Casi todo se comercializa ya en dólares en Venezuela. Foto: EPA

Muchos abogados coinciden en que, el elemento común que revienta los conflictos o las diferencias laborales, civiles, matrimoniales, familiares, etc., es el asunto económico. Es decir, mientras los ingresos en una empresa o en una casa son formidables, entonces resolver las disconformidades pasan a un segundo plano.

Guardando las proporciones, puede decirse que semejante comportamiento ocurre en los países. En otras palabras, cuando la economía está creciendo hay más oportunidades laborales, mejoran los ingresos, hay riqueza que podemos repartir y en el ambiente se respiran avances. Sin embargo, cuando ocurre lo contrario, pues irremediablemente aumentan las demandas ciudadanas en todos los ámbitos y se empiezan a ver las costuras del traje.

Algo similar ocurrió en nuestro país. Básicamente, en épocas de ingresos petroleros exorbitantes, todo era güisqui y Hummer, pero ahora que el principal ingreso nacional son las remesas familiares del extranjero, nos percatamos de que nuestro sistema de producción era frágil, que nuestros mercados financieros eran débiles y que la paz social solo la sostenía una milagrosa chequera petrolera.

Por lo anterior, es que muchos especialistas en planificación sugieren que debemos hacer las cosas difíciles en tiempos de calma porque, de lo contrario, tendremos que hacer las cosas difíciles precisamente en los tiempos convulsos (con poco margen de acción, precipitados y mayor probabilidad de errar). Pero —desgraciadamente— nosotros utilizamos la calma para seguir pasándola bien y postergar lo importante.

Independientemente de cómo termine el período del chavismo-madurismo, uno de los grandes aprendizajes que nos regalarán será la certeza de que debemos construir una alianza virtuosa entre lo público y lo privado si es que deseamos generar prosperidad para todos(as); que el motor de los países son los emprendimientos; que la pobreza se reduce con políticas públicas bien hechas (especialmente educativas y laborales) y no con meras declaraciones de buena crianza; que primero se generan riquezas y luego se reparte; y que, finalmente, si hay dificultades en la economía, esto también terminará aplastando el bienestar y la democracia.

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Economista con un Magister en Políticas Públicas. Colaborador de varios medios nacionales.