En estos días un gran amigo me hizo la siguiente pregunta con mucha sinceridad: ¿qué negociarías con la dictadura para que haya una transición hacia la democracia? Después de una brevísima reflexión, le contesté:
Le ofrecería garantías a sus familiares. Incluso, evaluaría si algunos tienen mérito para recibir garantías a su patrimonio mal habido y, aunque sea rugoso, también evaluaría garantías para la libertad de algunos casos. Ciertamente, todo esto en un marco de justicia transicional.
Le daría la posibilidad de que su partido político se mantenga activo. Esto con la idea de que pueda competir en los procesos electorales que deseen (ver el ejemplo en Chile, España o Suráfrica).
Le ofrecería mantener sus puestos claves en las Fuerzas Armadas. Puede parecer aberrante, pero el dictador Pinochet entregó la banda presidencial en marzo de 1990 y no fue destituido como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas sino hasta el año 1998. Y, adicionalmente, Pinochet fue nombrado senador vitalicio después de dejar el mando de las Fuerzas Armadas.
Le ofrecería el levantamiento de las sanciones. Aunque esta concesión le compete a Estados Unidos.
Daría garantías internacionales. Las buscaría como fuera, y que avalen que no habría cacería de brujas o masivos procedimientos judiciales para ellos.
Propondría la no persecución. Ni para sus dirigentes partidistas nacionales ni para los regionales.
Entregaría todos los incentivos aceptables y sensatos que puedas imaginar para que dejen el poder.
Por cierto, tiene que haber concesiones significativas; si no, de nada valdrá el esfuerzo.
Además, me hizo otra pregunta más incisiva: ¿qué crees tú que la oposición no ha negociado o no ha querido negociar para que se logre la transición? Yo le respondí:
A pesar de que la mayoría de las conversaciones han sido privadas (como deben serlas), en la opinión pública se ha filtrado que la oposición ha ofrecido varias concesiones que apuntan en el sentido correcto. Por ejemplo, garantías a los militares, no persecución política, cero cacerías de brujas, levantamiento de las sanciones, respeto a las libertades políticas, entre otras.
Se ofrecen la concesiones; pero al poco andar, resulta que están firmando contratos con mercenarios o amenazan con “Maduro, vete ya o nada”. O si no, ofrecen declaraciones como “no creemos en elecciones” y “dictadura no sale con votos”. Ahí es cuando creo que se da el enredo: no hay unidad en el objetivo, desgraciadamente. Lo que hace, a su vez, poco creíble las garantías ofrecidas.
En concreto, creo que se han cedido (aunque faltan más garantías, sobre todo a los militares) muchas cosas, pero no ha sido un ofrecimiento genuino. Mientras ofrecen buenos incentivos para que desalojen el poder, al mismo tiempo están presionando por otro costado con fusiles y cañones que no tenemos.
Igualmente, también le comenté que la política se trata de hacer concesiones. Pues, la política es lo que nos permite conciliar un proyecto de vida, el suyo, el mío, el de su hermano, el de sus amigos y desconocidos. Ese es el objetivo de la política; es decir, cómo resolvemos el problema de la convivencia, puesto que todos tenemos proyectos vitales diferentes y, en consecuencia, tenemos que hacer el ejercicio de reconocimiento mutuo y dialogar para suprimir los extremos, pese a lo distinto que somos.
Y, por último, le comenté que tenemos que ceder en lo accesorio para no ceder en lo fundamental, y para mí lo fundamental es la transición a la democracia. Por supuesto, es necesario un nuevo CNE, y esa es la lucha que debemos dar, pero no desorientarnos en procurar resolver por vías donde tenemos nula capacidad (v.gr., por la fuerza de las armas).
Ya esto es un comentario aparte del diálogo que tuve con mi gran amigo: a mi juicio, tenemos que mantener la unidad en el objetivo, y esa unidad debe ser la lucha por la conformación de un nuevo CNE consensuado entre las partes. Porque las otras opciones solamente nos lleva a Cuba sin escalas. Esa es mi postura. Quizás me equivoque, pero es lo que he leído en las experiencias comparadas.
Olvidemos que somos un caso único, irrepetible y singular. No, definitivamente no. Ya otras sociedades han sufrido esto. Debemos mirar otros ejemplos con humildad. Ya basta de mirarnos el ombligo creyendo que somos un caso exótico, incomparable y casi alienígeno.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Y después de la tormenta: pues, a lo mismo