Venezuela se nos presenta hoy como el territorio de, por lo menos, dos países, dos mundos, dos historias y significados. El Estado Comunal sobrevenido en programa impuesto y la comunidad que se ha venido cultivando hace ya más de 500 años de nuestra historia hispanoamericana.

La vida, tradición y cultura están de nuestro lado. Del lado de la comunidad. ¿Homogénea? No. Heterogénea y diversa. Eso somos y hemos sido, debilidad y fortaleza. Ese es nuestro pueblo hoy fustigado por un plan impuesto, externo e interventor capaz de demoler toda vida, cultura y sociedad que no pueda someter.

De Ortega, me interesa para el desarrollo de este tema, la ubicación de la fuente vital de la realidad humana: “(…) la realidad histórica es (…) un puro afán de vivir, una potencia parecida a las cósmicas; no la misma, pero sí hermana de la que inquieta al mar, fecundiza a la fiera, pone flor en el árbol, hace temblar a la estrella”.

Vivir es fuerza, motor, ímpetu. Vamos a quedarnos con el sentido del vivir como acción creadora y liberadora, fecunda. Vivir nos lleva al vivir con, al convivir, a la convivencia relacional-afectiva, nos lleva a la comunidad.

Hablaré de comunidad en sentido amplio: “es un todo humano cuyos miembros viven por y para ella”. Se trata de un convivir con historia, territorio, costumbres, relaciones comunes. Nuevamente se está y se comparte en torno al vivir y convivir en un espacio histórico determinado.

Ahí radica la identidad, lo que somos y vivimos, nuestros significados, sentido e historia. Comunidad-cultura y mundo-de-vida no son espacios ni improvisados, ni impuestos, es lo más auténtico que tenemos.

De nuestra historia es importante que nos quede el sabor de la potencia y fecundidad que trae consigo el vivir. Esa sensación de asombro y admiración pero, también, esa ordinaria cotidianidad, común, simple, esa satisfacción de estar y brindar bienestar a la madre, al hijo, al padre, a la abuela, a la familia.

Comunidad no es comuna, no metamos nuestra tradición e identidad en un concepto que no nos pertenece. Tomaré del Diccionario de la Real Academia Española, la definición de comuna en su segunda acepción: “Forma de organización social y económica basada en la propiedad colectiva y en la eliminación de los tradicionales valores familiares”.

La base de la comuna es la propiedad colectiva; en el fondo resuena intereses, ideología, mecanismos y dispositivos de control elaborados bajo los intereses de quienes nos obligan a pertenecer a un sistema como el comunal.

Comunidad y comuna no son opuestos, son externos uno al otro. Pertenecen a un universo de significado completamente distintos. Constituyen el punto de partida de dos países y modos de vidas totalmente distintos.

Hablar de comuna es situarse en la eliminación de persona y comunidad. De partida el desafío es situarnos en la externalidad de esa impuesta propuesta y, por lo tanto, en la distinción, así nos consolidamos en nuestra identidad personal y cultural y no en la identidad del sistema. En la comunidad somos fuertes, espacio de resistencia y poder.  

Cierro con, lo que a propósito de la identidad dice, Havel Vaclav: “En el sistema postotalitario está inscrita la implicación de todo hombre en la estructura del poder, no porque realice ahí su identidad humana, sino para que renuncie a ella en favor de la identidad del sistema (…)”.

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De la misma autora: El vacío

Doctora en Ciencias Sociales y Licenciada en Trabajo Social. Profesora titular de la Universidad Central de Venezuela. Investigadora en antropología cultural del pueblo venezolano y sobre el fenómeno...