En Venezuela han sido convocadas elecciones parlamentarias nacionales para el 6 de diciembre de este año, tal y como corresponde por normativa constitucional. No obstante, ante el conflicto político interno que sufrimos desde hace cierto tiempo, la polémica ha acompañado este proceso por dos razones fundamentales.
En primer lugar, por la forma a través de la cual se dio la renovación de rectores principales y suplentes del ente comicial vía TSJ y no como correspondía, a través de la propia Asamblea Nacional. Junto a ello, la inhabilitación de tarjetas de diferentes agrupaciones políticas de oposición que se les niega o limita su derecho a la participación política. Adicional a las reglas de competitividad electoral que han sido cuestionadas y que impiden que se establezca una observación internacional.
En segundo lugar, la circunstancias especiales que estamos viviendo en la actualidad con un crecimiento diario de la pandemia. Situación que pudiera llegar a niveles mucho más elevados y complejos para la fecha de la elección según el pronóstico de las academias científicas y las organizaciones que monitorean, de manera independiente, la evolución del impacto causado por la Covid-19 en Venezuela. Esto haría que aumentaran los riesgos de propagación ante una eventual movilización de personas hacia los centros de votación.
Otra variable a considerar para las elecciones
Sumado a estas dos variables, tenemos una tercera sobre la cual, salvo contadas excepciones, se ha dicho poco. Y es que, técnicamente, la organización de un proceso comicial para votar parlamentarios es el más complejo de llevar a cabo por la cantidad de circunscripciones establecidas para la representatividad territorial del ente legislativo nacional.
Para esta convocatoria en particular, los tiempos están verdaderamente restringidos con muy poco margen de maniobra para las eventualidades; por lo cual, se agrega otro factor de distorsión política que pudiera afectarla.
Las elecciones, históricamente, han sido el mecanismo de la democracia para dilucidar situaciones de apremio social y oxigenar el sistema político en función de liberar tensiones acumuladas. Vale decir, que se esperan que sean el comienzo de la solución a los problemas graves que afronta el país. No obstante, hay que considerar que bajo estas premisas, lo más factible es que se sigan profundizando la crisis por la falta de reconocimiento mutuo entre los actores involucrados. Esto sería gravísimo en una sociedad que ya está rebasada en su cotidianidad desde hace bastante tiempo.
Por lo tanto, desde el seno de muchos partidos políticos de oposición, pero también del PSUV y organizaciones aliadas de Maduro, cada día crece más la necesidad de postergar los comicios para el próximo año. De esta manera, se le podría dar cabida a la observación internacional plural y garantizar condiciones mínimas de competitividad electoral que garanticen la participación de todos los actores.
En esto, algunos países como Turquía y España se han venido moviendo tras bastidores para la triangulación de tal fin. La Unión Europea en su conjunto avalaría tal decisión y potenciales aliados de Maduro como Rusia y China, también estarían de acuerdo en función de garantizar la estabilidad económica y política de un país que es tema de geopolítica global desde hace largo rato.
No es un tema fácil de dilucidar y decidir con las posiciones extremas que han caracterizado la realidad nacional en los últimos tiempos. Pero es la táctica más razonable para conectar con el sentimiento mayoritario de la población que sigue acumulando tensiones por las carencias y por la drástica evolución de la pandemia.
Los diplomáticos que están acompañando la dinámica para estas elecciones, junto a los líderes políticos de ambos bandos, merecen un voto de confianza en medio del odio generado desde los laboratorios, tanto del poder como de los que aspiran obtenerlo pronto.
Ojalá que la sindéresis prevalezca.
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