Hace una semana Rubén Blades dijo en Nueva York que todo indicaba que venía un cambio en Venezuela, pero que le preocupaba que se produjera un golpe de Estado, debido a la falta de institucionalidad.
El Gobierno, por su parte alerta, irónicamente, que se está preparando un golpe. Como ya es sabido, los golpes de Estado solo lo pueden dar los militares que tienen el poder de fuego. Sin embargo, la duda que hay, es si en medio de la polarización que también afecta a las FAN, hay músculo para ejecutar una acción de este calibre, y en caso de que así fuese, a qué factores políticos obedecerían.
Parece que la pregunta en sí, no es si hay posibilidades de un golpe, sino si lo ejecutarían los militares que apoyan al gobierno o los que no.
No obstante, quienes tienen mucho que perder si el gobierno cae son justamente algunos que prevalidos de su condición militar, han incurrido en actos de corrupción, desde la tradicional hasta el narcotráfico.
Los militares institucionales no deben ver con muy buenos ojos que una camarilla no solo carente de talento, sino de honor, esté enlodando el prestigio de la Fuerza Armada.
Además, en la FAN si mal no estoy informada, hay un fuerte apego a respetar al ” pueblo”, entre otras razones porque son parte de él. Los uniformados ven cómo la gente va perdiendo la paciencia.
Como decía el expresidente, Rafael Caldera, los militares son como el resto de los miembros de la sociedad, sufren sus mismos padecimientos. Claro, una cosa es aquel que está en una cúpula, que usa los bienes públicos para su provecho, que emplea a la “tropa” para sus asuntos particulares; y otra distinta, aquellos, que entiendo son mayoría, que día a día deben pelear por llevar también algo de comer a casa, antes de que la bolsa de alimentos se quedé en la casa de algún alto oficial.
Como las FAN terminan siendo una caja negra, no hay manera de saberlo a ciencia cierta. Quienes la conocen de cerca afirman que no existe la opción golpista. Es preciso dejar claro que plantear una salida de fuerza por quien detenta el monopolio de las armas no es recomendable en ningún escenario.
La historia de las naciones Latinoamericanas está llena de estos malos ejemplos.
La otra interrogante que surge es hasta cuándo aguantará el país esta tensión. A diferencia de abril de 2002, la Venezuela de hoy vive una inédita crisis que cada día golpea el estómago la salud y la psique de los venezolanos. Escasea todo, menos las balas.
El referendo revocatorio es una vía para dejar escapar esas tensiones, pero la cúpula juega a aferrarse al poder.
Si algo tiene de positivo esta reacción es que cada día queda mas en evidencia el carácter del Gobierno. Y mientras mas se amarran, menos posibilidades tienen de cumplir con las promesas que una vez hicieron al pueblo, empezando por profundizar la democracia.
Es en este contexto en el cual se informa que el Vaticano envía a Venezuela a su canciller, cuya visita, por cierto, puede ser interpretada como una señal de que el Gobierno está buscando un puente. Como están las cosas, la única instancia que genera algo de confianza es la Iglesia, pero no la representación en el país, sino la de Roma.
En contraste, las vocerías del Consejo Nacional Electoral han estado erráticas. Desde la rectora Tania de Amelio, exparlamentaria chavista, que se ha convertido en una suerte de rectoratuitera; el rector Luis Emilio Rondón, quien expresa públicamente su opinión contraria a la mayoría del cuerpo colegiado hasta la rectora, Tibisay Lucena, cuyas declaraciones recientes, en medio de una fuerte demanda por la salida pacífica, no contribuyen a generar la confianza suficiente en la voluntad del órgano electoral de respetar una garantía constitucional.
El CNE ha sido poco claro en sus comunicaciones. Y con un país en la crispación que vive Venezuela, es poco recomendable ser percibido con opacidad.
Es difícil lanzar un “pronóstico” pero confío en que la sensatez de quienes apoyan al gobierno, pero no las barbaridades de algunos individuos, prevalecerá para evitar que en su ceguera y desesperación arrastren al país a un estado violencia general. También espero que la oposición venezolana guíe el descontento de manera adecuada. No hay mucha duda de que solo la calle, tomada de manera pacífica, es hasta ahora la única vía para exigir al Gobierno que rectifique y deje de poner obstáculos al proceso revocatorio. Al final, que sean los ciudadanos los que hablen, y no tan solo los intereses de quienes en su lucha por el poder, arrastran al país a una situación insostenible.