El bofetón televisado ha dado mucho de qué hablar y escribir. En las redes ha sido tendencia durante días. La gente se ha vuelto jueza: que si estuvo bien, que si estuvo mal. Los temas de violencia y masculinidad saltaron al escenario. Mi anterior artículo tocó esos asuntos pero los comentarios recibidos en privado y los vistos en las redes me llevan a referirme, de nuevo, a ellos.

¿Son los hombres violentos por naturaleza?

La inmensa mayoría de conductas son aprendidas a través de la educación o la socialización que recibimos. Entre ellas están los comportamientos de género, que tienen que ver con nuestro sexo o identidad sexual, así como las formas de expresar la agresividad y la violencia.

La agresividad tiene una base biológica y en el momento de sentirnos amenazados o atacados reaccionamos como cualquier otro animal, pero a los humanos, la sociedad nos educa en torno a cuándo, cómo y dónde inhibir la violencia o a expresarla. Esa educación también tiene que ver con lo que cada quien es sexualmente.

Convencionalmente, se asume que los varones, por más fuerza física y tipos de labores que desempeñarán, deben aprender a ser más violentos e independientes que las mujeres. En ellas se trata de que sean delicadas y dependientes. Pero las personas no son violentas por su sexo, ni por su género, sino por lo que han aprendido en su medio social.

Masculinidad y violencia

En la socialización de los varones hay mensajes que los llevan a ser valientes, fuertes, atrevido, agresivos (sin que eso signifique violento, pero si lo es, no importa, es más de lo mismo) y, en consecuencia, hay que mostrarse así, poderosos.

Si el varón no responde en forma valiente, agresiva, se dice que `parece una niña´, `es medio maricón´, o que, `esa cosecha se perdió´, como formas de descalificarlo. Por tanto, él tiene que hacer todo el esfuerzo posible para demostrar que no es cobarde, afeminado, o sea, como lo peor que existe.

Entre las funciones sociales que se les asignan a los varones están las de ataque y defensa tanto a él, como de lo que considera suyo, ya sean propiedades o familiares. Desde la prehistoria los varones han aprendido que tienen que defender a sus propiedades y a los débiles; niños, niñas y mujeres.

La fortaleza física masculina es factor de fuerza en la construcción del patriarcado, esa cultura en que el poder debe ser ejercido por los hombres, por el hecho de ser hombres.

Contextos violentos producen gente violenta

Hay contextos sociales que incitan a la violencia y por ello esa forma de reaccionar puede llegar a considerarse como natural. Lo más frecuente es que si alguien te trata con violencia, respondas con violencia, pero si el contexto te lo refuerza, te exige ser violento, es ser “normal”.

A pesar de estar “naturalizada”, aceptada la violencia, las personas pueden aprender a manejarla al punto de expresarla de diferentes maneras y hasta inhibirla completamente, como los monjes zen. Pero no hay que ser monje, ni zen, para aprender a controlar la violencia.

Una pauta social generalizada, es que, si alguien intenta apoderarse o meterse con algo tuyo, reaccionas con violencia para impedirlo. Así son los animales de escala inferior con el alimento y particularmente, las hembras con sus crías. Para los humanos, `algo tuyo´ incluye las propiedades materiales y humanas, como tus hijos, hijas, tu marido, tu mujer. `Meterse´ va desde ver, hablar, acercarse, agredir verbal o carnalmente, hasta matar.

Cuando nosotros, o algo que asumimos como nuestro, es amenazado o lesionado verbal o físicamente, por más educación que se tenga, tendemos a reaccionar con violencia. Por eso algunos comprenden y aplauden el bofetón del actor al comediante. Pero también hay otras formas sociales para reaccionar ante un ataque. Hablar es una de ellas.

Machismo femenino

En los últimos 100 años de la humanidad, los papeles del hombre y la mujer han cambiado. Sobre todo, los de ellas. Ya las mujeres no se limitan al trabajo doméstico (aunque lo sigan ejerciendo en forma impuesta), muchas tienen educación superior y casi todas disfrutan de las libertades y derechos que las luchas feministas han logrado. Esto las ha fortalecido no solo social, sino psicológica y hasta físicamente.

Como grupo social, las mujeres del siglo XXI son más fuertes que sus antepasadas, aunque haya muchas que piensan, se comportan y añoran los tiempos de sus abuelas.

El machismo femenino, arrastra creencias y actitudes que atribuyen al hombre superioridad social, entre otras razones, por su fortaleza y destreza física. Ellas asumen que él tiene que mantenerlas, protegerlas, defenderlas. Y aplauden al actor.

Las mujeres machistas no se dan cuenta de que escupen para arriba: desean tener los mismos derechos que los hombres, pero piensan y reconocen que ellos son superiores por lo fuerte y valientes que son. Y lo peor, es que transmiten a sus hijos e hijas ese pensamiento.

Nuevos y buenos aires

Afortunadamente, los cambios sociales han traído un nuevo tipo o modalidades de comportamiento en materia de géneros sexuales y violencia. Hay mujeres feministas duras o ligeras y también no feministas pero cada día más mujeres se resisten al dominio y a la violencia masculina (aunque algunas terminen heridas o muertas por ello). Asimismo, aun cuando persiste el machismo masculino, también hay hombres que cuestionan los rígidos patrones de la masculinidad tradicional, se identifican como hombres pero no son violentos y hay quienes no se sienten hombres ni mujeres y tampoco es gente violenta.

Lo importante es que, independientemente del género y la identidad sexual, cada vez más, crece el sentimiento de la no violencia en cualquier contexto.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: La bofetada, la violencia televisada

Leoncio Barrios, psicólogo y analista social. Escribidor de crónicas, memorias, mini ensayos, historias de sufrimiento e infantiles. Cinéfilo y bailarín aficionado. Reside en Caracas.