Constitución, según el cual solo podrán ejercer la Presidencia de la República los venezolanos por nacimiento que no tengan otra nacionalidad.
Permítanme dejar en claro lo siguiente: no me gusta la manera como legisla el TSJ, me parece que lo hace de manera parcializada, que los muchos de los Magistrados fueron designados de una manera inadecuada. Pero una cosa es una cosa y otra, pues, otra. La verdad es que la sentencia en cuestión tiene que ver con un asunto de Patria Potestad, atiende la situación de una niña menor de edad a la cual se le ha negado el derecho a ser venezolana. Uno se pregunta: ¿cómo a partir de allí se causa semejante revuelo infiriendo que la sentencia de marras tiene que ver con el asunto político venezolano, específicamente con la nacionalidad de Maduro?
Es lógico que en lo concerniente a una persona con varias nacionalidades, prevalezca la venezolana en lo atinente a la aplicación del régimen jurídico que se le aplica. Así, la niña en cuestión tiene el derecho a ser considerada como venezolana, a tener una Partida de Nacimiento y a que se le garanticen las protecciones debidas a su estatus legal. Nada de lo que dice la Sentencia, que la leí entera, está referido a nuestro quehacer político.
Los líderes no pueden dejarse llevar por las circunstancias que los arropan, tienen la responsabilidad de asumir los retos que enfrentan con frialdad, con consistencia o, en caso contrario, pasar el testigo para que se encarguen las nuevas generaciones. Cuando uno escucha las declaraciones enloquecidas que sobre este asunto han hecho algunos de nuestros líderes nacionales se pregunta, si leyeron la sentencia o si simplemente se dejaron llevar por las circunstancias. (canadianpharmacy365.net) Si cosa semejante le hubiera pasado a Churchill, seguramente la Gran Bretaña hubiera sido tomada por los alemanes a principios de la II Guerra Mundial. Sin duda, la calidad del liderazgo dice mucho acerca de los males que sufrimos como sociedad.