Desde el siglo XIX, nuestro país decidió que los proyectos políticos se resolverían por medio de procesos electorales. Por supuesto, vistos desde la distancia, las primeras experiencias del ejercicio del voto fueron cuestionables y de baja legitimidad, dado que solo podían participar dependiendo del sexo, la propiedad o el nivel educativo y, además, se podían elegir ciertos cargos políticos. Este período quedó marcado por los primeros esfuerzos de darle un cauce institucional a nuestras decisiones políticas.
Luego, a principios del siglo XX se produjeron las transformaciones más profundas de esta herramienta democrática (aunque en las primeras cuatro décadas se retrocedió debido a la dictadura del general Juan Vicente Gómez y del coronel Pérez Jiménez). Así pues, en aquel momento se creó el Consejo Supremo Electoral (quien estaba destinado para organizar y coordinar las elecciones), se realiza un censo electoral y, finalmente, se aprueba el sufragio universal, directo y secreto para todos los(as) venezolanos(as) mayores de 18 años.
Pero estos logros no se materializaron transitando un jardín de tulipanes, sino que fue posible a causa de variadas luchas por muchos años, revueltas populares, intensas jornadas para organizar a las distintas fuerzas del país, sacrificios difíciles de narrar y, por cierto, muchas muertes.
En estricto rigor, si nos detenemos en los distintos sucesos que permitieron construir la posibilidad de votar, hoy no dudaríamos de que votar es un privilegio. Además, hasta ahora, el voto es la mejor manera que tenemos para expresar nuestra visión acerca de la sociedad en la cual deseamos vivir.
Sin embargo, en el último tiempo se ha extendido -con muchas razones, pero con pocas propuestas alternativas- una corriente que apunta a debilitar la importancia del voto o, mejor dicho, a sugerir que el voto no sirve de nada para terminar con los regímenes autoritarios (aunque saben que hay mucha evidencia para rebatir sus argumentos, ¿les suena Chile o Polonia?).
Aparentemente, quienes razonan de este modo sostienen que el caso venezolano es único, exclusivo y lleno de excentricidades (aun sabiendo que la crueldad o las ganas enfermizas de preservación del poder es invariable entre los dictadores y, de hecho, se mantienen por los mismos métodos), por lo tanto, las transiciones democráticas en otros lugares no serían comparables y, en consecuencia, según esta postura, no habría nada que aprender de aquello.
Pero volviendo a lo que convoca el título de estas líneas. Simplemente, el voto nos convierte en protagonista de la construcción de un país. Al ejercerlo, usted está manifestando su voluntad más profunda sobre lo que imagina en ese futuro compartido. El voto permite la posibilidad de que unos pocos no impongan sus pareceres a los muchos. De hecho, el principal método que aplican los regímenes autoritarios (caso Venezuela) para mantenerse en el poder es restarle el valor al voto o impedir que se organice la sociedad civil para exigirlo.
La influencia de poder que usted tiene es el voto. Definitivamente, esta es su cuota de poder para expresar los cambios que desea. Aquel que le ofrezca un camino diferente, solo estaría optando por la violencia que derivan de las balas, tanques y aviones, y no creo que esa sea la solución.
Evidentemente, el proceso electoral venezolano está lleno de ventajismo oficialista, arbitrariedades e injusticias, y nadie lo desconoce. Pero así nos presentamos en el año 2015 y se logró una mayoría apabullante. Esto quiere decir una cosa: si tenemos testigos de mesa, si hay una coordinación robusta y si se participa masivamente, créanme que las opciones que adversan a Maduro & Cía van a obtener buenos resultados.
Hoy la oposición es mayoría ciudadana, solo falta convertirla en mayoría política, y el voto es la herramienta para eso. El otro camino que va quedando es la abstención, pero le hago una pregunta seria: ¿cuánto hemos logrado con la abstención? La abstención es la imagen mas fiel de la resignación, la paralización y la nada.
En fin, el ejercicio de votar es la ocasión para ir acumulando los espacios que terminarán desplazando a Maduro & Cía en los próximos años. El camino es largo. Pero este domingo se puede empezar a recorrerlo.
¡Vote!
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