Imaginemos un cometa que se precipita desde las profundidades del espacio, se estrella contra un planeta, causando destrucción, pero también trayendo vida. Al dar un vistazo por la superficie de ese cometa, se encontrarían pequeños rastros de material orgánico o incluso “huevos alienígenas”, lo que explicaría cómo la vida pudo extenderse por el cosmos y llegar a nuestro planeta. Esta es una idea controvertida sobre el origen de la vida, que se remonta a la antigua Grecia, conocida como panspermia. La panspermia (que significa semillas en todas partes) es el nombre de una teoría donde la vida en la Tierra pudo tener orígenes cósmicos, siendo debatida por los científicos e incluso mostrada en obras de ciencia ficción.
Recientemente, un grupo de casi tres docenas de científicos de todo el mundo están modificando la teoría. No solo sugieren que la vida en la Tierra pudo haber tenido orígenes en el espacio exterior, sino que la panspermia sería responsable de la llamada “explosión del Cámbrico”. Este es un punto en la historia de la Tierra que se ubica hace unos 541 millones de años, donde la mayoría de los grupos de animales primigenios aparecieron en el registro fósil.
En el artículo “Causa de la explosión Cámbrica: ¿terrestre o cósmica?” publicado en la revista Progress in Biophysics and Molecular Biology, los científicos relacionan el surgimiento de animales únicos como tardígrados, pulpos y al grupo de animales extraños que florecieron en ese momento, con la panspermia. Lo que sugiere que muchos de estas criaturas relativamente extrañas y nunca antes vistas, descienden de material orgánico extraterrestre. Los cometas podrían haber traído una gran cantidad de nuevas formas de vida de otros planetas, incluidos los virus. Este es uno de los principales supuestos de la conocida tesis de Hoyle-Wickramasinghe: que los cuerpos pequeños como los asteroides y los cometas pudieron traer las “semillas de la vida”, incluidos el ADN y el ARN. Hasta ahora es una idea plausible, que ha sido investigada desde la década de 1970 y continúa siendo analizada por varios grupos.
“Es fácil de imaginar que los eventos de extinción masiva precámbricos se correlacionaron con el impacto de un cometa gigante portador de vida, con la posterior siembra en la Tierra de nuevos organismos celulares de origen cósmico”, escriben los autores en el reciente artículo. En otras palabras, lo que están diciendo es que la vida no surgió por sí sola, fue “sembrada” por cometas portadores de vida que golpearon nuestro planeta en varios momentos a lo largo de la historia.
Sin embargo, los autores también se atreven a postular algo más osado sobre: “la notable evolución de la complejidad inteligente de los cefalópodos que culmina con la aparición del pulpo”. Aquí es donde empieza a ponerse espinoso el artículo. Los cefalópodos, el grupo al que pertenecen los pulpos surgieron en el Cámbrico, los registros fósiles lo sugieren claramente. Los primeros cefalópodos fueron los nautiloides, un grupo muy diverso de criaturas que existen hasta el día de hoy. Pero los nautiloides se ven completamente diferentes a los pulpos y no comparten muchas de sus impresionantes características. De hecho, los pulpos aparecieron más tarde, en el Devónico, hace 323 millones de años. Esto significa que hay un periodo de más de 200 millones de años desde la explosión del Cámbrico hasta el momento en que surgieron los primeros pulpos. Cuando se mapeó el genoma del pulpo en 2015, se demostró que los genes del sistema nervioso se separaron de los del calamar hace solo 135 millones de años, nuevamente, mucho después de la explosión del Cámbrico. Este es un grupo antiguo con algunas características notables, pero estas características no aparecieron en las primeras criaturas y se desarrollaron gradualmente a lo largo de cientos de millones de años. En cambio, lo que sugiere el estudio es que los huevos de pulpo fertilizados “subieron a bordo” de un cometa helado y se estrellaron contra el mar al inicio de la explosión del Cámbrico. Los genes responsables de la evolución del pulpo, escriben, no parecen provenir de sus antepasados.
Por supuesto, los principales medios de comunicación se ocuparon de todo esto. La idea de que la vida en la Tierra proviene del espacio exterior es tremendamente atractiva, especialmente cuando hablamos de criaturas extrañas como los pulpos, y todo el mundo se quedó sin aliento ante la idea de un pulpo alienígena. “Los pulpos son del espacio, dicen los científicos” fue uno de los titulares amarillistas publicados en la prensa.
“Somos muy conscientes de que el pensamiento dominante sobre el origen y la evolución de la vida en la Tierra está firmemente anclado con el paradigma terrestre”, escriben los autores. “Nuestro objetivo aquí fue propiciar una mayor discusión entre las comunidades de las ciencias biofísicas, biomédicas y evolutivas” añaden. La ciencia puede hacer frente a una generosa dosis de locura de vez en cuando.
El artículo ya ha suscitado escepticismo. Si bien se ha observado que algunas formas de vida extremófila sobreviven al vacío del espacio durante cortos períodos de tiempo, las suposiciones de este artículo requerirían que huevos, embriones u otras células sobrevivieran miles de años, si no más, en el espacio. Este artículo justifica el escepticismo del valor científico de las teorías independientes sobre el origen de la vida. En lugar de descartar la panspermia de plano, quizás deberíamos esperar los descubrimientos que las futuras sondas espaciales podrían traer. La evidencia, como siempre, será el factor decisivo. Tal vez valga la pena tener una idea curiosa: ¿y si la panspermia es correcta?
Al final, los pulpos son criaturas fascinantes y ojalá se puedan seguir apreciando, aun si no vienen de Marte.
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