Trabajo con mujeres que hacen carrera empresarial, impulsándolas con mentoring, coaching y entrenamiento feminista. En el caso de mis colegas venezolanas he podido identificar dos grandes grupos.
El primero, compuesto por aquellas que desde pequeñas les tocó encargarse de muchas cosas a la vez. Temprano les tocó aprender el ejercicio del multitasking, con una madre también trabajadora que les enseñó a esforzarse en la vida, a no pedir, y a valerse por su propio esfuerzo con sentido de orgullo y dignidad. Lograron estudiar y trabajar desde jovencitas, entrando a las empresas como pasantes y logrando ascender con grandes esfuerzos para mantener su casa, marido, hijos, estudios y trabajo andando.
El segundo, las que llegaron más lejos, las que tuvieron una plataforma de apoyos y privilegios que les dio el soporte para hacer especializaciones, estudiar otro idioma, aprovechar los contactos familiares para insertarse temprano en el medio laboral, no embarazarse temprano y contar con beneficios a los que más del 90% de la población no accede (transporte privado, internet, servicios, seguridad personal, entre otros). Muchas de ellas no están conscientes de esta infraestructura de base sin la cual no hubiesen podido llegar y mantenerse, y apoyan la tesis de la meritocracia como bandera organizacional.
Campeonas en el manejo de crisis
De todas ellas, tanto de las esforzadas como de las privilegiadas, siempre me ha llamado la atención su voluntad, tenacidad, energía, constancia y la manera como hacen las cosas con orden, entusiasmo y tesón. Son pragmáticas, se adaptan a los cambios con facilidad asombrosa y buscan resolver por cualquier medio los retos que se les presenten.
Lo confirmé leyendo un reciente estudio de la firma consultora Kingsley Gate, según el cual las principales destrezas que muestran las venezolanas son el manejo de las crisis y el liderazgo de equipos, seguido de organización, planificación, relacionamiento y flexibilidad. Creo que este conjunto de capacidades las habilita para trabajar en cualquier contexto donde la incertidumbre, la volatilidad y la complejidad sean la norma. Por una vía o por otra, la realidad es que la gerencia “a lo venezolano”, las ha pulido y permitido desarrollar competencias que, en entornos más estables y menos bizarros, quizás no hubiesen emergido.
Pero no llegan
A pesar de contar con sobradas competencias y méritos, la composición por género en los distintos niveles organizacionales indica una mayor presencia de mujeres en el nivel operativo y menos en el directivo, según el reporte de nuestras amigas de la Revista Visionarias La Mujer Profesional en la Empresa Privada en Venezuela.
Es realmente inusual que un directorio de empresa cuente con 4 o más mujeres, siendo la situación más común su conformación con el 100% hombres. La mayoría de las gerentas en Venezuela están ocupando posiciones tradicionalmente feminizadas, como recursos humanos, mercadeo, administración, contabilidad y atención a clientes, con muy baja presencia en el área de las tecnologías de información, operaciones (sobre todo si son industrias), finanzas, ventas y otras posiciones que conducen a la posición de CEO y a mejores remuneraciones.
En esta misma línea, ENCOVI en su informe del 2020, reporta la presencia de 14,4% de mujeres como directoras, profesionales, técnicas y staff; mientras que los hombres cuentan con una representación del 34,9% en los puestos de alta o media calificación. En el caso de los empleadores, solo 3 de cada 10 son mujeres. País de dueños y patronos, y no estoy usando el genérico masculino.
Viendo todas estas cifras se entiende que hay muchas barreras que derribar aun para lograr que esta radiografía cambie, y la participación de las mujeres sea ejercida a plenitud en igualdad de condiciones con aprovechamiento pleno de todos sus talentos en los más altos niveles. ¿Por qué será tan difícil lograrlo?
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