Por:
Oscar Doval | @oscardoval_
— Cónchale Carmelita, estoy ya fastidiada de tanto esperar ¿tú crees que pase?
— ¡Chica, no seas impaciente!. Tenemos solo 3 horas esperando, recuérdate que es una procesión y eso es lento. Aunque sea en el papamóvil, va parando en muchos sitios. La gente se pone necia y no lo deja avanzar. Ayer le pregunté a Fernando y me dijo que en la ruta que habían publicado, el Nazareno pasaba hoy por la tarde por El Cafetal.
— Pero ¿Fernando sabe de eso? mira que él es ateo.
— ¡Ah pues Emilita!, mi nieto será ateo, pero en eso de las computadoras es un taco. Él es ingeniero de la Simón, ¡summa cum laude!, y él vive de arreglarle las computadoras a “Raimundo y todo el mundo”. Ayer me lo enseñó, y yo mismita lo vi -con estos ojitos que Dios me dio y con los lentes bien puestos- un mapita, como de esos del Metrobús, tenía una ruta en color morado y decía El Cafetal.
— ¡Bueno será!. Menos mal que en estos tiempos modernos podemos ponernos estas franelitas moradas con los “bluyines”, y no todo el traje de satén del nazareno chama, sino estaríamos asfixiadas. Estoy toda sudada. Carmelita, ya debo tener los pelos todos “empegostados”, con este calor ya perdí el “batido”. Pero bueno, la vanidad es un pecado capital, así que la falta de glamour, la entregaré como muestra de humildad y sacrificio al Nazareno. ¡Esperaremos a que pase pues!
— Todo esto es muy raro Emilita, antes del virus este del carrizo, uno iba a Santa Teresa, con aquel gentío. Una toda seria, circunspecta, vestida con el traje completo de nazarena, y esperaba la salida de la imagen. ¡Que emoción!. Una echaba «su llorada» y pedía por todos chama. De verdad, segunda Semana Santa que se nos cayó el plan. Más de 50 años haciendo lo mismo y ahora míranos acá, paradas en el boulevard de El Cafetal, como un par de viejas pendejas, con las franelitas moradas que dicen “Nazareno te amo”. Yo así me siento como pecando, mostrando “las carnes” de los brazos y lo transparente de la tela de la franela.
— ¡Ay Carmelita, no seas antigua!. Las cosas han cambiado chama y creo que para siempre. Hay que ver el lado positivo de todo esto. Yo ahora puedo ir a misa todos los días por Instagram o por Zoom. Sigo las misas del padre Antonio, del padre Luis, del Padre William y a veces del Cardenal Porras, cuando las da. Antes una iba a misa sólo los domingos, “jalándole” a todo el mundo, para conseguir una cola para ir a la iglesia de San Luis o de la Caridad del Cobre. Ahora, yo con mi teléfono chama, voy a misa todos los días y hasta 2 veces al día. Además, me enteré por el padre Antonio que están haciendo una parroquia virtual chama.
— ¡Una parroquia virtual! ¿Qué es eso Emilita?.
— Virtual, virtual. Lo que pasa es que tu no eres computarizada, te tengo que enseñar. Es como lo que juegan los chamos del “play station”, pero religioso. Tienes muñecos que son curas, monjas, monaguillos, diáconos y una iglesia que tú misma puedes construir a tu gusto. Pones el altar y los bancos como tú quieras. Y puedes confesarte y el “muñeco-cura” tiene un menú de penitencias, según los pecados que una cuenta. Y todo eso, en el teléfono o en el televisor. Me comentó el padre Antonio, que están haciendo una aplicación como “Pedidos Ya”, que se va a llamar “Iglesia Ya”.
— ¡Emilitaaaaa! ¿Y eso no es una herejía?
— ¡No chica, Carmelita! Eso es adaptarse al mundo moderno. Lo que pasa es que una está ya vieja y esos cambios cuestan. Ahora, después de Semana Santa, me dedico a enseñarte y te puedes volver una “ciber-devota” como yo.
— Bueno, será Emilita. Pero mira que yo soy bruta con eso de las computadoras
— ¡No chica!. Eso es facilito, yo te explico y te enseño. Poco a poco chama. Te vas a volver la “ciber-devota”, más potente del Cafetal.
— ¡Ay Emilita!, me siento demasiado mal contigo (comienza a gimotear Carmelita). Tu tan buena conmigo y yo tan egoísta contigo
— ¿Qué te pasa Carmelita? ¡Cálmate, chica!
— Ay Emilita, esta mañana fuimos a Santa Teresa, con Maricruz y sus amigas, a ver salir al Nazareno en el papamóvil (sigue llorando a moco suelto)
— Carmelita, menos mal que me lo dices. Porque me lo contó Maricruz y te lo tenía, mira…aquí, guardadito (señalando con los dedos el pecho). Más de 50 años de amistad y te vas con otras a ver al Santo Señor.
— Chama, Emilita. Fue un error. Fue una tentación. Yo dije para que te metieran. Pero Maricruz dijo que no cabías en el carro (agrega entre sollozos)
— Mejor no digo groserías Carmelita, porque estamos en Semana Santa y no quiero pecar de gratis. Es más chica, te perdono, porque el rencor no es de Dios, sino del “cachúo”
— Ay gracias Emilita, no sabes cómo me sentía culpable por esta traición. Me sentía una “Iscariote” (agrega ya más calmada y soplando los mocos en un pañuelo que saca del bolsillo del jean).
— Además, te confieso Emilita que fue una imprudencia, demasiada gente junta en este momento con el COVID tan desatado. Imagínate que me empujaron y terminé pegando la cara de un vidrio del papamóvil, que estaba lleno de huellas de las manos y las caras de otras personas. Yo estaba con la mascarilla, pero igual casi me desmayo del susto chama. Del tiro, salí corriendo para una esquina, me eché gel en toda la cara, las manos, y hasta me metí gel en la boca e hice buches y me puse un poquito de gel en los huequitos de la nariz, por si acaso. ¡Que va!. Demasiada gente infectada y muriéndose Emilita.
— Ay Carmelita. De verdad fue una gran imprudencia de tu parte. Eso te pasa por no haberme avisado. Yo te hubiera dicho: ¡ni de broma vayas que es muy riesgoso!. Chama, yo que estoy en Facebook e Instagram, eso ahora está cundido de puros Q.E.P.D. y de recolecciones de plata para la gente que se está muriendo por la pandemia. Pero bueno chica, qué vas a hacer. ¡Lo que pasó, ya pasó!. Mira reza mucho para que no te hayas contagiado. Además, toma media cucharadita de bicarbonato en la mañana, tu aspirina infantil y demasiada vitamina C, que dicen que espanta al coronavirus. Y no te obsesiones, ni te pongas a pensar todo el día en eso. Mira que eso atrae a la enfermedad. Como le pasó a Antonieta, que en paz esté. Todo el día hablando del COVID y cayó, chama.
— ¡Ay Emilita, no digas eso ni en broma!
— ¡No chica, olvídate de esa broma!. Por cierto, que fastidio chama. Ni asomo del papamóvil.
— Ay Emilita, seamos pacientes. Si me lo dijo Fernando, seguro pasa por acá.
— Chama hablando de otra cosa. Viste que los príncipes de Inglaterra tienen una hermanastra. El sinvergüenza de Carlos no solo fregó a Diana con la Camila esa, sino que además preñó a otra por ahí y tiene una muchacha.
— De verdad Emilita, pobre Harry, no solo le sacan el cuerpo porque se casó con una negra, sino que ahora le sacan una hermana de la nada. Ese muchachito si ha sufrido, vale. Me da una cosa. Yo lo tengo en mis oraciones.
Bueno, podríamos extendernos horas en este diálogo que podría sonar familiar a muchos de nosotros, mientras Carmelita y Emilita, esperan infructuosamente al Nazareno que nunca habrá de llegar, porque el vagabundo de Fernando –quien no se graduó en la Simón, ni en ningún sitio– no le hubiera echado un “mateo” a su abuela, y no aclararle que el Nazareno pasaba por las Mercedes y no por El Cafetal. Sin duda, el COVID y la cibernética están cambiando los tiempos, y la religión no escapa a ello. Lo afirmado sobre la parroquia virtual no es imaginación del que les escribe, por allí se está gestando en nuestro país. Reciban mis mejores deseos y bendiciones en estos días santos.
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