Acuerdo necesario para convivir ¿Nueva ronda de negociaciones?

A raíz de las respuestas a unos tuits que puse en el aire en días pasados, se me presentó este tema como ineludible. La totalidad de las cerca de quince mil respuestas provinieron de la Oposición, y reaccionaban con iracundia al hecho de que yo considerara posible (y natural) que el Oficialismo se presentara a unas hipotéticas elecciones. Antes, con motivo de un artículo publicado aquí titulado “El fenómeno Guaidó”, recibí una andanada de insultos por parte del Oficialismo. En suma, ninguno de los dos extremos tolera opiniones distintas a las suyas en Twitter que, como todos sabemos, no expresa a cabalidad el estado de ánimo del venezolano, pero sí es un indicador de los sectores radicales y, aunque éstos siempre son minoría, no dejan de influir.

Tenemos dos ejemplos históricos latinoamericanos recientes a la mano: la Transición chilena, y el Proceso de Paz en Colombia. En ambos casos con situaciones tanto o más complejas que la venezolana y, sin embargo, después de muchos años se pasó la página. Por supuesto, con costos muy altos. En Colombia tienen una expresión que me gusta mucho para expresar esto, tuvieron que “Tragarse un Sapo”.

La lección es clara: si queremos convivir pacíficamente, los factores en conflicto tienen que ceder. Pinochet tuvo que aceptar que había perdido el Referéndum y le tocaba entregar el poder a quien resultara electo en unos comicios libres y confiables. Quien fue electo, Patricio Aylwin, tuvo que aceptar que Pinochet, nada menos, permaneciera varios años al frente de las Fuerzas Armadas y, forzosamente, compartir resortes esenciales del poder con él. El doctor Aylwin se tragó su sapo porque era pieza esencial de un bien mayor: la consolidación de la democracia. Les recuerdo que los delitos cometidos por Pinochet al frente de la dictadura eran espantosos, por usar un calificativo menor.

Veamos el caso colombiano. Se enfrentaron dos posiciones en cuanto a la resolución del conflicto: la de Uribe (vencer a la guerrilla militarmente y llevarla a la rendición) y la de Santos (negociar la paz). Se impuso la segunda y Colombia se está tragando un sapo gordo y pestilente. ¿Vale la pena? Pienso que sí, ya que lo peor es la guerra. Santos dejó la presidencia con unos niveles de popularidad muy bajos, pero a la larga la sociedad colombiana reconocerá su aporte; al igual que reconocerá que quien sirvió la mesa para las negociaciones de paz de Santos fue Uribe, con su política frontal contra la guerrilla, que la debilitó decididamente.

Venezuela convivió pacíficamente durante los cuarenta años de la democracia que nace a partir del pacto de Puntofijo en 1958, pero ese período terminó hace 20 años (1998), de modo que los venezolanos menores de treinta años no lo vivieron a plenitud. Desde 1999 estamos en un conflicto lacerante, improductivo, empobrecedor, que tiene su fuente en las políticas de Chávez, que se propuso dividir a Venezuela y gobernar en medio de una confrontación permanente que nos ha traído a la situación actual: la ruina del país. Dicho esto, veamos qué nos espera si se logra salir de esta situación.

Si se llega a un acuerdo entre Oficialismo y Oposición para resolver el conflicto mediante elecciones libres y confiables, con toda seguridad vencerá la Oposición. ¿Qué pasará con el odio, fruto de los enormes daños que el Oficialismo le ha causado a Venezuela? Lo primero es separar entre líderes del Oficialismo y la militancia, cuya responsabilidad es menor y, al día de hoy, está compuesta por cerca del 15% del universo electoral.

Un sapo para convivir

Unas tres millones de personas. Si la Oposición les prodiga el mismo trato que el Oficialismo le dio a la Oposición durante 20 años, habremos entrado en un círculo vicioso interminable. Aquí viene el sapo: hay que convivir en paz con ellos, reconocerlos, considerarlos. Exactamente lo que el Oficialismo no hizo durante 20 años con la Oposición. Esto, me adelanto a decirlo, no contempla la impunidad de los delitos, naturalmente.

Este tema hay que ventilarlo insistentemente, ya que el Oficialismo es minoría desde hace años (2015) y tarde o temprano abandonará el poder y la retaliación de las víctimas, que somos la mayoría de los venezolanos que nos hemos empobrecido hasta niveles inimaginables y hemos padecido desmanes impensables, en nada contribuiría con la reconstrucción sana y productiva del país, ni en la instauración de una Democracia Liberal Representativa, con un Estado de Derecho.

No creo que debamos esperar a un desenlace del conflicto nacional para que metabolicemos que si queremos trazar un círculo virtuoso, tocará convivir en paz con los que piensan distinto e, incluso, con quienes endosaron a quienes nos causaron daños considerables. Habrá que tragarse un sapo de parte y parte. El que la inmensa mayoría opositora representa para el Oficialismo, y el que éste representa para la Oposición. Si la Oposición trata al Oficialismo como éste le trató durante dos décadas, no habríamos avanzado nada. Por lo contrario, estaría reproduciendo sus métodos y prácticas no democráticos.

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Escritor. Profesor Unimet. Abogado. Doctor en Historia. Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua.