Lo primero que llama la atención en el video de Yibram Saab Fornino, el hijo del Defensor del Pueblo, Tarek William Saab, es el escenario. Al fondo se ve un jardín cuyo límite es un muro de setos. A la izquierda una palmera precisa el encuadre. Es de noche y la única luz parece provenir del otro lado de la cámara.
–¿Estás listo? –dice una voz.
Yibram asiente e inmediatamente alguien más agrega:
–Estoy grabando.
Lo que sigue es uno de los capítulos más significativos del progresivo pero irrefrenable proceso de demolición del chavismo como poder político.
Yibram comienza por presentarse como «ciudadano y estudiante de Derecho». No como «pueblo» ni masa indiferenciada, sino como sujeto autónomo y pensante. Condición que refuerza al declarar lo que hace, estudiar Derecho, es decir, comprender los alcances y los límites de su propia libertad.
Es de piel blanca, pero el rostro muestra la insolación típica de los demócratas venezolanos de estos días: el registro ardoroso de las muchas horas pasadas bajo el sol luchando por vencer la dictadura de Nicolás Maduro.
El video dura apenas un minuto y cincuenta y dos segundos, pero está estructurado minuciosamente de principio a fin.
Luego de presentarse y de recordar cómo las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia han roto el hilo constitucional en Venezuela, Yibram fija su posición, «libremente ante el país, como venezolano y como hijo mayor del Defensor del Pueblo, Tarek William Saab: mi papá».
Al decir esto, Yibram se detiene por un segundo, levanta la mirada del papel que está leyendo y observa a la cámara.
Yibram no dice mi «padre», dice mi «papá». Lo que a pesar de la severidad de la mirada, que revela la conciencia de la lección moral que le está brindando frente al país, busca mantener las hebras del hilo familiar.
La valentía del hijo revela la cobardía del padre. Tarek William Saab, ante el ultimátum que le dio la Asamblea Nacional para que asumiera verdaderamente las atribuciones de su cargo, utilizó como escudo a su esposa y a sus hijos, viendo en aquella exigencia una amenaza personal y culpando a la oposición de cualquier cosa que le pudiera pasar a él y a su familia.
A lo que Yibram responde:
«En primer lugar, quiero desmentir que tanto yo como mi hermana Sofía, de dieciocho años de edad, y mi hermano menor, de catorce, hemos recibido algún tipo de amenaza».
¿Por qué Yibram hace esto? ¿Por qué le hace esto a su propio padre? Yibram, inmediatamente lo aclara:
«Hago esto motivado por los principios y valores que me enseñó mi papá. Cosa por la cual te agradezco».
Estoy seguro de que, dentro de ciertos sectores monolíticos de la oposición, esta declaración les bastará para descalificar el pronunciamiento de Yibram. Pedirán lo que en el fondo anhelan que pase entre los venezolanos: un linchamiento. Sin embargo, Yibram ha hecho algo mucho más complejo, mucho más inteligente y a la vez conmovedor: ha desarmado al padre con sus propias armas. Las armas del valor y la justicia que el Defensor habría cambiado por un juego de mancuernas y unos afiches de Chávez.
Yibram ha cumplido con ese ritual que todo muchacho debe hacer de manera consciente para convertirse en hombre: matar al padre. Es decir, desvanecer la sombra paterna incorporándola. Un ritual que Yibram ha cumplido con valentía y también con ternura, ante la mirada atónita de un país que por un minuto y cincuenta y dos segundos quedó convertido en un público isabelino.
No obstante, no es sólo el drama familiar el que ha llevado a Yibram a hacer lo que hizo. Yibram decidió fijar posición en la noche de un día particularmente doloroso. El día en que la dictadura asesinó al joven Juan Pernalete, disparándole al pecho, a quemarropa, una bomba lacrimógena que le partió a él, a su familia y a toda Venezuela el corazón.
Juan Pernalete

«Ese, pude haber sido yo», dice Yibram y mira de nuevo a la cámara. Mirando, a través de todos nosotros, a ese a quien todavía llama «papá».
Yibram termina pidiéndole a Tarek, con un estoicismo impresionante, que reflexione y haga lo que tenga hacer.
«Te entiendo, sé que no es fácil, pero es lo correcto», le dice el hijo al padre.
Con su carta, Yibram Saab Fornino se ha convertido en hombre. No sólo en el sentido de la afirmación de una virilidad que en ciertas ocasiones, como esta, es necesaria. Sino también en el sentido de transformarse en alguien íntegro. Alguien que ha deglutido su propia sombra, aconsejándola y amándola.
La gesta de Yibram es, en el fondo, anímica. Ha espantado el fantasma que no pudo desfacer el nervioso Hamlet. El mismo fantasma que en una noche parecida devoró a Jorge Rodríguez y que le ha costado a Venezuela tantos ríos de lágrimas y sangre.
Tomado del blog https://elatajomaslargo.wordpress.com/ con autorización del autor.
HIJO TRAICIONERO QUE DIOS TE PERDONE
¡Dios no existe!, hijo valiente comportándose como un ser humano, un individuo sensible y autónomo ¡Ah, y NO GRITE!
Carta Anónima al Pueblo de Venezuela
Hoy
Venezuela amanece sumergida con una realidad tan compleja que cualquier desenlace
puede desembocar en catastrófica condensada en los confines de una nación. Existió
un tiempo en que las penurias de una nación se resolvían con un afrontamiento
directo de los problemas, desde su reconocimiento hasta la acción concreta por
parte de un liderazgo y una masa indetenible de ciudadanos dispuestos a seguir
un camino, el fin correcto.
Habiendo
observado muy detalladamente los hechos en el territorio nacional de los últimos
días es más que evidente la patraña política que se emana de un grupo reducido
concentrado en el poder a costa de un apoyo de una cúpula militar nefasta, tan
corrupta e inmoral como el mismo grupo gobernante. La cantidad de
enfrentamientos, heridos y muertos que se ocasionan en las calles venezolanas
producto de una discordia social, de una represión sin medida y sin legalidad
por parte de un régimen dictatorial continua aumentando, pareciendo cobrar
victimas principalmente del poderoso y a su vez vulnerable pueblo, personas
humildes que exigen un cambio a su contexto social, un abastecimiento nacional,
seguridad en las vías, prosperidad nacional. Sin duda cada vez serán más los
que se pronuncien a favor de una lucha por la libertad, ninguna persona puede
estar en tranquilidad y abundancia en un país donde todo escasea.
Este
contexto histórico-social que se atraviesa actualmente es único en diversos
aspectos, en un mundo que ha evolucionado hacia una era digital permite una divulgación
oportuna de información pese a las restricciones de comunicación que impone un régimen
opresor. Nunca antes se había llegado a niveles tan catastróficos de nivel
nacional, ni se habían evidenciado indicadores de violencia tan altos en la
cotidianidad así como también en la protesta legal, la escasez logra abarcar un
porcentaje nacional altamente elevado, así como también las carencias en los
servicios básicos y necesarios para poder ejercer el denominado “Derecho a la
vida”.
En
vista de todo lo mencionado anteriormente, y haciendo una denotación especial a
la frase “poderoso y a su vez vulnerable pueblo”, es necesario hacer un llamado
a la reflexión individual que pueda tener un cambio en la población a nivel
colectivo. La estructura de un líder mesiánico es comúnmente creída en la
idiosincrasia del venezolano, pero los tiempos han cambiado y hoy en día somos
observadores y protagonistas de algo mucho mayor, donde no tiene que ser un líder,
sino un pueblo que logre el cambio que tanto anhela. Desde muchos sectores que
concurro, diversas opiniones sobre la dirigencia opositora se escuchan
diariamente, criticas, sin embargo lo que más resalta es precisamente la
continua espera de que aparezca un líder pronunciando palabras traigan a la
realidad los deseos más fervientes de lucha de una sociedad oprimida.
Pueblo
de Venezuela, es momento de luchar, la violencia que cada día se vive y nos
ocasiona más víctimas no discrimina partidos políticos, es universal para todos
los que en este país conviven. Es momento de dejar de esperar un líder mesiánico,
hay que tomar el protagonismo en la historia de Venezuela. Es momento de
acompañar las protestas que se puedan convocar por la dirigencia opositora pero
también es momento de saber cuándo se debe abordar la calle sin retorno. La lucha
frontal que se debe dar, es el logro del día de mañana y el eterno
reconocimiento en las páginas de la historia para el pueblo de Venezuela. No
hay que esperar que se genere en una mesa la dirección de una protesta a nivel
nacional, cada venezolano en este contexto histórico debe demostrar la
capacidad de organizarse, de lucha conjunta y equilibrada, de sensatez y mucha
firmeza a la vez. Porque solo así Venezuela aprenderá de una vez por todas que
la dirección nacional no reside en un grupo, sino en la voluntad y fuerza de un
pueblo, que elige, revoca y que demuestra que todo el estado nacional esta subyugado
a una masa popular en conjunto y coherencia con una Constitución Nacional. Esas
son las leyes fundamentales nacionales de nuestro país.
Fuerza
y Fe Venezuela.