Transcurría noviembre de 2013 y el gobierno nacional estableció un conjunto de anuncios para el sector comercial, específicamente en una tienda llamada Daka, que  llevó a sobrerreaccionar a los ciudadanos y la impulsividad depredadora protagonizó el sainete. Aquel desorden fue posible porque el Ejecutivo forzó a vender a precios bajísimos a la mencionada tienda y buena parte de la población gozó el festín populista.

Después idearon otras medidas y desmantelaron todos los grandes proveedores de juguetes en el país. Y ahora debemos conformarnos con muñecas de trapo porque las jugueterías las aniquilaron.

Y por miedo a que lo olvide, les recuerdo que anteriormente nacionalizaron el sector eléctrico (lo cubanizaron más bien) y no existe una subestación eléctrica que no esté militarizada. Sin embargo, denuncian por cada apagón un sabotaje incomprensible, siendo que los ojos milicianos están prestos a vigilar cada iguana que deambule por el sistema interconectado nacional.

Además, les empezó a gustar ese símbolo del capitalismo, como lo es el automóvil, y empezaron a pavonearse en el sector automotriz. Por lo cual, es sencillo explicar cómo en el 2007 se ensamblaban 170.000 vehículos; hoy se llegará a 1.000 vehículos con mucha dificultad. Sin despeinarnos, exportábamos 260 millones de dólares en autopartes; hoy no rozamos los 4 millones.

Por si fuera poco, la mención especial la carga sobre sus hombros nuestra empresa estatal petrolera, que da cuenta de una producción similar a la que mostramos a principios del siglo pasado. Al colapso de los ingresos petroleros se les ve todas las costuras y pocos podrían negarlo.

Ahora quieren apropiarse del rebaño nacional. Si juzgamos por los antecedentes descritos, creo que las  9 o 10 millones de reses con que cuenta la llanura, desaparecerán paulatinamente del plato común. Aunque -ciertamente- ya la carne de res es una opulencia familiar.

Lo que sigue es destrucción

No sé cuántos estarán aplaudiendo esta decisión, pero cuando aquí se escriba la historia de esta época reciente, lo más difícil será explicar cómo resistió tanto tiempo un régimen político con una hiperinflación devastadora, anidado de mafias, reglas administradas con parcialidad, sin metas saludables, sin rectificación ni por un día, sin pensar en ajustes y sin previsión nacional.

Estas políticas imprudentes sólo llevaron consigo una destrucción de empleo y la más dolorosa depresión económica que tanto recuerda al período especial cubano. Seguirán los ánimos oscurecidos sino hay autocrítica sincera. Sin articulación del ámbito público-privado no se podrá entregar estabilidad y solidez al Estado.

Aquí se verá cómo quincenalmente se duplicarán los precios con estos precursores de la ciencia ficción que creen que el Petro lo aguantará todo. Es preferible que construyan las ‘diplotiendas’ cubanas, donde llegan los extranjeros con sus dólares a comprar artículos que no están al alcance de la población cubana (a menos que reciban remesas de la Florida y trabajen en el sector turístico del país) y capten divisas reales.

Se zapatearon 1 trillón de dólares y ahora le empeñamos la nación a cualquier pujador. Más tiempos turbulentos, amigo Juan. Y el rancho ardiendo.

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Economista con un Magister en Políticas Públicas. Colaborador de varios medios nacionales.