Los liderazgos opositores no quieren conversar y, francamente, les cuesta trabajar en equipo. De hecho, muchas veces hacen más empeño en remarcar las diferencias internas y ocasionar daños que, a ratos, parecieran irreparables. ¡Cómo nos hace falta un mecanismo que nos permita resolver las diferencias sin traumas!
Naturalmente, tenemos derecho a pensar distinto. Esto no debe ser sorprendente o inusual. (sonoma.com) La pregunta es: ¿cómo logramos que esos modos de pensamiento contrarios se unifiquen en una estrategia? Lamentablemente, nos preocupamos de muchas cosas cuando decidimos construir una alternativa opositora al régimen autoritario. Sin embargo, exceptuamos escribir y refrendar las normas internas que sirvieran para zanjar las posturas o visiones distintas de cómo lograr el objetivo fundamental que nos une y, claramente, eso hoy nos está costando muy caro.
Actualmente, tenemos opciones y propuestas para salir de Maduro & Cía para todos los gustos. Los que desean salir de esta realidad insoportable por la vía electoral tienen su vocero. Aquellos que prefieren cambiar las cosas por medio de ayuda externa también tienen su representante. Incluso, aquellos que aspiran con la abstención acabar con esta historia trágica igualmente tienen su portavoz.
Todos los liderazgos son necesarios
Pese a todas las diferencias internas y la diversidad de propuestas, jamás me atrevería a calificar a ninguno de “traidor”, “colaboracionista”, “alacrán”, “vendido”, entre otros insultos graves, porque esto sería renunciar al concepto democrático que nos dice que la democracia es la convivencia de los distintos pensamientos. En caso contrario, lo único que estamos haciendo es parecernos más a todo aquello que adversamos y tendríamos que decir con mucha fuerza: aquí nada ha cambiado, “Chávez vive, camaradas”.
Debemos comprender que todos los liderazgos opositores al régimen autoritario son necesarios para lograr el cambio. Aquí no se trata de presentarse como más venezolano que el maestro Simón Díaz o más patriota que Simón Bolívar. Ese modo de encarar a nuestros adversarios no nos ayuda. Sinceramente, perseverar en ello sería debilitar aún más nuestras fuerzas y echarle una palita más de tierra a todos aquellos que trabajan por el cambio de gobierno.
Es sabido que hay mucho desacuerdo en el “cómo” se sale de los autoritarios. Pero no por ello vamos a sentenciar que todos los que se opongan a nuestro “cómo” tendrían dobles agendas o son unos tarifados por el G2 cubano o que son unos arrastrados e hijos de Maduro.
En consecuencia, el desafío en lo venidero es generar un esquema que nos permita consensuar disposiciones a lo interno para salir con un mensaje unitario respecto a la estrategia para enfrentar a los autoritarios. Porque, honestamente, gastamos mucha energía en acusar a los que no comparten nuestro “cómo” y muy poco en resolver la heterogeneidad puertas adentro.
En suma, ¿qué tal si nos dedicamos a pactar las reglas que posibiliten resolver nuestras diferencias antes que derrochar tantos recursos en mostrar al disidente como un impuro, viciado y corrompido? Les aseguro que haríamos más.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Seguimos caminando en círculos