La primera ola del Covid-19, que ya pasó en Europa y parte de Asia, tuvo a las personas mayores de 65 años como el grupo etario más vulnerable en esta pandemia. Cerca del 95% de muertos por esa primera ola eran sexagenarios o más.
La segunda ola europea del coronavirus se caracteriza porque siguen muriendo los más viejos, pero los jóvenes se están infectando más. El 70% de los nuevos casos en España es de menores de 30 años. En Latinoamérica y Norteamérica, aún en la primera ola, la epidemia se concentra en jóvenes.
El promedio de edad de la pandemia del Covid-19, en el mundo, desciende, y aunque sea duro decirlo, la humanidad pierde más.
Coronavirus en jóvenes
La juventud es el grupo más activo, gregario, callejero, arriesgado, rompe normas en cualquier sociedad. El que, usualmente, hace todo lo contrario a lo que hoy se recomienda para evitar el coronavirus: llevar mascarilla, la juventud prefiere lucirse en todo su esplendor, mostrar la cara, las sonrisas; mantener distancia corporal, a la juventud le gusta tocarse, tener los cuerpos lo más cercanos posible; y lavarse las manos, eso pudiera ser, pero poco atento se está a la higiene en el furor callejero, con su grupo. Juventud es pasión, irreverencia.
Un cuerpo joven infectado de coronavirus, si es asintomático, como suele ser, es un potente transmisor a cuerpos de menor o mayor edad.
A pesar de la fortaleza propia de la juventud, algunos jóvenes pueden desarrollar el Covid-19, con todas sus implicaciones, inclusive, irse de este mundo prematuramente.
Creencias erradas
La gente joven se cree invulnerable. La preocupación por la salud en jóvenes es de aquellos que tienen una anomalía congénita, han sufrido un accidente o prematuramente, se enferman. (Alprazolam) De resto, para los jóvenes, la salud, las enfermedades, es cosa de viejos. La gente joven cree que por su energía y vitalidad no le puede caer ni piojitos.
A la creencia errada de la invulnerabilidad juvenil se suma otra de cualquier edad: “a mí no me pasará”. Esa combinación de creencias le permite a la juventud arriesgarse en lo positivo, pero también en lo problemático hasta la fatalidad. Tal es el caso de un embarazo no deseado, un accidente automovilístico, las infecciones de transmisión sexual, incluyendo el VIH, y el coronavirus, por supuesto.
Jóvenes confinados
Los y las jóvenes de esta época han estado sometidos a la inédita experiencia: estar presos en su casa por varios meses. No es que, como en muchos casos en otros tiempos, no tengan dinero, auto o permiso para salir. Es que hay un virus que circula por todo el mundo, ha matado casi a un millón y se transmite de persona a persona. Por ello, los gobiernos siguiendo la recomendación de autoridades sanitarias, deciden el confinamiento. Mucha gente lo acepta a regañadientes, sobre todo, la más joven. Va contra su naturaleza, contra su estilo de vida.
Un rasgo que parece propio de la gente joven, la transgresión de normas, se ha manifestado durante el confinamiento. Inclusive en momentos muy estrictos, grupos de jóvenes han retado al virus organizando fiestas privadas –las llamadas corona parties– para disfrutar de algo casi prohibido en esos momentos: la compañía física de otros, el disfrute.
Cuando las cuarentenas se han flexibilizado, los jóvenes se sienten liberados, sueltan las ataduras, y organizan rumbas o botellones en espacios plazas, callejones, playas. Donde se sientan libres.
El deseo de los jóvenes en festejar, además de un necesario esparcimiento en tiempos de pandemia, puede ser una bomba de tiempo. Un joven infectado lleva el virus a su casa, su comunidad, y cualquier otro lugar donde haya más gente, infectando inclusive a quienes han estado cumpliendo las normas de prevención estrictamente.
¿Irresponsables?
Se acusa a los jóvenes de irresponsables por no cuidarse, por no cuidar a los demás, inclusive a su propia familia, en esta época de pandemia. Sin embargo, esa conducta de riesgo puede deberse más a las creencias de la invulnerabilidad juvenil y al “a mí no me pasará” que a falta de empatía, de responsabilidad. Es una hipótesis.
Una leyenda urbana dice que con las corona party, los organizadores buscan infectarse para generar anticuerpos. Casi da risa tamaña especulación de quien creó la leyenda o de los supuestos cazadores de virus. Pudiera ser solo una transgresión, sin intenciones macabras.
Pareciera que lo que hace correr riesgos a millones de jóvenes, en todo el mundo, son las ganas de moverse, de sentirse libres. Las ganas de acercarse a otros cuerpos más acá de un zoom. En momentos de disfrute, la empatía, la preocupación por el otro, poco cuenta y eso, en tiempos epidémicos, aunque puede ser mortal, ocurre.
Las actuaciones de riesgo de algunos jóvenes en estos momentos, pudieran sintetizarse en la letra de un viejo bolero tropical, que posiblemente muy poca gente joven habrá oído: aunque me cueste la vida/ sigo buscando tu amor. Eso cantaban y bailaban sus abuelos con sus abuelas.
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