No es bueno acostumbrarse a perder. No es bueno acostumbrarse a tener razón en todo lo adverso. Es pésima idea desconfiar de todo y de todos. Parece un mal hábito no abrirse a la posibilidad de hacer las cosas de un modo distinto. No atreverse es morir un poco. Poco a poco muere, además, quien no experimenta tener o al menos considerar otro punto de vista, uno distinto ni siquiera por curiosidad.

Es malísimo mirar al pasado sólo para decir “éramos felices y no lo sabíamos”, además es casi siempre mentira: no éramos felices ni tampoco ignorábamos un montón de cosas, sobre todo esas que decimos nos hacían felices.

Es terrible darnos cuenta que no nos molestamos todos al mismo tiempo, que la molestia que hoy nos aturde fue pasando poco a poco y a otros. Que muchos aplaudieron algunas medidas que consideraron necesarias aunque no justas, ni legales, pero las dejaron pasar sin que la indignación ni siquiera se asomara.
Fue repulsivo el modo en que cuentos de diarreas en cadena nacional resultaran tan chistosos para tantos. Fue muy desagradable ver la asimilación de los insultos, incluso algunos asumieron con un raro orgullo ser, por ejemplo, “escuálido” con franelita y todo.

Es aterrador asumir que la justicia sea venganza, que en ella no prime la probidad, que el desagravio sea una burla aún mayor que la ofensa. Da miedo cómo miran algunos al oír hablar de acuerdos, de perdón y de convivencia pacífica.

Es increíble el valor que ha perdido decir la verdad. Reconocer la equivocación ahora es cosa de tontos. Querer dialogar con quien piensa distinto se denomina traición. Resulta más fácil subir el tono que mejorar los argumentos. Ya se hacen las cosas porque se pueden hacer y nadie pregunta si se deben. Para muchos, la contención pasó de moda y resulta molesta e inconveniente.

Podemos seguir poniendo calificativos a cada una de nuestras vivencias, a cada experiencia individual y colectiva para provocarnos un efecto revulsivo. Sería lo ideal. Quizás así lográramos darle contexto a esos ataques de angustia que nos abrazan sin tregua. La tregua necesaria, la que puede convertirse en una aliada efectiva y eficaz, y el contexto vital para entender y poder cambiar el rumbo de las cosas.

En tiempos de crisis, en momentos de intranquilidades diarias, mucho beneficia detenerse un momento, quedarse quieto como quien oye pasar el viento, reenfocar, repensar y rectificar. La calma pensada no es enemiga, en cambio la euforia sin cabeza puede resultar en desaliento puro.

Pensemos si no estamos confundiendo fines y objetivos con las herramientas y métodos para hacerlos posible. Si los medios pasan a convertirse en el fin, lo estamos haciendo mal, el plan está mal, hay que redefinirlo y entonces hacer alianzas efectivas, útiles y colectivas.

Si usted es político y quiere ser líder, debe dejar de ser lerdo. Leer no le hará mal, pensar no lo va a matar y hablarle claro a la gente le hará tener más logros que aquellos que deliran por la popularidad que da el populismo ramplón. Debe entender que ser bueno no es ser tonto, así que haga el plan a, el b, el c y hasta el z. Haga equipo con quien resulte útil, deje los egoísmos y sus ambiciones personales, absolutamente legítimas, para cuando las condiciones del país sean buenas. Ah, abandone los atajos, todos son malos.

Si usted es un ciudadano común también tiene tarea. Comprométase con su ciudadanía, es la única que le va a permitir la acción política, por eso leer y pensar también le resultará beneficioso. Tampoco se permita atajos, no sea condescendiente con la injusticia. Trate de ser coherente, abandone el heroísmo inútil. No confunda a los medios con el fin. Sea exigente con sus líderes pero comprensivo, al fin y al cabo muchos de ellos también están soportando la pela. No se sume a la cayapa que el gobierno propicia contra todo aquel que disienta. Propicie redes efectivas y útiles.

Unos y otros debemos retomar la idea de construir un mejor país, uno nuevo, nada de estar mal pegados al país que no fuimos.

Los desertores, los que disienten, los golpistas, los inconstitucionales, la minoría política de este país está en el gobierno. A ellos sólo les queda el poder de las armas, el poder y la capacidad de matar. Ese es el enemigo. Son ellos los responsables.

Hay que actuar con precisión de relojero, con la cabeza fría, con el músculo de los mejores, así que debe hacerse en calma porque vamos apuraos. No es poca cosa, no es sencillo, no ha sido rápido. Pero es posible.

Foto: EFE

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Las opiniones emitidas en esta sección son de la entera responsabilidad de sus autores.

Abogada egresada de la Universidad Central de Venezuela con experiencia en derecho constitucional y derecho administrativo. Asesora en la Oficina del ex Rector Vicente Díaz (Consejo Nacional Electoral)....

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