Una exposición fotográfica que se realiza en la Sala TAC de Caracas nos muestra e invita a la reflexión sobre unas zonas de la ciudad donde vive un poco más de la mitad de la población caraqueña y que, por lo general, son desconocidas y temidas, por la otra mitad. Los barrios.
Para quienes no están familiarizados con los venezolanismos, en las ciudades de Venezuela, “barrio” significa zona residencial de la gente con menos recursos económicos, los pobres. La gente con más recursos socioeconómicos vive en “urbanizaciones”.
La exposición Al encuentro: miradas que acortan distancias, desmontan prejuicios y tienden puentes muestra las miradas de fotógrafos locales y extranjeros hacia el barrio caraqueño y su gente. La expo es como una ventana que permite mirar esas zonas que para quienes no vivimos en un barrio nos resulta sorprendente. Es el desconocimiento que tenemos de ellas.
Podemos ver al barrio y su gente en la galería de arte, en documentales, en libros, en las noticias, como algo ajeno. Puede que nos conmueva. Es hermoso, oí. No sé si la obra o el barrio. En ficción, virtualidad y distancia, todo vale.
El asunto es que materializada lo que representa el barrio imagen en cualquier parte de Caracas y la gente del barrio en las calles del casco urbano y los vagones del metro, tiene otro significado para la clase media caraqueña.
Gente de clase media, incluidos gobernantes, ve al barrio en la realidad y trata de ignorarlo, de no verlo, aunque no lo logre.
Caracas está rodeada de barrios por todas partes, menos por una, la montaña que corona y enaltece a la ciudad, el Ávila, también llamada por los indígenas Waraira Repano y que ya tiene ranchos, o viviendas precarias, por algunos lados.
Por demás, los barrios son espacios perceptibles desde casi todos los lugares del casco urbano caraqueño. Están en las laderas de los cerros. Son la cara de la ciudad para quien viene desde el exterior y la espalda para quienes van rumbo al oriente u occidente. Imposible ignorarlos.
En Caracas, también hay barrios en las orillas de las quebradas embauladas y debajo de puentes. Laberintos subterráneos que desconocemos., como también desconocemos las escalinatas y caminos en los cerros.
Por los años de los años, los barrios han sido vistos por los gobiernos y por los habitantes del casco urbano como un problema, como algo que hay que resolver. Si fuese posible, borrarlos de la faz citadina.
Pero no, ante lo imposible, se ejecutan acciones para aproximarse a esa otra parte de la ciudad, de (re)conocerla, de entenderla.
Eso se ve en la referida exposición y se oye de los especialistas que han hablado sobre el tema. Se trata de aproximarse al barrio en un tono comprensivo con miras a superar la visión degradante, prejuiciada y estigmatizada de esos lugares que ha predominado.
Hay énfasis en la necesidad de modificar el vocabulario que refleja el concepto de cómo se ve el barrio. Se oye la ciudad y los barrios, como que si fuesen partes separadas, también la ciudad formal y la ciudad informal, una planificada, con servicios y la otra improvisada, desatendida. Pareciera mejor, los barrios como zonas entre las muchas que tiene la ciudad.
A la crisis de servicios públicos con la que se vine en los barrios y el riesgo geográfico que presentan algunos, se suman varios problemas sociales, donde destaca la violencia y la inseguridad.
La acción de unos pocos habitantes “mala conducta”, los malandros, ha creado el estereotipo de que los barrios son peligrosos. Los hay, por supuesto. Dentro de ellos mismos hay zonas más peligrosas que otras, pero en todos los barrios predomina la gente trabajadora, buena, solidaria entre ella. Eso poco se ve, se dice.
De allí la importancia de la referida exposición y de las acciones que varias ONGs e instituciones académicas –pocas por parte de empresas privadas- están llevando a cabo en Caracas para el (re) conocimiento de estas importantes zonas de la ciudad.
En ese sentido, hay iniciativas de ONGs para acercar a la gente del casco urbano al barrio con actividades promovidas por sus habitantes. Tal es el caso de San Agustín, en el centro de Caracas, con un buen baile de salsa al final; La Palomera, en Baruta y El Calvario, en El Hatillo. A quien le interese, busque en internet. He ido a los tres y volveré.
Cambiar el imaginario del barrio como problema, al barrio como parte de las soluciones a las muchas dificultades que enfrenta Caracas, nos ayudará a sentir una mejor ciudad, una ciudad más humana.
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