Por Leoncio Barrios
Se trata de dos logros sociales. En mi articulo anterior decía que a pesar de lo nefasto del 2020 en materia de salud física y mental de la humanidad y los desguaces económicos que aún causa la pandemia del coronavirus, en ese año, en algunos países, se habían logrado legislaciones sobre asuntos sociales que a pesar de lo controversial, en mi opinión, había que celebrar. Cité dos, uno en América Latina y otro en Europa. Hay más.
El matrimonio infantil
Cuando se habla de matrimonio infantil el imaginario social suele irse a países remotos, a culturas que se ven muy distintas a las latinoamericanas o europeas pero, no. Resulta que los matrimonios de menores de 18 años, casi todos arreglados o decididos por la madre y el padre de los desposados, sigue siendo una violación de los derechos de niños, niñas y adolescentes, aún en algunos países del llamado mundo occidental y “civilizado”.
Menos mal que el tema del matrimonio infantil no es tan controversial desde el punto de vista ideológico, político, moral como el del aborto o la eutanasia, y algunos países que tienen pendiente legislar al respecto han procedido a hacerlo sin mayor alharaca. Es solo cuestión ponerlo en la agenda social y legislativa.
A finales del 2020, gobiernos que no se caracterizan por ser de avanzada social como los de la República Dominicana y Brasil, aprobaron leyes que prohíben el matrimonio de menores de 18 años. No vale ni el consentimiento de sus representantes. Otro avance en las libertades individuales y sociales.
Hay que tener en cuenta que el matrimonio infantil suele ser entre una adolescente que salió embarazada o sus padres quieren salir de ella a como de lugar o ven en el futuro marido un buen candidato (económicamente hablando) que no hay que perder. En pocos casos cuenta el deseo u opinión de la desposada. Y, por lo general, el desposado tiene más edad que ella. Visto así, el matrimonio infantil es un acto misógino, ofensivo a la mujer, otra forma de violencia hacia ellas. Casos de varones adolescentes que los casan con mujeres maduras, no suelen ser vistos. Con los varones no es necesario. Además, los varones se respetan.
Aquí me permito un inciso personal que me pone triste y me hace sonreír: si la legislación que prohíbe casarse a menores de edad hubiese existido en los tiempos en que mi abuela, a los 13 años, la casaron con un general de 44 años, quizás mi papá no hubiera nacido y, peor, si legalmente no le hubieran permitido a mi mamá casarse, a los 14 años, con mi papá, de 27, quizás yo tampoco hubiera nacido. Pensar eso me pone triste. Pero menos mal que las culturas cambian y hoy celebro que esas legislaciones existan. Me consta que la abuela paterna y la madre sufrieron mucho porque les impidieron vivir su adolescencia y juventud.
Menos crímenes machistas en España
La recomendación de quedarse en casa debido a la pandemia del coronavirus y, particularmente, el confinamiento estricto a que fue sometida buena parte de la sociedad mundial como prevención, nos preocupó a los analistas sociales por un posible problema colateral de ese encierro: el estallido de violencia doméstica. Particularmente la de parejas maltratadoras, la que más suena en los medios.
Resulta que, a pesar de muchas mujeres quedarse en casa junto a su pareja maltratadora, al menos en España, durante el confinamiento no se disparó la cifra de crímenes machistas. Otro logro social durante la pandemia. Quizás, en otros países algunas mujeres maltratadas no corrieron con igual suerte, pero si la causa de esa sorpresiva noticia en España fuese cierta, podemos esperar que en cualquier parte los crímenes machistas hayan disminuido durante el confinamiento. Ojalá.
Una hipótesis que se maneja para explicar el porqué los crímenes machistas se redujeron en España durante el confinamiento sostiene que, precisamente, el encierro con el enemigo disminuyó el riesgo de ser agredida. La explicación sostiene que uno de los móviles de la violencia machista es la pérdida de control del hombre sobre la mujer, el que ella pueda tomar decisiones, como por ejemplo, decida romper la relación, irse de casa o mantener distancia de la ex pareja. Durante el confinamiento el control del machista fue casi absoluto y las mujeres, como todas las personas, estaban impedidas de tomar decisiones de alejamiento. Todos juntos, todo bajo control, paz en casa.
Queda por ver qué ha pasado en estas especiales y tensas circunstancias que la pandemia ha producido en los hogares con la violencia hacia niños, niñas, adolescentes y personas mayores. Violencias que suelen pasar desapercibidas socialmente hablando. De esa violencia solo se habla cuando produce muertes.
La violencia hacia niños, niñas, adolescentes y personas mayores, absurdamente, pareciera que tiene pocos dolientes. Hay poco observatorio social sobre ella, pocas organizaciones civiles se encargan de atenderla. La legislación al respecto solo existe para casos extremos. Socialmente predomina el pensamiento de que la familia es un coto privado y el mensaje a los legisladores es “con mis hijos no te metas” y habría que agregar “con mis viejos, tampoco, si les pego y trato mal, es asunto mío. Es trapo de familia y se lava en casa”.
A pesar de los logros legislativos durante el 2020, nos quedan muchas deudas sociales por pagar. Ojalá que el 2021, con pandemia y todo, permita al mundo seguir avanzado en materia de legislaciones. Sería una forma de compensar tantas pérdidas en otros aspectos.
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