El voto
En la política se usa “el voto para que los electores elijan a los miembros del gobierno u otros cargos públicos y representantes, éste es una condición necesaria para que un sistema político sea democrático.” No obstante, en muchos países cada vez se vuelve más conflictivo usar esta herramienta como mecanismo de expresión popular. La aparición de nuevos autoritarismos busca la manera de minimizar, diluir y dispersar su impacto, para lograr mantener el poder aún con escaso apoyo de la población. El descrédito hacia el voto sin duda, va socavando el sentido y el espíritu de cualquier sistema político que se precie de ser democrático.
Asociada al acto de votar está la confianza que el elector debe basar en que efectivamente su acto cuenta e influye en el resultado final y por consiguiente, tendrá un impacto político sobre su país y sobre su vida misma.
El voto, la moral y la legitimidad
En una investigación realizada por la profesora Patricia Aude en la Universidad de Carabobo nos señala que: “el acto moral en sociedad y su aplicación al ámbito político, lleva a la idea de los diversos actos de legitimación política, lo cual hace presumir una relación existente entre: acto moral y acto de legitimación”. Es allí donde el voto se convierte en el instrumento por excelencia de generar la confianza necesaria entre el ciudadano, las instituciones y el liderazgo político del país. Cuando se atenta contra el voto desde el sistema político, la confianza merma y los estándares de legitimidad se ven severamente afectados, por tanto, en el mediano y largo plazo se socava la relación entre gobernantes y gobernados con graves consecuencias en la convivencia democrática. Cualquier país que atente contra esta ecuación perjudica su funcionamiento institucional y afecta su reputación internacional.
La ruta de la recuperación
Venezuela es un caso particularmente emblemático en la región en lo que respecta a la pérdida de la confianza en el voto. Diversas razones han llevado a ello y han estimulado una gran abstención en los últimos procesos comiciales. Después de haber sido un adalid de altos niveles de participación y polarización política hemos sufrido hasta hoy una desconfianza hacia el voto, justamente por el deterioro de las condiciones electorales del país. Sin embargo, actualmente, estamos en un proceso inverso. La presencia de una comisión evaluadora de la Unión Europea en el país es señal que podrían avanzar más rápidamente de lo que imaginamos, con acuerdos importantes que reabran la opción electoral con reconocimiento mutuo entre las partes. Al menos, en términos de opinión pública así se está percibiendo. Las últimas mediciones vienen registrando un aumento importante en la intención de ir a votar en los comicios programados para noviembre próximo. Es una muestra que nos dice cuan identificados están los venezolanos con una salida electoral al ya larguísimo proceso de polarización que ha cansado y desestabilizado al país por más de dos décadas.
Votar para cambiar
El voto siempre ha estado asociado al deseo de cambio. A la posibilidad de modificar el estado actual de las cosas. Es un acto de irreverencia y compromiso estimulado por la democracia como forma de expresión legitima. La RAE lo define como “expresión pública o secreta de una preferencia ante una opción.” Pero, con las circunstancias actuales el voto debe ser una herramienta sumada a la conciencia política y la participación en la vida pública para consolidar una democracia que vibre con vida propia y no un apéndice de los intereses grupales distanciados de las necesidades de las grandes mayorías. Se sienten unos primeros pasos en Venezuela, tenemos que irlos acrecentando.
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