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La pandemia encontró a algunos países mejor preparados que otros para lidiar con sus efectos. Foto: Getty Images

Un tango dice que veinte años no es nada. A veces. Hay acontecimientos que, aun cuando han durado poco, se hacen infinitos. Así es con la pandemia del coronavirus que azota al mundo desde principios de este año. Cuando comenzó no nos imaginamos lo que venía, lo que estamos viviendo. Seis meses es mucho. Aún falta, quién sabe cuánto.

Enfrentar la pandemia del coronavirus ha resultado sumamente compleja por todo lo desconocido que ha traído, por lo que demanda. El Covid-19, además de ser una amenaza para la salud física y mental, afecta la vida social y la economía. Todo asusta.  Sobre todo, la incertidumbre.

La amenaza física

Seis meses después del comienzo de la pandemia, la respuesta es desigual en los continentes, países, provincias, ciudades. En ninguna parte hay control del virus. Por el contrario, las cifras aumentan todos los días a nivel mundial y tres de los cinco países con más casos de coronavirus, Estados Unidos, India, Brasil son de los más poblados del mundo.

Si la epidemia sigue avanzando, de la manera como lo está haciendo, será mucho más difícil controlarla. Entre los tres países con más casos y donde más se expande, hay dos con grandes índices de pobreza.

La tendencia de los casos no indica que todo el mundo se vaya a infectar, menos que se vaya a morir sino que el virus sigue descontrolado y, como hemos visto, viaja y de sitios que parece ya se está yendo o que se fue, el virus vuelve. Una lucha a largo plazo. Por ahora, parece sin fin. La salvación está en el compromiso de los gobiernos a enfrentar la pandemia, la prudencia de la gente y en la vacuna. Esto último, por lo cuidadoso del proceso, según la OMS, en el 2022. Dos años es mucho.

La amenaza social

La prevención fundamental a tomar para el coronavirus es la distancia de seguridad. El contacto físico, estar cerca de una persona infectada, es la única forma de contagio que se conoce hasta ahora. Por tanto, mientras menos nos acerquemos y a menos gente, más protección. Lo ideal, el aislamiento. Algo contra natura pero pudiera ser necesario.

Aislarse es difícil, casi imposible. Hay momentos, actividades que obligan a lo contrario, a exponerse. Sobre todo en personas o grupos muy gregarios, que necesitan la presencia de gente a su alrededor y en quienes tienen, por razones de sobrevivencia, salir de sus casas. Hay que producir dinero, gastarlo e iniciar el ciclo tan pronto como sea posible. Millones en el mundo, lo más pobres, no tiene otra opción. Tienen que arriesgarse a contraer el virus para no morir de inanición. Queda también la necesidad de esparcimiento, una pausa que permita tomar aire.

Consecuencias económicas

El reguardo físico y social afecta directamente la actividad económica. El quédate en casa, el no te muevas, no puedes pasar, solo hasta ciertas horas hace que gran parte de la productividad comercial se frene hasta la paralización. Millones en todo el mundo afectados por ello.

Grandes empresas están a punto del colapso, buscando cómo evitarlo. Medianas empresas viendo como sobrellevar la crisis. Incontables quiebres y cierres de pequeñas  empresas y emprendimientos. Todo ello produce desempleo, crisis familiares e individuales.

Salvando las distancias, la improductividad económica afecta a gobiernos, empresas, comunidades, familias e individuos. La crisis es general y las consecuencias serán también a largo plazo. Peor para los países pobres que para los ricos. Estos últimos tienen de qué asirse, los pobres dependen de la ayuda internacional como los mendigos de la limosna.

El impacto psíquico

La larga pandemia, con el consecuente confinamiento, ha sido devastadora de la psique. El miedo y preocupaciones por doquier. Poco esparcimiento para equilibrar.  Ha sido y es una prueba de fuego a nuestra resistencia psíquica.

En estos seis meses todo el mundo ha vivido con una amenaza constante a la salud, bajo presión y control social, restringido en el espacio, muy posiblemente, con dificultades económicas. Nuevos y viejos problemas saliendo a flote. Incertidumbre.  Miedo.

Buena parte de la población mundial carece de servicios prontos y de calidad para la salud. Ha vivido el confinamiento con restricciones de espacio, enfrentado dificultades en las relaciones familiares, carencia de dinero, problemas con los servicios públicos. Posiblemente ya sin trabajo o ingresos, y con un ocio desesperante por el exceso de tiempo libre. Incertidumbre. Miedo. Desesperación.

No hace falta esperar el stress post traumático. La crisis es ahora.

¿Qué hacemos?

Confiemos en nuestras fuerzas psíquicas, siempre tenemos más de las que creemos. A pesar de la distancia social necesaria, acerquémonos al otro, por teléfono, por la redes, el correo. Diciendo cosas positivas. La solidaridad, la generosidad son excelentes recursos para sentirse mejor. Afiancemos los afectos. Recordemos o vivamos el amor, no solo el erótico.  Alegrémonos de los gratos momentos pasados y actuales.

Hagamos ejercicio físico, el amor. Cantemos para nosotros, bailemos aunque sea solos. Apelemos a lo espiritual. Hagamos contacto con nuestra respiración, la señal de estar vivos. Nos relajará.

Seis meses es mucho, pero todo tiene su final… como nos lo dice con música el gran Héctor Lavoe. Oigámoslo

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Vuelta a clases en tiempos de pandemia

Leoncio Barrios, psicólogo y analista social. Escribidor de crónicas, memorias, mini ensayos, historias de sufrimiento e infantiles. Cinéfilo y bailarín aficionado. Reside en Caracas.