En las últimas semanas se han producido varios eventos noticiosos en materia política que han orientado unos esfuerzos hacia lo importante y otros se han escapado hacia lo insignificante. De esta manera se ha percibido cómo unos actores políticos se dedican con mucho afán a unas preocupaciones que no son tales, y otros a temas medulares que implican pautas con más sabor a trascendencia. Sin embargo, por más empeño que se reúna en la ocupación de lo importante, esto se diluye sin unión.
Por ejemplo, es insignificante gastar tanta energía en una sesión parlamentaria para declarar persona “non grata” a una persona que ni en Achaguas o en Santa María de Ipire lo reconocen. Igualmente, dar declaraciones manifestando el deseo de ser el primer presidente post madurismo, en lugar de plantear acuerdos comunes que unifiquen las fuerzas opositoras, da cuenta del mísero interés personal. O estar peleando por la designación del presidente de la Asamblea Nacional para el próximo período o los cargos públicos de un posible gobierno de transición, es muy bochornoso.
En cambio, si alineamos los impulsos unificados a lo meramente importante e invertimos el tiempo en empujar la discusión hacia el plan macroeconómico integral que conduzca al país al crecimiento económico, probablemente la población preste oídos. De igual forma, si ordenamos el trabajo hacia el rescate del voto en las elecciones cercanas (donde se disputa el representante más cercano al ciudadano) y persistimos en la defensa de las reservas democráticas, posiblemente se cobre un poco de confianza y credibilidad. En el mismo sentido, si el Frente Amplio mantiene las reuniones a lo largo del país y se reconocen los errores pasados con absoluta sinceridad, eventualmente se obtendrá un espaldarazo y el visto bueno ciudadano.
El voto como escudo
Si vamos a derrochar intelecto en debatir para dónde mira el caballo, entonces la destrucción madurista estará ad infinitum. Al contrario, debemos emplear las fuerzas para convencernos de que podemos ganar espacios paulatinamente, y abandonar la idea de la no participación, porque esto último sería un noble regalo inmerecido e imperdonable. En otras palabras, si internalizamos la idea de que el voto es el único escudo que tenemos ante la catástrofe, nos daremos cuenta cómo es la herramienta de protesta más efectiva. Porque no votar es entregar el triunfo al adversario e invalidar una de las razones principales de ser ciudadano.
Se sabe que estas elecciones no van a desalojar al Presidente Maduro del poder, pero es una ocasión para reunificar liderazgos y objetivos comunes. Y mientras más trincheras ganadas, mucho más fuerzas sumamos y podemos plantar cara ante lo que viene. Existe vías razonables de cambio, y la Universidad de Carabobo ha dado un ejemplo sobre el valor de la participación.
Un recordatorio para aquellos que creen en los métodos violentos: Por estos días se cumplen siete años de la caída del régimen de Muammar Gaddafi y su asesinato. Hoy Libia es un Estado fallido, destrozado por una guerra civil, administrado por milicias y distintos grupos armados, y que ha tenido tres gobiernos paralelamente, es decir, anarquía y caos total.
Entonces, mejor vamos a los libros que nos ayudan a gestionar los tiempos y coordinar la planificación de las tareas. Desechemos lo vanidoso e intrascendente y dediquemos más sacrificios a lo fundamental y significativo. Es lo importante por encima de lo insignificante. Identifiquemos mejor.
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