Si existe algo que debe reconocerse como magistral a este Gobierno, eso sería la capacidad ilimitada de generar ilusiones y sostenerse en el poder a pesar del drama humanitario gigantesco. Para todos los analistas es insólito cómo permanecen dirigiendo a un país después de tantas aberraciones de toda índole.

Ciertamente, somos noticia de primera plana en muchos diarios en el mundo por todas las calamidades, pero lo más reciente que ha causado impresión ha sido la intención que guarda el Ejecutivo de financiarse con las remesas de emigrantes, luego de que se bailaron más de 1 billón de dólares. Aunque deben estar bien seguros de que esas remesas no serán la que les alcance para pagar los 200 mil millones de dólares en deuda que exhibe la República (aproximado porque la Oficina Nacional de Crédito Público no publica cifras).

Haciendo un recuento de todos los malabares que practican, aparentemente van quedando pocas opciones. Agotaron el ofrecimiento de oro a “titirimundachi”, otorgan bonos con festín, prometen ventas a futuro de petróleo, presentan acciones de Citgo como garantía de pago y hasta ofrendan medios de pagos inexistentes. Definitivamente, hacen un videojuego con la nación. Sin embargo, en menos de dos semanas sorprenderán con otra ocurrencia que les permita distraer a muchos.

Es lógico suponer que mantendrán estas políticas anacrónicas, pues, les ha permitido conservar el poder hasta entonces, y si algo les da resultados seguirán haciendo lo mismo. Olvidémonos que el Ejecutivo desea la reactivación económica del país, eso está comprobado. Ya existe amplio consenso sobre lo que persiguen: profundizar los controles que les facilite someter a la población y preservar el mando. Para ello, sumarán más proposiciones engañosas.

Este año ingresará al país por concepto de exportaciones de crudo unos 24 mil millones de dólares, y este dinero no podrá ayudarnos a ocultar el arrase de la capacidad productiva nacional, razón por la cual persistirá la tragedia de la escasez de materia prima, alimentos y medicamentos. Mientras gastemos como si gozáramos de un barril petrolero a 200 dólares, las consecuencias son impredecibles y las historias apocalípticas no cesan.

La Academia Nacional de Ciencias Económicas debería imprimir varios manuales didácticos, que sirva de orientación al Ejecutivo para diferenciar sobre una economía bien y mal administrada, por si no tienen tiempo de leer un libro de macroeconomía.

Entre tanto desconcierto, uno sólo descubre que la vocación de destrucción social es infinita y está en cada línea de los decretos oficiales. Entre tantos trastornos, uno termina convencido que son incorregibles. Y entre tanta confusión, uno se pregunta: ¿por qué no son talentosos en establecer políticas dirigidas a la producción, la promoción de la confianza, el conocimiento y el desarrollo tecnológico?

Como sociedad nos metimos en este lío, y como sociedad lo vamos a resolver. Quién vive de ilusiones, muere –pronto- de desengaños y amanece con todos los sueños despedazados, dicen por ahí.

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Economista con un Magister en Políticas Públicas. Colaborador de varios medios nacionales.