[dropcap]L[/dropcap]a Semana Santa 2016 concluyó con un exhorto del papa Francisco para que prevaleciera el diálogo en Venezuela, debido a la crisis económica y de seguridad que hay. Antes del papa, distintas organizaciones, entre ellas, el grupo de opinión Aquí Cabemos todos ha insistido en la necesidad de dejar las piedras y retomar la palabra.
Atrincherados en las distintas posiciones, la dirigencia política venezolana no halla la manera de acercarse en un intercambio franco y respetuoso. Ambos extremos, además, lucen secuestrados por fanáticos del desastre y tal vez por otros que, con razones, están muy resentidos para atreverse a aceptar verle la cara a quien considera su enemigo.
Sin embargo, la única vía real para que se pueda abrir una clara puerta de esperanza sobre la situación del país es que haya diálogo. Solo que se dice fácil, pero ejecutarlo no es sencillo. Si revisamos los varios intentos de dialogar que se han propiciado entre gobierno y oposición, se puede entender por qué ahora no pareciese que hubiese suficiente voluntad para intentarlo nuevamente.
Cuando el presidente Nicolás Maduro cerró 2013 con un encuentro en Miraflores al cual asistieron dirigentes opositores, la acción fue bombardeada por quienes acusaron a los representantes de la Mesa de la Unidad de traidores y de estar en connivencia con el gobierno.
Siguió en enero con el encuentro en Miraflores motivado al homicidio de Mónica Spear y su esposo y se detuvo por las manifestaciones contra el gobierno que se produjeron desde el 4 de febrero.
Después vino La Salida. Gastarán tinta diciendo que no fue un error táctico, pero, el tiempo demostró que las acciones violentas que se desataron en el país, luego del #4F no eran ni la mejor opción ni la más efectiva. Esta iniciativa solo generó más desencuentro, abrió las puertas para justificar la represión del gobierno y llevó a la cárcel a decenas de personas, entre ellas, el preso más emblemático Leopoldo López.
La apremiante situación política obligaría a un nuevo esfuerzo, esta vez de la mano de Unasur para lograr que se sentaran cara a cara los representantes del gobierno y de la oposición. De esta manera vendría nuevamente un intento de hablar. Fue el 10 de abril de 2014.
Este encuentro vino con el gran añadido de la presencia de testigos de buena fe como los cancilleres de países de la Unasur Holguín (Colombia), Patiño (Ecuador) Figuereido (Brasil) y del Vaticano, lo cual agregaba un componente para estimular la construcción de confianza en espera de que se cumplan acuerdos a los que se llegaría. Nada ocurrió realmente. El diálogo se perdió entre vaivenes.
El actual presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, quien prácticamente sacó la mejor nota de aquel encuentro, fue luego cuestionado como un supuesto negociante de prebendas. Hoy muchos de los que le criticaron lo aplauden cuando le da unas cuantas bofetadas al oficialismo.
Esta vez no parece haber disposición a mirarse de cerca. Si la oposición falló en 2014, el gobierno ahora no se queda atrás cuando deja de reconocer que perdió las elecciones del pasado 6 de diciembre y se amuralla en un poder judicial al cual envenenó con las designaciones de magistrados exprés el pasado diciembre.
En una entrevista reciente, el ex ministro Miguel Rodríguez Torres llama al diálogo y al perdón. Lo hizo desde su perspectiva chavista y dejó claro con el periodista Vladimir Villegas que no estaba conspirando ni abandonaba su ideología.
No sé si Rodríguez Torres sea el mejor vocero para llamar al diálogo (recordemos cómo lideró la captura de los tomistas de las plazas y luego como criminalizaba a los estudiantes porque tenían condones y algunas sustancias como marihuana), sin embargo ha dicho algo que es muy sensato: Si Santos ( el presidente colombiano) se puede sentar a dialogar con las Farcs, por qué la dirigencia venezolana no puede hacerlo?
El otro ejemplo que emplea el exministro es la nueva relación entre Cuba y Estados Unidos. La cuna de la lucha anticapitalista recibió al presidente del imperio casi como un héroe. Las relaciones se descongelan luego de más de 50 años.
Si en ambos casos privaban muchas razones de gran peso para no hablar, ¿por qué nos cuesta tanto a los venezolanos buscar un encuentro para resolver nuestros problemas, habida cuenta de que, es evidente, que chavismo y oposición no se pueden aniquilar mutuamente?
La sociedad venezolana está en un proceso de destrucción que no cesará con un cambio de gobierno. Por esta simple certeza es que luce tan necesario llegar a acuerdos. Pero para lograrlos, lo primero es tener la disposición para conversar y no parece que haya dirigentes lo suficientemente maduros para asumir el costo de verse las caras con el “enemigo”.
Para cerrar, esta otra frase de MTR me parece sin desperdicio: No se puede pensar que va haber una hegemonía de clase, la clase media nunca se va ir de aquí.
Ni los pobres tampoco, le agregaría yo.