En principio había dos opciones; una era no votar porque no se cumplieron las condiciones expuestas en la mesa de diálogo de Santo Domingo, porque los líderes políticos estaban presos y muchos partidos políticos inhabilitados y por tanto no podrían ser candidatos, porque no se confiaba en el CNE o en las máquinas de votaciones, porque la ANC podía dejar sin efecto los resultados, porque las fechas eran demasiado adelantadas y, en fin, porque no hubo consenso entre los diferentes actores políticos sobre las condiciones, fecha y reglas como debe ser en una democracia. La otra opción era votar para demostrar la superioridad numérica si así lo fuere, a pesar de todo lo anterior, y para demostrar que la oposición apoyaba la vía electoral como la única salida a los graves conflictos existentes.
Sin embargo, cualquier decisión que tomara la oposición política con respecto al dilema de votar o no votar, además de fundamentada, debería haber estado acompañada por una agenda alternativa-unitaria y por una estrategia movilizadora de la ciudadanía dirigida a conseguir el objetivo deseado. Esta agenda unitaria, activada por una estrategia exitosa, develaría la voluntad mayoritaria y tendría un impacto nacional e internacional, incluso si se secuestraba la voluntad popular. Sin embargo, los partidos abandonaron el espacio público político fallándole rotundamente a la ciudadanía y dejándola en un limbo en el que a escasos días de las votaciones, aún se encuentra. El resultado ha sido la división de la oposición donde el enemigo es el otrora aliado que “va a votar” o “no va a votar”, según sea el caso.
Los partidos políticos hoy escondidos (sea debajo de la mesa, en la propia Asamblea Nacional o haciendo política exterior) no merecen a la ciudadanía que tienen y que hasta hace poco, seguía sus orientaciones. A pesar de su creciente desencanto, la ciudadanía parece estar consciente que son los partidos políticos los pilares para re-enrumbar, por la vía de las elecciones, una democracia polarizada; sobre todo, cuando la mal llamada “democracia participativa” ha sido secuestrada por orientaciones autoritarias.
Después de que el gobierno criminalizara las protestas de la oposición, al punto de generar el entendible miedo a movilizarse y después del fracaso y, sobre todo, del alto costo en muertos, presos y heridos que tuvieron las movilizaciones del 2017, la ciudadanía ha venido usando la escasa vocería que le dejan los medios públicos y privados, hoy prácticamente mudos por la autocensura o por la censura del gobierno, que es lo mismo, para expresarse políticamente en defensa de la democracia. Para estos propósitos, ha venido también utilizando cada vez con mayor frecuencia las redes sociales, cuya desventaja es que solo llegan a los amigos, con el fin de difundir los múltiples comunicados de los colegios y asociaciones profesionales, los rectores y las universidades, los sindicatos, los estudiantes, la iglesia, las organizaciones de derechos humanos como Provea, el Foro Penal y muchísimas otras organizaciones que componen el rico tejido social de la ciudadanía.
Estos comunicados coinciden en el rechazo a la Asamblea Nacional Constituyente, instancia que en lugar de representar al Pueblo Soberano o Constituyente, lo viene subordinando a su antojo; coinciden también en su rechazo a las elecciones presidenciales, las cuales no reúnen los requisitos ni garantías para ser democráticas y expresar la voluntad popular de ese pueblo soberano. Mención especial en los mismos, es la defensa del derecho constitucional a la vida que incluye a todos los demás derechos.
Dada la vocería de la ciudadanía, ávida de una agenda unitaria y movilizadora que no podía posponerse para “el día después”, pues ya incluso hoy, es tarde, los partidos políticos, sea que decidieran abstenerse de votar o presentarse como una opción en las elecciones de este domingo, perdieron una gran oportunidad de legitimarse pues no fueron capaces de potenciar los esfuerzos de la ciudadanía en la demanda de sus derechos.
Sorprendentemente, al igual que la mayoría de los partidos políticos de la oposición, los candidato presidenciales, incluyendo quien hoy ejerce la presidencia, decidieron posponer sus agendas para enderezar el país el “día después” como si l@s ciudadan@s de a pie no comiéramos, no nos enfermáramos, no acudiéramos al trabajo o no nos bañáramos todos los días… ¡Claro, si hubiera agua!
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