Abuso sexual

El tema del sexo, a pesar de lo delicado que pueda considerarse, da para mucho hablar y escribir. Nos concierne a todos y todas.  Una arista de la que hay que volver con frecuencia es la denuncia del abuso sexual como una de las epidemias que azota a la humanidad desde siempre y no ha sido posible detener.

Las epidemias sexuales, trátese de enfermedades, muertes o delitos, suelen estar sub registradas.  Las cifras de lo malo que pasa con el sexo siempre son inferiores a las reales.  Lo sexual está asociado a algo indebido, vergonzoso, pecaminoso, privado y se prefiere ocultar.  Eso incluye el abuso sexual.  Por lo general, solo se reportan/denuncian los casos sangrientos. Por supuesto, los que incluyen muerte.

La inmensa mayoría de los casos de abuso sexual, los que ocasionan trauma psicológico o lesiones físicas “menores”, se quedan en el saco del silencio.  Por los temores y vergüenza que el tema puede generar, instituciones sociales fundamentales en estos casos como la familia, la iglesia, la escuela pueden hacerse la vista gorda ante delitos en pleno desarrollo y son cómplices con su silencio.

El sistema judicial queda comprometido en los abusos sexuales al facilitar la impunidad con procesos amañados y sentencias complacientes a los delincuentes.

Sin embargo hay que reconocer que en los últimos años han habido avances en algunos aspectos fundamentales de este problema: han aumentado, por un lado, la denuncia de este tipo de delito y, por el otro, las sentencias que hacen alguna justicia a las víctimas, así ya no estén en este mundo.

Las persistentes campañas de organizaciones feministas para romper el silencio sobre el abuso sexual y la inclusión de contenidos en los medios y redes virtuales del tema, más el envalentonamiento de mujeres y algunos hombres, han sido factores determinantes en los logros.

Pero, todavía, la inmensa mayoría de niños, niñas y adolescentes se callan. No tienen fuerza para hacerse oír, así lloren.  A veces, no solo el agresor, sino la familia, la escuela, la iglesia los hace callar bajo amenaza.  El miedo, por lo general, se impone. Su sufrimiento se multiplica.

Poner el abuso sexual en la escena pública también ha sido obra de quienes han encontrado en la denuncia de ese delito una forma de hacer negocios.  A pesar de ello, cualquiera que sea la motivación, la denuncia ayuda, fortalece a otras victimas presentes, futuras y advierte a posible abusadores.

La condena judicial al abusador o asesino sexual, cuando es proporcional al delito, en algo alivia el dolor de las familias y amistades de la víctima, satisface algo a los grupos que exigen justicia ante esos crímenes.

Con sentencias justas, quien la impone, dice NO a la impunidad y, eso en la medida de lo posible, se convierte en un alerta para quienes creen que abusar sexualmente es solo goce.  En este sentido, ha habido, recientemente, alentadores casos en Venezuela

Y, aún cuando hay algunos logros en el campo de la justicia terrenal, las iglesias siguen esperando por la justicia celestial.  Los centenares de sacerdotes acusados de abuso sexual y violaciones a feligreses (en masculino porque la mayoría de los casos denunciados son de hombres hacia hombres a diferencia de lo que se denuncia en la vida seglar. Queda eso para pensar) campean su impunidad por la faz de la tierra.

Una bofetada a la sociedad

El Santo Padre, pide disculpas a los chilenos, a la humanidad (¿disculpa es quitar la culpa?) pero no sentencia.  ¿Será que deja eso en manos del Santo Cristo quien, hasta ahora, no le ha podido quitar el trauma a las víctimas?  En esto casos, no se exige inquisición pero si justicia terrenal.

La persistencia del abuso sexual en cualquier contexto es una bofetada a la sociedad que ha sido capaz de impedir el sometimiento de mujeres, niños, niñas, adolescentes, inclusive hombres, por parte de unos que, a cuenta de machos, de una concepción errada de la masculinidad, le joden la vida a sus victimas.  Incluso, se la quitan, solo por unos minutos de placer egoísta.

Es importante tener en cuenta que en el sexo vale todo siempre y cuando sea consentido entre las partes.

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Leoncio Barrios, psicólogo y analista social. Escribidor de crónicas, memorias, mini ensayos, historias de sufrimiento e infantiles. Cinéfilo y bailarín aficionado. Reside en Caracas.