Escribo este artículo horrorizada por la toma de poder de los talibanes en Afganistán, consciente de lo que esto significa para sus habitantes, sobre todo para sus mujeres y niñas, habitual botín de todas las guerras conocidas. Impotente también, porque ya sabemos lo que les va a pasar sin que podamos hacer mucho, más que poner la noticia en primer plano por todos los medios a nuestro alcance para no olvidarlas, para no dejarlas tan solas.
Este 19 de agosto se celebra el Día Internacional de la Acción Humanitaria, fecha instituida por la Asamblea General de Naciones Unidas en diciembre de 2008. La acción humanitaria, según el Diccionario de Acción Humanitaria y Cooperación al Desarrollo, es “el conjunto diverso de acciones de ayuda a las víctimas de desastres (desencadenados por catástrofes naturales o por conflictos armados) orientadas a aliviar su sufrimiento, garantizar su subsistencia, proteger sus derechos fundamentales y defender su dignidad, así como a frenar el proceso de desestructuración socioeconómica de la comunidad y prepararlos ante desastres naturales”.
Toda crisis impacta fuertemente la vida de las personas. Usualmente han sido fuente de dolor y causa de profundos cambios físicos o psicológicos a nivel personal y comunitario. Se ha demostrado que las redes habituales de protección familiar y social quedan alteradas y desestructuradas al ocurrir un evento estresante como migraciones, desastres naturales, emergencias humanitarias complejas o conflictos armados.
Impacto diferenciado de las crisis
Al mismo tiempo, como en todo fenómeno social, el impacto que sufren hombres, mujeres, niñas y niños no es el mismo, porque los recursos y fortalezas de afrontamiento varían de acuerdo a la edad y el sexo, pero también por otros factores como la raza, la clase social, la orientación sexual, la etnia, la presencia de discapacidades o lugar donde se vive.
Algunos hechos reportados por ONU Mujeres nos pueden ayudar a comprender por qué hablamos de impacto diferenciado y negativo sobre las mujeres. Aproximadamente un 35% de las mujeres ha sido víctima de violencia física o sexual en todo el mundo y en entornos en conflicto esta cifra se agrava. Más del 70% de las mujeres ha vivido situaciones de violencia de género en algunos entornos en crisis. El 60% de los casos de muerte materna que se pueden prevenir se producen en conflictos, desplazamientos y desastres naturales.
Cada día mueren 500 mujeres y niñas adolescentes debido a complicaciones durante el embarazo y el parto en contextos de emergencia. Las niñas adolescentes que viven en zonas de conflicto tienen un 90% más de probabilidades de no asistir a la escuela en comparación con las niñas que viven en otros países donde no hay conflictos.
Diversos estudios han puesto de manifiesto que, debido al papel de las mujeres como cuidadoras, durante los desastres naturales tienen más probabilidades de hacer sacrificios, como ingerir menos alimentos por el bienestar de su familia. Asimismo, corren mayores riesgos de vulnerabilidad económica, puesto que estos desastres suelen provocar la migración de los hombres. Esto, entre muchos otros problemas que les toca vivir a las mujeres por ser eso, mujeres.
Por ello, un programa integral de ayuda y defensa de las víctimas de desastres o situaciones de emergencia humanitaria debe reconocer esa realidad y trascender al androcentrismo que caracteriza a muchas intervenciones, que parten del supuesto tácito de que las necesidades masculinas son el eje en torno al cual se vertebran todas las acciones. Cuando esto pasa, se deja por fuera una amplia gama de grupos que requieren soporte adaptado a sus particularidades humanas. Como en todo, un enfoque “talla única” no funciona, ni garantiza equidad, igualdad ni justicia.
Incorporar perspectiva feminista a la acción humanitaria
Conscientes de esto, muchas agencias de cooperación internacional que se dedican a la acción humanitaria han establecido normativas y principios que guían las intervenciones dirigidas a la prevención de crisis, la preparación y respuesta a la reducción de la vulnerabilidad, el afrontamiento de riesgos, la promoción de la resiliencia y el aprovechamiento del liderazgo, enfocado en las mujeres.
Sus marcos de acción involucran desde jefas de hogares en contextos de guerra, desplazamientos, catástrofes o pandemias, así como atención a mujeres refugiadas, buscando proporcionarles soluciones que tomen en cuenta sus especiales condiciones de vida, evitando caer en estereotipos y roles tradicionales de género.
Para que los derechos de las mujeres sean protegidos y respetados es necesario incorporar mirada feminista en las acciones que se emprendan tanto externamente, escuchando sus voces e incorporando a las beneficiarias en la toma de decisiones, como internamente, en la composición paritaria de líderes que conforman los equipos de respuesta.
Como dice el viejo adagio, las crisis son fuente de oportunidad y transformación, que bien aprovechadas pueden construir nuevos caminos para el desarrollo. Al transversalizar estrategias de género, las agencias de ayuda humanitaria pueden ofrecer a las mujeres nuevas y mejores oportunidades, obtener un mayor impacto social y abrir caminos al necesario y urgente cierre de las brechas que ha generado la histórica desigualdad entre hombres y mujeres, con crisis o sin ellas.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
De la misma autora: ¡Bienvenida la Generación de Cristal!