Por estos días, pocos dudarían que nos prometieron el paraíso y nos echaron al infierno. Esta es la frase que mejor dibuja  el ambiente nacional. Al evaluar el funcionamiento de las empresas estatales, las instituciones, los servicios públicos y todo el andamiaje gubernamental, se detalla toda su impresionante descomposición. Y ahora la pregunta más extensa es: ¿cómo digerir el colapso total que nos grita?

Se les ha implorado que detengan las incoherencias que formulan en su política económica, porque sólo nos ha llevado a la profunda debacle. Y por si fuera poco, recientemente nos visitaron sus mejores amigos (los chinos) para decirles que desecharan los controles y dieran libertades al emprendimiento (palabras más, palabras menos), pues, el 90% de sus empresas es de capital privado y el Estado los apoya a través de incentivos. En otras palabras, en China el sector privado es favorecido, promocionado  y amparado por las políticas estatales.

Otra enseñanza que quisieron dejarle sus camaradas, durante el Taller de Formación en el Área Económica, fue el manejo y la conducción pragmática de la economía. Fueron distintas las declaraciones que sugerían llevar el ámbito económico al centro, a la racionalidad y a la moderación. Ahora bien, si usted no quiere recibir las lecciones de sus mejores amigos, entonces, ¿a quién podría escuchar? He aquí la desgracia.

Difícilmente este grupo gobernante inmoral puede hacer las rectificaciones que les recomiendan sus compañeros leales. Cuesta creer que el Ejecutivo corrija las políticas perversas que han expandido la marginalidad social.  Medio mundo es escéptico sobre la posibilidad de que usen por dos minutos los anteojos de la racionalidad y promuevan la libertad económica y las actividades empresariales. Al contrario, lo único que puede esperarse del Estado es el patrocinio de sus escuadrones de la muerte, la protección del narcotráfico y el sometimiento al ciudadano.

La contracción económica continúa

En el año se han cerrado cerca de 800 empresas, según Conindustria. Y la mitad de las que quedan operando lo hacen a un 20% de su capacidad. Además, semanalmente cierran unos 15 establecimientos empresariales por la asfixia hiperinflacionaria, la incertidumbre jurídica y el acoso estatal. (Klonopin) No son afirmaciones antojadizas ni caprichosas. Esta contracción en las actividades productivas se refleja en la bajísima oferta de bienes y servicios. Existe evidencia aplastante.

Pero de nada vale la lluvia de lamentos y resignaciones que pueda escribirse. Lo importante es reflexionar sobre cómo salimos de esta catástrofe. En este espacio siempre propondré el cambio político en democracia, dado que los distintos tenemos que conversar, converger en acuerdos de gobernabilidad, convivir bajo los principios de la civilización en todos los ámbitos y esparcir más dosis de tolerancia y pluralismo ante la intransigencia terca.

Recordemos que primero está Venezuela -con más de 30 millones de ciudadanos- por encima de las pasiones personales, los intereses individuales y las pretensiones de ser figura todopoderosa. No olvidemos que si aupamos al conflicto infinito no quedará país para nadie. Escuchen a los amigos.

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Economista con un Magister en Políticas Públicas. Colaborador de varios medios nacionales.