Así como no se puede predecir con plena certeza los resultados de la temporada de béisbol o los destinos que depara la vida, mucho menos se puede adivinar el desenlace de la crisis política. Pero el ejercicio hay que hacerlo para empujar los hechos, moldear la discusión pública, influir sobre la contingencia, y por supuesto, aportar alternativas que favorezcan una solución real y duradera.

Por lo que puede recogerse de los últimos sondeos de opinión, la mayoría está consciente de que Nicolás Maduro representa un gobierno tiránico y que es el padre de la catástrofe humanitaria. Sin embargo, sobre las formas y opciones de terminar con este calvario, existe el dilema infinito y pareciera que todos los razonamientos dan vuelta en círculo.

Con todo, si se identifica el problema como “político”, entonces se deben aterrizar los arreglos “políticos”. En estricto sentido, si se quiere evitar una mortandad entre venezolanos, pues, converjamos en lo más elemental de la política: acuerdos de convivencia entre las partes.

En este largo peregrinaje se ha hecho evidente que ningún sector se impone al otro, por lo cual ninguno de ellos renunciará su lucha para ceder espacios gratuitos.  Esta pesadilla interminable ha hecho manifiesto que las sanciones económicas tampoco provocarán la expulsión de los usurpadores. Aquí sólo valdrán salidas negociadas, donde prime las elecciones con los ojos internacionales, indudablemente.

Evitemos vender ilusiones, sueños y fantasías. La recuperación del país pasa por construir un mecanismo que resuelva las diferencias, el resto es griterío para las gradas. No debemos bloquear las fórmulas que nos permitan solventar la confrontación con madurez política. No me cansaré de decirlo: si permanecemos en la diatriba de exterminar al otro, el conflicto durará por los siglos de los siglos y no quedará país para nadie.

Con base en lo político

Es difícil animar las esperanzas ciudadanas, pero no por ello se debe avivar el enfrentamiento irresponsablemente. De hecho, basta mirar los últimos eventos en el Zulia y Falcón para convencerse de que todos los actos de resistencia expresan naturalidad y reflejan la firme determinación de un país que se niega a doblegarse.

Por supuesto, se busca desesperadamente un evento disruptivo que marque el fin de la tiranía, pero debe comprenderse  que la suma de voluntades inflexibles de millones de ciudadanos que no flaquean, están golpeando más fuerte que cualquier arma de represión. Y hacia allá deben apuntalarse la otra parte de la estrategia: incrementar la resistencia admirable que ha demostrado cada venezolano.

Está prohibido ofrecer respuestas fáciles al conflicto político y a nuestros problemas complejos. Está prohibido referirse a fechas límites y vender alucinaciones de tres extremistas como la salvación mágica.  El camino de la libertad se va arando con personas responsables como guías, no con fratricidas. Seguimos…

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Los tiempos de la política desesperan

Economista con un Magister en Políticas Públicas. Colaborador de varios medios nacionales.