Durante la primera ola de la pandemia producida por el SARS-CoV-2, el ataque por sorpresa del nuevo virus paralizó al mundo.  No se sabía, a ciencia cierta, cómo responder ante un agente patógeno desconocido. Los gobiernos, cualquiera fuese su tinte, reaccionaron con mano dura. A ese coronavirus había que pararlo como fuese. Mucha gente se enfermaba, moría. Las economías, nacionales y personales, se tambaleaban.

El que los gobiernos fuesen estrictos en las medidas de prevención del virus era imprescindible.  No se trataba de democracia o dictadura, sino de poder dar una respuesta sanitaria eficaz, de salvar la economía, la salud de la población.  ¿Qué sería primero?  La corta historia de la pandemia del covid-19 confirma que las medidas tenían que ser rigurosas para seguir adelante.

Aun cuando los párrafos anteriores estén escritos en tiempo pasado, la situación es actual. Cuestión de estilo, no del estado de la pandemia, desafortunadamente.

La pandemia del SARS-CoV-2 y el desarrollo del covid 19 ha tenido varias olas según el país y la región. Se asume que hay una nueva ola epidemiológica cuando se detecta que el número de casos diarios ha llegado a un pico, comienza a descender y, de repente, vuelve a subir.  Esa subida señala que ha llegado la otra ola. Es entonces, cuando hay que reforzar las medidas de prevención y la gente reacciona en consecuencia.

Negacionistas en las primeras olas

Las medidas de control social por la pandemia del SARS-CoV-2 ha afectado a la gente y ella ha reaccionado según sus convicciones. La gran mayoría, en cualquier país, ha aceptado las medidas para reducir el riesgo de contagio, pero, como siempre, hay grupos que disienten, se niegan a acatar normas.

Los grupos o personas que consideran que las medidas de prevención asumidas ante el ataque del SARS-CoV-2 vulneran sus derechos fundamentales, como el de la libre movilización, han protestado. Y su defensa comienza por lo más simple: negar que la epidemia existiera y si existe, que las medidas de prevención que se han tomado sean las adecuadas. Negacionistas se les llama. 

Los negacionistas ante la epidemia del SARS-CoV-2 son grupos que tienen visibilidad, fundamentalmente, en los países ricos que tienen fuertes creencias liberales. En los países ricos con gobiernos estrictos, la gente poco disiente.  En los países pobres, tengan gobiernos liberales o no, la situación epidemiológica ha sido y es tan calamitosa que no es posible negar la epidemia. La fuerza de los hechos convence de su existencia.

Un serio problema para las negacionistas es que, a pesar de las fuerzas de sus ideas y airadas protestas, se pueden infectar con el nuevo coronavirus, desarrollar el covid, acudir a los hospitales para ser curados y, en el peor de los casos, morir por esa enfermedad, como cualquier creyente de la pandemia.

Nueva generación de negacionistas

A seis meses de haber comenzado la vacunación contra el covid en el mundo, casi ningún país ha logrado inmunizar al menos al 75 % de la población en riesgo de infección y mientras haya gente sin vacunarse, el virus tendrá donde alojarse y de allí pasar a otra persona vulnerable. Es decir, la epidemia no parará. 

El avance de la vacunación contra el covid se ha encontrado un obstáculo en países ricos: un sector de la población que por diversas razones se resiste al pinchazo.  Por un lado, están los negacionistas de siempre. Si no creen en la existencia del virus y de la pandemia, por supuesto, tampoco creen que hay que vacunarse. Al grupo de negacionistas de la pandemia, se suman los negacionistas de la vacuna.

Hay varias razones que pudieran explicar la negación a vacunarse: dudas sobre la efectividad del pinchazo, creencias religiosas, primitivismo, rasgos de infantilismo, o, el concepto liberal de libertad: la voluntad y decisión personal por sobre todo las cosas. Ninguna de estas razones es excluyente entre sí, pero todas convergen en un eterno problema ético, político de las sociedades contemporáneas: el interés individual versus interés colectivo.

Dilema ante la vacuna

Los gobiernos de los países ricos y liberales se enfrentan a un serio problema político ante la conducta de los grupos negacionistas de la epidemia del covid y de su vacuna.  ¿Qué hacer con negacionistas en materia de salud colectiva, como es el caso de las epidemias?, ¿cómo se respetan los derechos individuales si están amenazados los colectivos? Hasta ahora, en estos países, gana el derecho individual sobre el colectivo, por lo que los gobiernos están ofreciendo recompensas materiales como forma de incentivar la vacunación.

La decisión de algunos gobiernos de respetar la libertad individual tiene una doble lectura: por un lado, lo bueno que se respete el derecho de cada quien a hacer lo que considere bien, y, por el otro, lo malo que el Estado se desentienda de su responsabilidad ante la pandemia. Ya yo hice lo que tenía que hacer, ahora es cuestión de la gente, comienzan a decir algunos gobernantes de países ricos. ¡Peligroso!

Sin duda, las decisiones de cada quien hay que respetarlas, pero las creencias erradas en salud hay que corregirlas. Eso es responsabilidad de los gobiernos y el propósito de la educación. 

El negacionismo a la vacuna es un problema en los países ricos, en los países pobres, la inmensa mayoría de la gente está ansiando, como loca, que la vacunen.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: La vacuna, ra, ra, ra

 

Leoncio Barrios, psicólogo y analista social. Escribidor de crónicas, memorias, mini ensayos, historias de sufrimiento e infantiles. Cinéfilo y bailarín aficionado. Reside en Caracas.