La grave situación de la diáspora venezolana por América Latina y el mundo revela un nuevo apartheid en el mundo dirigido por el gobierno de Venezuela. No hay cifras oficiales, pero la verdad es que millones de venezolanos han cruzado las fronteras buscando alivio en otros países. Un grupo huye tras la persecución política, aunque no sean reconocida su situación de refugiados o asilados políticos; otros emigran por la crisis económica. Todo esto ha significado una tragedia social inconmensurable.
Por una parte, al tener que dejar la patria se deja también la familia: el esposo o la esposa, los hijos, los padres, los hermanos por lo que conlleva a la destrucción del núcleo familiar. En la capital de un país de la región andina supe de una pareja de dos venezolanos que se conocieron en un autobús e hicieron juntos el viaje y comenzaron una relación. Ella dejó en Venezuela a su esposo y él a su esposa. Otras personas tratan de buscar pareja en el país que los recibe para solucionar problemas de inmigración y económicos.
Desde el punto de vista laboral, se ha evidenciado que los venezolanos trabajan jornadas que exceden lo permitido en las legislaciones locales, muchas veces son sometidos a trabajos peligrosos sin la debida seguridad, reciben salario mínimo sin más beneficios que el jornal diario, el maltrato verbal a veces se hace presente y la xenofobia hacia los “venecos” crece en muchas ciudades, ya se leen avisos: “no se aceptan venezolanos”; lo que lleva a estos inmigrantes a trabajar en la economía informal y mendigar por las calles.
Lo que gana un venezolano en el extranjero solo le alcanza para pagar su renta, alimentarse y enviar algo de dinero a los familiares. La mayoría no llevan una vida ampulosa. En las esquinas se ven ventas de cachapas, perros calientes, empanadas, arepas y café, hay que hacer algo para ganarse algo de dinero.
Las respuestas son lentas
Hay que destacar que ante la crisis humanitaria en Venezuela los organismos internacionales, como la OEA, la ONU entre otros regionales, no han dado respuestas que vislumbren una solución en el país y permita el regreso de todos los que han atravesado miles de kilómetros para tratar de encontrar algún paliativo a su difícil situación.
Es tan grande la diáspora venezolana que la cantidad de personas ha superado la capacidad de repuesta de instituciones como la Cruz Roja, la iglesia católica y otros que ya no tienen capacidad de auxiliar a todos los que acuden a ellos y la crisis se profundiza con el crecimiento de la trata de blancas y el trabajo forzado de muchos menores de edad.
Sin embargo, la actitud generosa de quienes reciben, apoyan y emplean a muchos venezolanos, ha evitado que el desastre humanitario sea de mayor magnitud. Pero es necesaria de forma inmediata políticas coordinadas de los gobiernos y organismos internacionales con la finalidad de buscar soluciones eficaces y oportunas.
Mientras esperamos que esto ocurra, Venezuela pareciera estar condenada a la destrucción hasta lo más profundo de sus cimientos. Y no se avizora ninguna salida en el corto o mediano plazo de una dictadura que ha pisotea la dignidad de los ciudadanos.
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