Aunque ningún problema de economía tiene una única solución, cualquier salida no es puramente de razón económica. Desde luego, la economía ayuda a dilucidar sus incógnitas. Especialmente, si dicha tarea es llevada a cabo por economistas con manejo de la macroeconomía. Particularmente, por cuanto la misma tiene la capacidad de visionar las realidades desde una perspectiva condescendiente con lo que circunda al problema.
Al mismo tiempo, deberá saberse que esta labor debe ser interpuesta por variables politológicas. Y es porque en ello se ampara la macroeconomía para que sus análisis terminen cimentando espacios ocupados por prácticas de producción social. Habida cuenta que tales terrenos son allanados por múltiples recursos escasos. Tanto, como por variados criterios de eficacia, muchas racionalidades y distintas autorreferencias explicativas que perfilan con definitiva autonomía el cálculo necesario sobre el cual se edifica la solución más conveniente a las circunstancias.
La conjugación de estos factores, componentes a su vez de disímiles situaciones en las que se reúnen razones propias de la teoría económica tanto como de la teoría política, provoca que los problemas de la economía comiencen a disiparse en la medida que se comprenda que el ideal a buscarse tiene que ver con una economía de lo suficiente para toda la comunidad de vida. Más, porque ésta se halla siempre asociada a objetivos colectivos. Sin que por ello, se vean sacrificados proyectos individuales o grupales.
Este exordio tiene cabida para argumentar la impugnación que, motivado a la improvisación con la que actúa el régimen autoritario venezolano para seguir convulsionando el manejo de la economía nacional, fundamenta decisiones que vuelven a entrabar libertades económicas y derechos humanos. Tal como viene suscitándose durante lo que va de siglo XXI, sin que el tiempo surcado sea razón para acomodar el país a las exigencias que ordena el desarrollo económico, político, social, científico, tecnológico, humanístico y artístico cónsono con la presente época.
Resulta pues inaudito que la ceguera del régimen, acuciada por economistas bodegueros y de preferencias absurdamente militaristas, llegue a la torpeza de insistir en constreñir la economía con decisiones que no se adecúan a las crudas realidades que, por la misma sórdida razón, estos socialistas -entrampados en la ortodoxia de la historia- determinaron con la renuencia que le ha caracterizado terminar de maltratar el comportamiento del cono monetario último y en curso desde la reconversión monetaria expuesta en agosto de 2018.
Dicho de otro modo, la puesta en circulación de nuevos billetes, de valor facial 10 mil, 20 mil y 50 mil bolívares, no admite otra explicación distinta de la que representa el fracaso del régimen al momento de rebotar las recomendaciones de estudiosos de la economía ante la avalancha que prometía la galopante inflación para entonces conjurada. Además de excusarse ante lo que significaba no haber hecho lo necesario y suficiente para contener la ola hiperinflacionaria que azotaría a Venezuela luego de manifestar la ristra de necedades en 2018. Y que luego de 10 meses, después de haberse decretado el nuevo cono monetario, no ha llegado a ponérsele una sólida contención al problema de la economía desbordada.
No se trata de la existencia de una mal llamada “guerra económica”. El problema deriva en principio, de la ineptitud así traducida en cada medida económica puesta en ejecución. O tal vez, producto de la alevosía encubierta tras un programa de gobierno elaborado con la sorna y capacidad de humillación con la que el régimen elabora cada orden aducida a modo de decreto. Supuestamente, “con fuerza de ley”.
Cotidianidad y macroeconomía
Con todo esto, la cotidianidad del venezolano tiende a desperdigarse a consecuencia del forcejeo que en lo sucesivo habrá de copar todo escenario económico en el que se hace necesario entrabar cualquier operación comercial con billetes que ni tienen el respaldo de valor correspondiente, ni tampoco la forma mediante la cual el mercado cambiario puede lograr para que toda operación comercial que involucre billetes entre tan profunda brecha, entre 500 y 10 mil, tenga el carácter expedito que dicha transacción requerirá.
Por consiguiente, no sólo este enredo llevará a hacer más insoportable el comportamiento del mercado en todas sus manifestaciones. Y junto a la macroeconomía, acarreará problemas de naturaleza social y política haciendo relucir el grado de atraso que -contradictoriamente- exhibe Venezuela en pleno siglo XXI.
Es de nuevo, jugar al “cuento del gallo pelón”. Todo resulta lo mismo puesto que está repitiéndose lo que la historia reciente puso al descubierto después de cada importuna decisión del régimen en materia económica. O sea, es la historia “sin fin” repleta de episodios necios elaborados bajo la penumbra propia de “noche de brujas”.
Razón ésta para cuestionar de nuevo las ejecutorias de un régimen condicionado por el reduccionismo que sobre sus espaldas pesa. Sobre todo, por esa tendencia a constreñir toda posibilidad de desarrollo toda vez que vive en complicidad con cuanto criterio único y monótono de eficacia consigue somatizar como debilidad propia del socialismo que infundadamente pregona. De ahí se infiere que la economía no es asunto de ineptos.
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