El humo de la democracia se ha ido esfumando rápidamente. Se oyen voces que pretenden reivindicar imposibles o erigir absurdos. Pero tan contradictorias intenciones, lejos de lograr algunas de las promesas en provecho del desarrollo, terminaron afectando propuestas de crecimiento que habría inspirado el progreso que presumía merecer el país.
En los primeros 20 años del siglo XXI, sólo pudo observarse que las realidades se habían apartado profusamente de tener un país que calzara con las maravillas que perfila la geografía nacional.
Hubo una Venezuela democrática, cuya cimentación comenzó la primera mitad del siglo XX, pero no vio concluida su construcción en proporción y dimensión. Entrada la segunda década del siglo XXI la traición tomó la forma de país. Las mentiras sirvieron a la corrupción para cambiarle el perfil al sistema político de configuración democrática.
La historia que venía escribiéndose, pareció haberse borrado de un momento a otro. La secuencia que en sus páginas se habían transcrito, fue interrumpida. Un demoledor informe preparado por la Organización de Naciones Unidas, publicado en septiembre de 2022, dejó claro el daño que furibundos politiqueros le profirieron a Venezuela. Politiqueros venezolanos ganados al mundo de la impudicia y amparados por la impunidad malsana.
Cuando la desvergüenza se vistió de “socialismo”
Esa situación era de esperarse, por cuanto el régimen político en Venezuela fundamentó su modelo de gobierno en una ideología contrario a la democracia. Escasamente, los postulados del ideario socialista son el reflejo equivocado de una corriente revolucionaria que tiene la codicia, el odio y el resentimiento como supuestos valores políticos. De ahí, la situación ha devenido en una vulgar anarquía.
Razón tuvo Jean de la Bruyere, escritor y filósofo francés, del siglo XVII, cuando refirió que «los malvados son como las moscas, que recorren el cuerpo de los hombres y sólo se detienen en las llagas». Es la fijación bajo la cual actúa el malvado. Por eso, politiqueros que actúan infundidos por condiciones de tales calañas, buscan la venganza por anticipado.
En la ausencia de gobierno y carencia de Estado
Y el ejercicio de la política muchas veces se ve tentado por este tipo de comportamientos. Sobre todo, cuando tienden a encubrir preferencias bajo el disimulo que permite al politiquero actuar entre dos flancos en contrario. Quizás, ante dicha razón, el filósofo Jean-Jacques Rousseau, decía «lo que es malo en moral, también es malo en política».
No es difícil deducir que algunas razones explicativas del carácter contradictorio de quienes son engullidos por la maldad, son demostrativas de la corrupción moral y ética que habita en la conciencia de cuestionados personajes consumidos por la codicia que groseramente reclama la praxis de la micropolítica.
Justamente, en la mitad de ese escenario se encuentra estacionada la corrupción, las violaciones de derechos humanos, los resentimientos y las malas mañas. Ahí, se convierten en determinaciones que devienen en contaminaciones de la moralidad, la ética y las libertades. Y caer en lo profundo de tan oscuro vacío, es como morir ahogados en medio del desastre del desgobierno socialista o hundidos en la anarquía bolivariana.
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