Sobre la evolución de las ideas y del ser humano

«Educar es bastante más que impartir conocimiento. Un buen maestro debe inducir curiosidad, capacidad de pensamiento crítico y valores que marcarán la trayectoria de vida del estudiante.

En suma, enseñar a pensar». Con este objetivo expreso, el académico venezolano Carlos Machado Allison publicó recientemente, bajo el sello editorial de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela, dos títulos de divulgación científica y de libre acceso, ambos complementarios, a efectos de presentar en términos sencillos el origen de la vida y nuestro origen como especie humana conquistadora del planeta.

Libros de lectura apasionante, escritos en lenguaje llano para el público en general y para estudiantes, el primero de ellos -«Evolución de las ideas sobre la vida»- nos transporta al origen de la vida en el planeta Tierra, retrotrayéndonos unos 3 mil quinientos millones de años atrás, desde la hipotética aparición del ancestro universal común a todos los seres vivos (LUCA, por sus siglas en inglés).

Un ancestro que dio origen a los tres dominios que agrupan a todos los seres vivientes (Archaea, Eubacteria and Eukarya), todos compartiendo el mismo código genético, el mismo «alfabeto» que traduce las instrucciones para la síntesis de proteínas, compuestos críticos para la sobrevivencia de los organismos vivos. La unicidad del código genético en todas y cada una de las especies que conforman el árbol de la vida es el dato científico que evidencia ese origen único de todos los seres vivos, simbolizado en LUCA.

¿Qué entendemos por vida?

 Ahora bien ¿qué entendemos por vida? Para responder, conversamos con el autor. Nos dice Carlos Machado Allison que, desde un punto de vista biológico, «vida es un estado de la materia alcanzado por estructuras moleculares específicas, con capacidad para desarrollarse, mantenerse en un ambiente, reconocer y responder a estímulos y reproducirse permitiendo su continuidad».

A partir de esta definición, el autor se explaya en detallar a lo largo del libro cómo han ido variando los alcances de la vida para el ser humano, a medida que la ciencia y la tecnología los han modificado o ampliado. Así, por ejemplo, Machado Allison recuerda cómo la peste bubónica que asoló a Europa en el siglo XIV motivó a Giovanni Boccaccio a escribir el Decamerón, una obra que, junto con otras, marca el fin de la Edad Media y atisba al Renacimiento, con sus nuevas formas de vivir y de concebir el mundo.

Con respecto a la epidemia, Boccaccio escribe que esta es «producida por la influencia del aire o por nuestras iniquidades, lo cierto es que esta calamidad fue enviada a los mortales por la justa cólera de Dios».

Fue preciso llegar al siglo XIX para concluir que tales infecciones no eran resultado de causas sobrenaturales sino producidas por microorganismos, conocimientos aportados por Louis Pasteur y Robert Koch, entre otros, que fundamentaron la teoría microbiana. No deja de sorprender que aun en este siglo XXI, siglo del conocimiento, haya quien dude del papel de microorganismos en epidemias diversas y que se opongan a tratamientos generados por investigación científica para el control de pandemias, como la reciente del coronavirus.

En el libro que reseñamos, el autor se detiene en la primera revolución industrial, iniciada a finales del siglo XVIII con la invención de la máquina de vapor por el escocés James Watt, una revolución que hizo posible un aumento en la productividad, el desarrollo de ferrocarriles, cambios en los barcos y muchas otras aplicaciones que culminaron en cambios en los modos de vivir y pensar. Entre muchos procesos sociales se destacan la migración del campo hacia los centros urbanos o la creación de nuevas ciudades en las cercanías de las fábricas.

Creció como nunca la población humana, de 790 millones de habitantes en 1750 a 2 mil millones en 1900 y 8 mil millones actualmente, con consiguientes progresos en muchos campos de la actividad humana, aunque con graves problemas sociales, entre los cuales son de destacar el 10 % de la población (800 millones) por debajo de la línea de pobreza y 13% de adultos no alfabetizados (aprox. 780 millones), cifras escandalosas que requieren tratamiento urgente hoy, cuando ya estamos en la cuarta revolución industrial, marcada por avances tecnológicos digitales: robótica, inteligencia artificial, nanotecnología, computación cuántica, biotecnología, Internet de las cosas.

Son muchos los temas que Machado Allison toca en su libro que por razones de espacio apenas podemos mencionar. No podemos dejar de lado la copiosa sección titulada “La ciencia cambió las ideas”. En ella se pasean como amigos fraternos un monje agustino, Gregor Mendel, nacido en Heinzendorf, en el entonces Imperio Austríaco y hoy parte de la República Checa, abad de la Abadía de Santo Tomás en la ciudad checa de Brno, cuyos estudios con guisantes dieron nacimiento a la genética; Charles Darwin y Alfred Wallace sobre la evolución de las especies y la selección natural; los ya citados Louis Pasteur y Robert Koch en microbiología; entre muchos otros pioneros de las ciencias de la vida.

Un capítulo extenso sobre reglas, religiones y mitos se aproxima al asombro de los primeros pobladores frente a la infinitud del mundo. No es de sorprender que surgieran dioses y religiones para explicar lo inexplicable, dado el poco conocimiento científico de entonces. Así dioses de la lluvia, del sol, de la agricultura aparecieron en todo el mundo habitado por el ser humano.

Revoluciones religiosas

Machado Allison nos va llevando de la mano por una travesía a lo largo de la historia, para destacar cómo el progreso científico fue generando también revoluciones religiosas. A manera de ejemplo cito dos: (1) la arquetípica condena de Galileo Galilei por la Inquisición, al insistir en que es la Tierra la que gira alrededor del sol, como lo afirmaba Copérnico y no al revés, como sostenía Ptolomeo (Galileo fue «reivindicado» 359 años más tarde, en 1992, por el papa Juan Pablo II); o (2) la revolución doctrinaria que la teoría de la evolución de las especies provocó en su momento, y aún provoca en quienes todavía pretenden posicionar a la Biblia como fundamento de verdad científica en cuanto al origen del universo y del ser humano.

En fin, este primer libro de Carlos Machado Allison es un compendio de 143 páginas llenas de historias de la ciencia y los científicos, que bien vale la pena leer para disfrute y aprendizaje.

El segundo -«Conquistadores de la tierra»-, igualmente atrayente para todo público, nos permite hacer un viaje desde las penumbras del tiempo hace unos 4 millones de años, cuando surgen los primeros homínidos como los Australopithecus, hasta un punto, hace unos 200 mil años, cuando por evolución llegamos a nuestra especie: Homo sapiens.

En ese andar desde el remoto pasado nos encontramos con pasos intermedios: Homo habilis y Homo erectus, 2 millones de años atrás, época en la que coexistieron varias especies de homínidos; Homo neanderthalensis,hace unos 300 mil años y finalmente, Homo sapiens, con antigüedad de unos 200 mil años.

Los principales cambios morfológicos que facilitaron esa evolución fueron: una postura bípeda que dejó las manos libres, la oposición del pulgar y un cerebro en aumento gradual, desde unos 400 cc en Australopithecus hasta 1200 – 1850 cc en nuestra especie, H. sapiens, que contribuyeron a la creación y uso de herramientas, por ende, al desarrollo de estructuras sociales cada vez más complejas.

Neandertales y humanos modernos convivieron por bastante tiempo, el suficiente para hibridarse, hecho que se comprueba por estudios genómicos que indican que nosotros, H. sapiens, tenemos entre 3 y 5% de genes neandertales. Por causas desconocidas, los neandertales desaparecieron hace unos 35 mil años. Hay autores que ven en esta historia «una metáfora de nuestra incapacidad para entender que pueda existir otra forma de ser humanos, de enfrentarnos a algo tan profundo como indagar en la mirada del otro.

Los neandertales pertenecen al género Homo, el mismo al que se adscriben los humanos modernos (H. sapiens). Lo que ahora parece normal —que seamos los únicos humanos sobre la Tierra— es, en realidad, bastante extraordinario: llegaron a convivir ocho ramas del género Homo (seguramente hubo más) hasta que, hace 35.000 años, desaparecieron los neandertales y solo quedamos nosotros».

Luego de estas consideraciones, Machado Allison nos explica cómo ocurrió la conquista progresiva de la Tierra por H. sapiens desde que hace unos 75 mil años salió de África, rumbo a Asia, Europa y Australia, y finalmente al continente americano hace unos 15 mil años, último bastión en ser conquistado.

Derivado de ese andar por tierras tan dispares, H. sapiens -nos dice Carlos- tiene una variabilidad genética muy elevada que se expresa en la diversidad de nuestro comportamiento, producto de un componente genético (la arcilla) y otro derivado de la experiencia de cada individuo (el artesano que va dando forma a la arcilla).

Gen altruista

Carlos me habla entonces de los genes egoístas y los genes altruistas, los primeros para avanzar en la propia permanencia del linaje individual, es decir, aquellos que dan ventajas a cada individuo para sobrevivir y dejar descendencia; los segundos, para progresar como colectivo y promover la cooperación y la sociabilidad con los congéneres.

De ese forcejeo entre ambos grupos de genes han surgido las grandes sociedades, los ritmos de la conquista, la imposición de religiones, los imperios, que convierten la lectura del libro de Machado Allison en un viaje fascinante, que vale la pena emprender.

La conquista del Mediterráneo, con grandes civilizaciones en su derredor, las civilizaciones africanas previas a la colonización europea, las conquistas de América, la conquista de Australia, los movimientos migratorios por causas políticas o sociales son todos revisados por el autor, para luego presentar lo que estas conquistas han significado en términos demográficos para la ecología del planeta y su deterioro y la grave responsabilidad que tenemos cada uno de los habitantes de la Tierra en su preservación.

Para cerrar mi grata conversación con Carlos Machado Allison, le pregunto por su evaluación sobre la Venezuela actual. «Tenemos suficiente espacio y una población relativamente pequeña. Sin embargo, desde un punto de vista ecológico somos desorganizados. El medio ambiente no es tratado con el cuidado debido. No estamos tratando las aguas residuales de manera adecuada, no ha habido inversión pública suficiente en eso.

Tampoco hay mecanismos de procesamiento de la basura. El reciclaje es casi inexistente. Además, la huella de carbono ha disminuido por las causas equivocadas: no por un cuidado especial en la reducción de emisión de gases invernaderos o la sustitución por energía verde en una economía dinámica, sino por la reducción drástica de la actividad económica en el país, al punto de que las empresas están trabajando a 30-70% de su capacidad instalada y ha disminuido el número de vehículos circulantes, entre otras razones».

«Al mismo tiempo, tenemos una inseguridad alimentaria y un nivel de pobreza muy altos, recursos humanos bien formados que se han alejado por la emigración, repercutiendo en la calidad de la educación de las nuevas generaciones».

«Sin embargo, -concluye Carlos- yo soy optimista. Creo que a la larga privará el gen altruista».

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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